NoticiaBeato Tiburcio Arnaiz Clausurado el año jubilar del Padre Arnaiz Publicado: 22/12/2022: 15465 Doctrinas rurales El domingo 8 de enero, concluyó el año jubilar que concedió el papa Francisco con motivo del centenario de la obra misionera del padre Arnaiz y el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, presidió la Misa de las 13.30 horas en la iglesia del Sagrado Corazón de la capital. Corría el año 1922 cuando María Isabel González del Valle, hija de una acaudalada familia asturiana, lo dejó todo para vivir en un rancho de adobe con tejado de palma en la malagueña Sierra de Gibralgalia, cerca de Pizarra, y convertirse así en la primera misionera de las Doctrinas Rurales. Como explica una de las continuadoras de su obra, la hermana Leticia Montero, «María Isabel subió a la sierra junto a otras tres chicas malagueñas, también de familias acomodadas, y comenzaron a vivir con el plan que el padre Tiburcio Arnaiz les marcó. Los principales encargos de este futuro santo fueron la alfabetización de niños y jóvenes, la formación de adultos, la vida de piedad entre los serranos y la visitas a los enfermos». Y así surgieron las Misioneras de las Doctrinas Rurales, una asociación de seglares consagradas con unas peculiaridades que, como reconoce Leticia, «cuesta un poco entender porque no tenemos casa fija, acudimos donde nos llama el párroco y siempre con permiso del obispo del lugar. Solemos estar un curso o dos para poner en marcha la misión y luego, si es posible, volver un tiempo breve para que no se olvide la presencia, que se encargan de mantener los voluntarios de cada lugar. Vivimos de la providencia y no podemos recibir nada de la gente con la que estamos trabajando, ni del párroco que nos llama ni del obispo de la diócesis en la que trabajamos porque María Isabel decía que, como íbamos a los sitios más pobres, no nos iban dar el dinero a nosotras». En estos 100 años han trabajado en más de 250 lugares y «aunque nos marchemos, nunca los dejamos del todo. Ya sea por carta o por teléfono, mantenemos el contacto con casi todos los pueblos en los que hemos estado durante este siglo» añade. Desde aquella primera misión, como recuerda la hermana Leticia, «cuando el padre Arnaiz le abrió los ojos a María Isabel, que estaba dispuesta a irse a Japón, y él le dijo que no era necesario irse tan lejos, que en el campo malagueño había muchísima necesidad, siempre acudimos a los lugares donde llega poco la presencia de la Iglesia por la falta de infraestructuras, como pasaba con Gribralgalia que, en aquella época, estaba a dos horas caminando desde Pizarra, que era lo más cercano». En la actualidad, continúa Leticia, «ante la falta de sacerdotes, son muchos los que llevan varias parroquias y en esos pueblos tan pequeños hace mucho bien que se instale un grupo de misioneras que conviva con los vecinos, formen grupos de pastoral de la salud, catequesis... y visite a los enfermos». Aunque nunca han sido un grupo numeroso de consagradas, sus misiones abarcan toda la geografía española y, además de las labores propias de la evangelización, enseñan música, informática, inglés, clases de repaso para niños y hasta clases teóricas del carné de conducir y así los vecinos «solo tienen que dar clases para el examen práctico, ya que allí donde vamos no suelen llegar las autoescuelas». Con motivo del año jubilar, un grupo de misioneras ha retomado aquella primera misión de Gibralgalia, en cuyo templo descansan los restos de la fundadora y se ha podido ganar la indulgencia plenaria. Además, han instalado una exposición para que todos aquellos que acudían entendieran lo que hizo este grupo de mujeres que, como asegura la hermana Leticia, «en su día fueron muy criticadas por abandonar la Misa y la comunión diaria, para atender esas zonas, pero como les decía el P. Arnáiz debían: "dejar a Dios por Dios". Además, a los dos meses de estar allí, «san Manuel González les concedió permiso para tener el Santísimo si preparaban un lugar digno. Así que adecentaron otro rancho con el techo de palma, lo mas dignamente que pudieron, con las imágenes de una capilla que tenía María Isabel en Madrid. Allí estuvo “viviendo” el Señor Sacramentado como en otro Belén, hasta que se terminó la iglesia en diciembre de ese mismo año y fue bendecida por el entonces obispo, hoy santo, el 24 de diciembre de 1922, que en aquella ocasión celebró la confirmación de 133 serranos». En la actualidad, asegura la hermana Leticia, «uno de los grandes escollos que nos encontramos son los prejuicios tan grandes que tiene la gente sobre la Iglesia, ahora una doctrina necesita dos cursos, uno para desmontar y otro para construir, pero como dijo el P. Arnaiz poco antes de morir: "aunque pocas algo se hará"».