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Misa "In Coena Domini" del Jueves Santo (Catedral-Málaga)

Jueves Santo en la Catedral de Málaga // M. ZAMORA
Publicado: 13/04/2017: 4705

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, el Jueves Santo de 2017, en la Misa "In Coena Domini", en la Catedral de Málaga.

MISA “IN COENA DOMINI”
DEL JUEVES SANTO
(Catedral-Málaga, 13 abril 2017)

Lecturas: Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115; 1 Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15.

Servicio de amor

1.- La celebración del Jueves Santo expresa el gran amor de Jesucristo hacia nosotros. El evangelista Juan describe la última Pascua vivida por Jesús con sus discípulos y su actitud de amor sin límites: «Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).

La muerte de Jesús es la culminación de la actitud de amor que había presidido toda su vida; es su Pascua, su “paso” de este mundo al Padre. Este momento de la vida de Jesús marca el tono de toda la segunda parte del evangelio de Juan, que será la descripción de la pasión, muerte y resurrección del Señor, que nos disponemos a celebrar en este Triduo Pascual.

2.- Cristo es el cordero pascual (cf. Ex 12,5; Mt 14,12), que se inmola por toda la humanidad: «Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo» (Heb 7,26-27). ¡Qué ejemplo de oblación total nos da Jesús!

San Pablo nos describe el relato institucional de la Eucaristía: «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan (1 Co 11,23); lo partió y lo dio (1 Co 11,24); lo mismo hizo con el cáliz (1 Co 11,25).

Nosotros, queridos fieles, cada vez que comemos de este pan y bebemos del cáliz, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11,26). La Eucaristía es presencia sacramental del acontecimiento del Calvario, anuncio de la salvación ofrecida entonces y prenda de la plenitud de la salvación cuando el Señor vuelva.

3.- Jesús realiza un servicio permanente de amor durante toda su vida, que queda plasmado en su gesto de lavar los pies a sus discípulos en la última Cena (Jn 13,4-5) y que era un trabajo propio de esclavos; esto no lo hacían los señores. El lavatorio de los pies, expresión de amor de Cristo, recibe una doble interpretación: es signo de la entrega de Jesús a la muerte y al mismo tiempo ejemplo de humilde servicio, que nos da a todos.

Su ejemplo es patente, dicho por él mismo: «Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis» (Jn 13,14-15). Se entiende que “lavar los pies” es sinónimo de “servir” al hermano, de darse al hermano, de entregarse por amor a los demás.

La caridad nace solamente de Dios. Contemplando el amor misericordioso de Dios comprendemos que este amor es infinito y que nos hace capaces de gozarlo y de ofrecerlo a los demás. Acogiendo el don del amor de Dios y entregándolo al prójimo, sobre todo al más necesitado, se hace vida en nosotros la promesa de felicidad que el profeta Isaías describe al presentar los buenos frutos del ayuno que Dios quiere. Cuando hagamos el ayuno que Dios quiere, que es darnos a los demás, abrir las prisiones injustas, socorrer al necesitado: «El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan» (Is 58, 11). Estos son los frutos del servicio de amor a los demás: ser un manantial de aguas vivas, florecer, rejuvenecerse como la primavera.

4.- Una fe sin obras, que no se expresa ni vive por la caridad, es una fe que se muere (cf. Sant 2,26). El mismo Señor dijo: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Estas palabras las cumplió Jesús en su propia carne en la cruz. Es un mandamiento antiguo, pero renovado por la muerte y resurrección de Jesús, que constituye la revelación plena del amor de Dios al hombre y nos entrega su gracia para hacernos capaces de cumplirlo. Un mandamiento antiguo; la novedad es cómo lo hace Jesús y cómo nos invita a hacerlo igual que Él, como gran Maestro.

El evangelista Juan nos recuerda el ejemplo de Cristo: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1Jn 3,16-18).

En este Jueves Santo, Día del Amor fraterno, pidamos al Señor que nos haga capaces de vivir el amor como servicio a todos, de manera especial hacia los más necesitados. Con nuestros bienes socorreremos a quienes se encuentran en mayor penuria. Las “caritas parroquiales” son expresión del amor de la comunidad cristiana hacia los más necesitados. La colecta de hoy revertirá en cada parroquia como expresión de amor.

5.- Jesucristo realizó plenamente la voluntad del Padre y nos anima a cumplir también su voluntad. El ejemplo de obediencia del Señor Jesús nos empuja a identificarnos con Él. Su oblación nos exhorta a vivir como Él hasta convertirnos en otro Cristo para los demás. Ofrezcamos nuestra vida entera a vivir según el corazón de Cristo.

En esta celebración tenemos presente, además del Día del Amor fraterno, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio ministerial. Agradecemos a Dios estos dos sublimes sacramentos, que nos permiten alimentarnos con el pan del cielo y recibir el perdón de nuestros pecados a través del ministerio ordenado. Queridos hermanos, pidamos por los sacerdotes, que con su servicio de amor nos alimentan con la Palabra de Dios y con el Pan eucarístico y nos ofrecen el perdón en nombre y representación de Jesucristo.

Por intercesión de la Santísima Virgen María pidamos al Señor que podamos amarnos como verdaderos hermanos, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros. Amén.

 

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