La fiesta del Corpus Christi es inseparable  del Jueves Santo, de la misa in Coena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Sin embargo, mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado; en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado; en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento se procesiona para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros. Lo que Jesús nos dio en la intimidad del Cenáculo, lo manifestamos abiertamente, porque el amor de Cristo está destinado a todos.

D. Jesús Catalá, al comienzo de su homilía en la Catedral con motivo de la fiesta del Corpus, recordó que la Eucaristía es «una prolongación sacramental de la Encarnación y el misterio Eucarístico, que perpetúa en el tiempo la presencia del Señor Jesús en medio de nosotros. Los que no tuvimos la oportunidad de convivir con Él durante su vida terrena y de tocarlo físicamente, tenemos el gozo de poder acercarnos a su persona y participar en el banquete eucarístico que nos ofrece».

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