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Encuentro diocesano de Familias (Casa Diocesana)

Publicado: 29/04/2012: 3334

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del encuentro diocesano de familias en la Casa Diocesana de Málaga el 29 de abril de 2012.

ENCUENTRO DIOCESANO DE LAS FAMILIAS

(Casa Diocesana-Málaga, 29 abril 2012)

Lecturas: Hch 4, 8-12; Sal 117; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.

(Domingo de Pascua IV- B)

Combinar armónicamente en la familia el trabajo y la fiesta

1.- En nombre de Jesucristo nazareno

Hemos escuchado en la primera lectura el suceso que ocurrió a Pedro y Juan. El antecedente de la lectura escuchada es el encuentro que tienen ellos con un tullido que les pide limosna: Y Pedro y Juan dan esa respuesta que ya conocemos: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar» (Hch 3, 1-6).

El texto de hoy es ya el juicio en el que los ancianos del Sanedrín les hacen por haber realizado ese milagro o esa curación. Y ellos contestan: “que quede bien claro que lo que hemos hecho no es por nuestra fuerza, nuestro poder, nuestras técnicas, nuestro saber, lo que hemos ha sido en nombre de Jesús de Nazaret, en su nombre éste hombre ha sido curado. En el nombre de Aquel al que vosotros habéis crucificado, pero que Dios lo ha resucitado de entre los muertos” (cf. Hch 4, 8-10). Ese es el núcleo del kerigma, del anuncio de que Cristo muere, pero resucita y en su nombre se predica la conversión y en su nombre se hacen maravillas.

Las familias cristianas tendrían que decir muchas veces que hacen las cosas en nombre de Jesucristo. Nuestra forma de comportarnos, nuestra forma de pensar es distinta a como piensa mucha gente en nuestra sociedad, incluso con oposición, como en el caso del Sanedrín frente a Pedro y Juan. Ese sería el testimonio de la familia cristiana: “Que conste que esto lo hacemos por Jesucristo”. Esa es la razón fundamental de nuestra vida. Eso es nuestro secreto. La razón, el amor que Dios nos tiene manifestado en Cristo Jesús.

2.- El Buen Pastor

Eso es lo que en el Evangelio de Juan que se nos presenta como el Pastor (Jn 10, 11-18). Un Pastor que tiene tres características:

                1). Es el Pastor “Bueno”, no es un Pastor cualquiera. Según Juan, hay también pastores que son asalariados y mercenarios (cf. Jn 10, 12-13) que hacen el trabajo por pago, por remuneración económica. Jesús no lo hace así, nos ama por lo que somos, Jesús nos quiere como somos para transformarnos. Pero Él es el Pastor con apellido “Bueno”, en comparación con otros.

                2) Jesús conoce a sus ovejas. Nos conoce mejor que nadie, hasta la médula. Y en san Juan el término “conocer” es sinónimo de “querer”, de “confiar”, de “creer”. El conocimiento de Jesús es un conocimiento interno, de aceptación del otro.

                3) Jesús da la vida por los suyos. Conoce, ama y da la vida. Esto es motivo de agradecimiento por parte nuestra. Gracias al Señor que nos conoce, nos ama y da la vida por nosotros. Pero esto a su vez tiene sus consecuencias de cara a los demás. Si yo me siento me siento conocido, me siento amado y me siento salvado, querido, alguien ha dado la vida por mí, eso es la fuerza para que, a la vez, a quien está a mi lado yo pueda conocerlo mejor, me esfuerce en conocerlo mejor, me esfuerce en amarlo más y sea capaz de dar la vida por él. Esa sería la triple enseñanza que Jesús, el Buen Pastor nos da a nosotros. En primer lugar, porque lo recibimos, y, en segundo lugar, porque nos capacita para hacer lo mismo a los demás, sea en el ámbito familiar, social, o fuera de nuestro entorno más cercano.

3.- El trabajo y la familia

En el Encuentro diocesano de familias de hoy quería también preparar un poco tanto el Encuentro de familias del mes de junio en Milán, como celebrarlo. Porque es bueno también que los que no puedan ir entremos en la dinámica y nos ayudemos a profundizar en los temas que el Señor permite que en ese encuentro se reflexionen.

Fundamentalmente el tema central de reflexión es el de “trabajo y fiesta”. Supongo que lo habéis reflexionado en grupo, lo habéis trabajado esta mañana. Quisiera solamente a modo de flash recordar algunas cosas.

El trabajo no es un castigo, es una colaboración con Dios-Creador. El Señor nos permite que colaboremos con Él para tener cuidado de la Creación. La Creación ha salido buena de sus manos, la hemos distorsionado nosotros, la hemos adulterado, la hemos roto. Lo que quiere el Señor, y lo hace con su Resurrección, es recomponer lo que Él creó. En griego el término para significar el mundo, “κόσμος (cosmos), tiene un sentido positivo de armonía, de belleza, de coherencia; por tanto, el cosmos que sale de las manos de Dios es bueno, es bonito, es perfecto, lo que ha hecho el hombre es estropear esa relación con él.

Por tanto, el trabajo hay que entenderlo como colaboración con esa creatividad, con esa armonía, con esa belleza que sale de las manos de Dios.

Además, el hombre ha sido creado a imagen de Dios. A los animales no se les puede pedir que colaboren con su vida a la Creación, al mantenimiento de la Creación. Al hombre sí porque es imagen de Dios, está dotado de inteligencia, de capacidad de amar, cosa que el resto de los seres no tienen.

Podríamos decir muchas cosas del trabajo, pero no voy ahora a desarrollar este tema, pero ya el Papa nos anima a que gracias al trabajo encontremos el sentido último y definitivo de la vida (Homilía, 19 marzo 2006: AAS 98 (2006), 324). Así como subrayar la importancia primera para el hombre y para el desarrollo de la sociedad que supone el trabajo. En el día consagrado a Dios es donde el hombre comprende el sentido de su vida y también de la actividad laboral” (Sacramentum Caritatis, 74).

4.- La fiesta y la familia

La fiesta no es un tema que esté separado o contrario al trabajo. La fiesta va armónicamente unida a esa tarea de trabajo de colaboración con Dios. Dios en el Génesis se manifiesta trabajador y festivo a la vez; se complace en el trabajo realizado y después descansa, celebra la fiesta y contempla la obra hecha.

La fiesta es complemento al trabajo. Y a veces, en nuestra sociedad, hacemos una dicotomía, una separación muy fuerte, trabajo y fiesta van por independiente, no tienen nada que ver una con la otra. Y no es así. La fiesta completa el trabajo, lo perfecciona, le da esa perspectiva de mayor alegría, de mayor gozo, de contemplación de lo que significa una acción o una actividad armónica con Dios.

Tanto respecto al trabajo como a la fiesta ya sabemos muy bien lo que hace nuestra sociedad. El trabajo lo utiliza, lo manipula para esclavizar al hombre; la fiesta, a veces, es usada también como instrumento de deshumanización del hombre. Es el peligro que tenemos porque somos hijos de esta sociedad. No estamos en el siglo XVI, somos hijos del siglo XX-XXI. Y corremos exactamente los mismos riegos que nuestros contemporáneos y nuestros paisanos.

En los ejemplos o en las experiencias que se han dicho esta mañana se han puesto ejemplos de cómo superar ciertas dicotomías y cómo no sucumbir a esa rueda que en la sociedad nos devora, que rompe familias por ansia de trabajo y de bienes, rompe familias, porque ocupa un lugar demasiado fuerte en el ámbito familiar.

Y en nombre de Jesús de Nazaret, como decíamos al principio, tendríamos que decir: “habremos de dosificar mejor el trabajo, sin que nos esclavice ni deshumanice”.

Y lo mismo decir de la fiesta. La experiencia es que hay gente que se dedica a la llamada fiesta, pero para perder la cabeza. Y tenemos que pedirle al Señor lo mismo, que nos ayude a resituar la fiesta sin perder la cabeza, sin separarla de la vida, sino integrándola armónicamente en la vida propia y en la familia.

Aquí entra el gran problema de educar a los hijos en esa dinámica armónica combinando bien el trabajo y la fiesta, no es fácil; pero creo que los encuentros como hoy, las reuniones que tenéis en niveles de los distintos movimientos, grupos de reflexión, etc., es muy importante que los matrimonios se ayuden mutuamente a saber situarse ante el trabajo y ante la fiesta de manera armónica y coherente.

En la creación Dios contempla su obra y dice: “Eso es bueno”. Crea todo y ve que todo lo creado es bueno. Crea los animales y vio que era bueno; crea las plantas y vio Dios que era bueno; crea a los hombres y vio Dios que era bueno. Dios se complace en su obra, la contempla mientras la realiza y la valora, es buena la obra. Necesitamos también nosotros en nuestro trabajo contemplar nuestra obra y decir “es bueno lo que estoy haciendo”.

Y después, al final, la contemplación más placentera desde la fiesta. Ahora ya no manipulo, ya no trabajo, ahora contemplo la obra hecha.

Le pido al Señor que nos ayude a descubrir esta veta, esta dimensión, esta perla del estilo que tiene Jesús, del estilo que tiene Dios Padre creador en el tema de trabajo-fiesta.

También tenemos que pedir hoy, porque es el IV domingo de Pascua, el Día del Buen Pastor y el Día de las vocaciones sacerdotales, y hemos de pedirle que el Señor nos regale santos sacerdotes, que nos acompañen, que nos den el perdón en su nombre, que nos hablen de su Palabra, que nos la expliquen, que estén con nosotros.

Necesitamos santos curas en Málaga, también lo necesita toda la Iglesia; pero sobretodo lo necesitamos en Málaga cuya proporción de sacerdotes es la más baja de todas las diócesis de Andalucía. La proporción población-número de curas de Málaga es la más baja. No es una queja, pero hemos de pedirle al Señor.

Aquí veo a unos padres de un sacerdote, pues ojalá haya muchos padres de sacerdotes. Eso se explica y se valora desde la primera infancia, desde el principio, a la vida matrimonial y también a la vida sacerdotal y religiosa.

Termino pidiéndole a la Virgen que nos acompañe a todos, que interceda por nosotros, que no escapemos de su mano y nos vayamos por otros derroteros. ¡Que así sea!

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