DiócesisHomilías

XXV aniversario de la bendición de la imagen de María Santísima Reina de los Cielos, titular de la Agrupación de Cofradías de Málaga (Iglesia San Julián-Málaga)

Imagen de Santa María Reina de los Cielos
Publicado: 14/12/2018: 3897

Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá en la Eucaristía del XXV aniversario de la bendición de la imagen de María Santísima Reina de los Cielos, titular de la Agrupación de Cofradías de Málaga, celebrada en la iglesia de San Julián, Málaga, el 14 de diciembre de 2018.

XXV ANIVERSARIO DE LA BENDICIÓN DE LA IMAGEN

DE MARÍA SANTÍSIMA REINA DE LOS CIELOS

TITULAR DE LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS DE MÁLAGA

(Iglesia San Julián - Málaga, 14 diciembre 2018)

Lecturas: Is 48,17-19; Sal 1,1-4.6; Mt 11,16-19.

1.- Origen de la fiesta de Santa María Reina

Hoy celebramos el XXV Aniversario de la Bendición de la imagen de María Santísima Reina de los cielos, titular de la Agrupación de Cofradías de Málaga. En alguna ocasión he preguntado al Presidente por qué razón elegisteis esta advocación; hoy, en la exaltación a la Virgen previa a la Eucaristía, se nos ha explicado muy bien.

En el cetro que la Agrupación de Cofradías ha regalado a la imagen con esta ocasión está escrito: “Regina coelorum laetare, quia Filius tuus resurrexit a mortuis” (Reina de los cielos, alégrate, porque tu Hijo resucitó de entre los muertos).

Veamos el fundamento teológico de este título. La devoción a la Santísima Virgen con el título de “Reina” es muy antigua en su origen, pero más reciente como fiesta litúrgica. Fue establecida por el papa Pío XII en 1954, al final del Año Mariano, fijando la fecha en el 31 de mayo (cf. Carta encíclica Ad caeli Reginam, 11.10.1954). En esa ocasión el papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la humanidad (cf. Discurso en honor a María Reina, 01.11.1954).

La reforma postconciliar del calendario litúrgico colocó cerca de la solemnidad de la Asunción de María al cielo para remarcar la estrecha relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma junto a su Hijo; así lo confirma el Concilio Vaticano II: “María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo” (Lumen gentium, 59).

El papa Pablo VI recordaba: “En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de Él: en vistas a Él Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro” (Marialis cultus, 25). Ninguna creatura humana ha recibido los dones que Dios ha concedido a la Virgen María. En un texto poético sobre la Virgen se dice que los seres mortales hemos caído en el pecado y después Dios nos ha tendido la mano; pero la Virgen no cayó, sino que fue preservada sin mancha.

2.- Significado de la advocación de María Reina de los cielos

Podemos preguntarnos qué significa esta advocación de María Reina de los cielos. No se trata de un título más, ni su corona de reina es un ornamento como otros. La realeza de la Virgen María es una consecuencia de su unión con el Señor; es una consecuencia de su maternidad. La unión entre Madre e Hijo, iniciada en la Encarnación de Jesucristo, ya no puede separarse. La comunión entre ellos se mantiene hasta la eternidad, sin que haya un tiempo de separación. La Virgen María no podía quedarse en la podredumbre del sepulcro; Ella tenía que gozar de la gloria del Señor.

El tipo de la realeza de Jesús y de María no es al modo humano con poder y fuerza. El reino de Jesús no tiene nada que ver con los reinos de los poderosos de este mundo.

La realeza de Cristo está en su humildad, servicio, amor, entrega hasta la muerte. Jesús fue proclamado rey en la cruz, como indica la inscripción de Pilato: “Rey de los Judíos” (cf. Mc. 15,26); éste fue el motivo de su condena. Cristo fue glorificado en el trono de la cruz; y su Madre participaba en la pasión de su Hijo y compadecía con Él junto a la cruz, sufriendo con Él por nosotros. El reino que nace de ese amor es un reino de justicia salvadora, de verdad y de amor; es un reino de servicio.

Lo mismo podemos decir de Santa María: es reina en el servicio a Dios y a la humanidad; es reina de amor, que se entrega totalmente a Dios; es la esclava del Señor, tal como le responde al ángel Gabriel en la Anunciación (cf. Lc. 1,38). María es reina amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades, cuidando de nosotros como hijos adoptivos y compadeciéndose de nuestras miserias. Es el mismo Jesús quien nos la regala como Madre (cf. Jn 19,26). La realeza de Cristo va unida a la realeza de su Madre.

3.- Implicaciones para nosotros

¿Pertenecemos nosotros a ese reino de Cristo y de su Madre? ¿O acaso proclamamos nuestra pertenencia a ese reino, pero no asumimos las consecuencias? Ser ciudadanos de ese reino significa hacer como ellos hicieron: servicio, humildad, entrega, amor, perdón. Esto mismo es lo que se les pide a los cofrades; sin buscar honores, ni títulos.

¡Invoquemos a Santa María como Reina de los cielos! ¡Acudamos a Ella en nuestras necesidades y también en nuestras alegrías! Recémosle con las letanías lauretanas, que la designan como Reina de tantos santos: Reina de los ángeles, de los patriarcas, de los profetas, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, de las vírgenes. Podríamos añadir: “Reina de los cofrades”. Al igual que en Valencia se ha añadido en las Letanías lauretanas el título de “Madre de los Desamparados”.

El profeta Isaías, en la lectura que ha sido proclamada, nos recuerda los buenos frutos que podemos obtener en nuestra vida si obedecemos a Dios: «Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río, tu justicia como las olas del mar, tu descendencia como la arena, como sus

granos, el fruto de tus entrañas» (Is 48,18-19). Todos estos frutos nos pueden venir de la obediencia a Dios. Santa María, Reina de los cielos, obedeció a la voluntad del Señor y nos regaló el mejor fruto en la historia de la humanidad: Jesucristo.

Termino con unas palabras del papa Benedicto XVI: “La devoción a la Virgen es un elemento importante de la vida espiritual. En nuestra oración no dejemos de acudir confiados a Ella. María no dejará de interceder por nosotros ante su Hijo. Contemplándola a Ella, imitemos la fe, la plena disponibilidad al amoroso plan de Dios, la generosa acogida a Jesús. Aprendemos a vivir de María. María es la Reina del cielo cerca de Dios, pero es también la madre cercana a cada uno de nosotros, que nos ama y escucha nuestra voz” (Audiencia general en la memoria litúrgica de Santa María “Reina”, Castel Gandolfo, 23.08.2012).

Deseo felicitaros por el anhelo de los cofrades que hace más de veinticinco años eligieron para la imagen de la Virgen de la Agrupación de Cofradías el título de Reina de los Cielos. Este anhelo se plasmado en las dos imágenes titulares de la Agrupación: Cristo Resucitado y la Reina de los Cielos. La Semana Santa debe finalizar con la Resurrección del Señor; si Él no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana (cf. 1 Co 15,14). ¡Felicito, pues, a la Agrupación!

Jesús muere en la cruz y resucita al tercer día. La Virgen María obedeció a Dios y vive gloriosa en los cielos. Ahora nos queda una tarea: si queremos resucitar, debemos antes ir muriendo al pecado, al egoísmo, a lo que nos aparta de Dios y de su amor. No se puede resucitar sin morir antes; hemos de empezar a morir ya desde ahora. El mismo Jesús dijo: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).

¡Que Santa María proteja, cuide, acompañe, la Agrupación de Cofradías de Málaga! Santa María, Reina de los cielos, ¡ruega por nosotros! Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo