Dedicación del altar y bendición del ambón de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima (Málaga)

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Eucaristía con motivo del dedicación del altar y bendición del ambón de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima.
DEDICACIÓN DEL ALTAR Y BENDICIÓN DEL AMBÓN DE LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
(Málaga, 20 febrero 2025)
Lecturas: Gn 28, 11-18; Sal 83, 3-8; Heb 13, 8-15; Jn 4, 19-24.
1.- La restauración del presbiterio
Hoy se llena nuestra alma de alegría por haber restaurado el presbiterio de hermoso templo, construyendo un nuevo altar. También bendeciremos el nuevo ambón, desde donde se proclama la Palabra de Dios.
Damos gracias a Dios y a todos aquellos que habéis colaborado para que llegara a buen término esta obra, de modo especial al propio párroco, D. José-Luis.
Querido niños, desde el cielo se unen a esta fiesta los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, de quienes la Iglesia celebra hoy su memoria litúrgica, y a quienes pedimos su intercesión para que nos ayuden a vivir cada día mejor nuestro compromiso bautismal.
2.- Los verdaderos adoradores
El evangelio de san Juan nos ofrece el diálogo de Jesús con la samaritana acerca del lugar para adorar a Dios. Ella le hace una pregunta teórica: ¿Dónde hay que adorar a Dios ahora, en este monte (Garizin) o en Jerusalén?
Y Jesús le responde: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (…). Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así» (Jn 4, 21.23).
Era como decirle: Déjate ahora de lugares físicos ni de montes; ni en Jerusalén, ni en ningún monte. Hay que adorar a Dios en espíritu y verdad; es decir, en el Espíritu de Jesucristo.
Queridos niños, podemos adorar a Dios en cualquier lugar (monte, playa, casa); pero tenemos unos lugares sagrados, como la parroquia, en los que Dios se hace presente de manera especial. Jesús se hace presente de muchas maneras: en las acciones litúrgicas, sobre todo en la Eucaristía
(cf. Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, 7), en su Palabra, en las personas, sobre todo en los pobres (cf. Id., Gaudium et spes, 88).
De la misma manera que Dios ha convertido el tiempo profano en tiempo de salvación, también ha convertido todos los lugares en sagrados, como le respondía Jesús a la samaritana. Aunque podemos rezar en cualquier tiempo y lugar, los hombres necesitamos lugares especiales para reunirnos; necesitamos el templo parroquial para celebrar los sacramentos, para solemnizar las fiestas.
3.- La dedicación del altar
El Señor nos concede hoy poder “dedicar” este nuevo altar; es decir consagrarlo con crisma, al igual que fuimos ungidos con crisma en nuestro bautismo. Queridos niños, ese crisma lo consagré en la Misa Crismal del año pasado, junto con los sacerdotes de la diócesis; y se usa para bautizar, consagrar altares y ordenar sacerdotes.
Felicito al párroco y a toda la comunidad por esta reforma del presbiterio, que está más en consonancia con la liturgia de la Iglesia.
El altar tiene un triple significado, referido a Jesucristo como sacerdote, víctima y altar. En primer lugar, representa a Jesucristo, quien, como Sacerdote eterno, ofrece el sacrificio redentor a Dios-Padre por los pecados del mundo; en segundo lugar, representa a la Víctima pascual, que es el mismo Cristo, ofreciendo su propia vida como Cordero inmolado, sacrificio realizado una vez para siempre (cf. Heb 10, 10) en contraposición con los sacrificios de la antigua alianza, que debía ofrecerse muchas veces; y, en tercer lugar, el altar representa el lugar sagrado donde se ofrece el sacrificio.
En el altar se actualiza el misterio pascual de la entrega amorosa de Jesús hasta el extremo, como dice el evangelista Juan (cf. Jn 13, 1). Cristo se ofrece al Padre en el sacrificio de la cruz por amor a los hombres: y ese mismo sacrificio se actualiza en el sacrificio incruento en el altar.
Queridos niños, Jesús nos invita a ser como él: sacerdotes, víctimas y altares. Somos sacerdotes por el bautismo, en el que fuimos consagrados y ungidos con crisma. Además, el Señor nos pide que nos ofrezcamos a Dios como hostias vivas (cf. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 10; Rm 12, 1). Y somos también altares, por ser templos del Espíritu Santo.
4.- Exigencias de participar en el altar de Cristo
Participar en el altar de Cristo tiene sus exigencias. Al acercarnos al altar, es decir al participar de la Eucaristía, debemos ir con la misma actitud de Cristo, uniéndonos a su sacrificio y ofreciéndonos con él a Dios-Padre.
Queridos niños, en este año participaréis de la Eucaristía por primera vez y esperamos que no sea la última. A partir de la primera vez hemos de participar todos los domingos y fiestas.
Participar del altar implica sintonizar con Cristo e imitarlo (cf. 1 Co 11, 1), con sus actitudes, sentimientos (cf. Flp 2, 5) y enseñanzas; exige la misma actitud de amor que la del Maestro, cuyo trono de gloria fue la cruz, vivió como siervo, lavó los pies de los discípulos y nos enseñó a servir a los demás (cf. Jn 13, 12-16). Él nos invita a ofrecernos en el altar, para hacer cada día la voluntad de Dios en nuestras vidas.
La carta a los Hebreos nos advierte de que no debemos dejarnos arrastrar por doctrinas extrañas, sino robustecernos por la gracia (cf. Heb 13, 9).
Cristo se nos da en el altar como alimento de vida eterna; por ello no pueden participar en él quienes dan culto a otros dioses (cf. Heb 13, 10); y quienes asumen en su vida unas ideologías contrarias a la fe.
Queridos niños, ¿qué otros dioses hay en nuestra sociedad? (Ellos responden: el dinero, los juguetes, los videojuegos).
No todo vale, como piensa mucha gente. No es posible compaginar ciertas modas sociales, opuestas a la vida de cristiana con la participación de la Eucaristía.
El sacrificio de Cristo no puede quedar baldío y sin fruto. Los cristianos no tenemos en este mundo «la ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura» (Heb 13, 14).
5.- La Virgen de Fátima como titular de la parroquia
La parroquia está bajo la advocación de la Virgen de Fátima. A ella le pedimos su maternal intercesión, para que nos ayude a ser buenos hijos suyos.
Hoy hacemos memoria litúrgica de los santos pastorcitos Francisco y Jacinta, cuyas reliquias entregadas por el santuario de Portugal tenemos en una teca y usaremos para la dedicación del altar.
¡Que los santos pastorcitos intercedan por nosotros, para saber escuchar la Palabra de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo! ¡Que ellos nos ayuden a profundizar en la piedad y en el amor filial a la Madre de Dios!
Pedimos a la Virgen de Fátima, templo purísimo del Espíritu Santo, sagrario y arca de la Nueva alianza, santuario privilegiado de Dios, que nos ayude a ser nosotros también templos limpios e iluminados del Espíritu Santo.
Que la Virgen de Fátima nos acompañe en nuestras alegrías y en nuestras penas; y que nos ayude en vuestro caminar cristiano como testigos de la fe y evangelizadores, hasta llegar a la patria celestial. Amén.