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Jornadas Nacionales de Delegados diocesanos de Patrimonio (Catedral-Málaga)

Publicado: 17/06/2010: 1059

JORNADAS DE PATRIMONIO ECLESIÁSTICO

(Catedral-Málaga, 17 junio 2010)

Lecturas: Sab 3, 1-9; 1 Pe  4, 13-19; Lc 21, 9-19.

1. «La vida de los justos está en manos de Dios» (Sab 3, 1). Cuando decimos “la vida de los justos” podemos añadir la vida de los cristianos, la vida de los santos, referido a quienes han recibido la gracia de Dios.  Santo es el que está bautizado y sigue a Jesús; es quien se fía de Dios y pone su vida en manos de Dios, no en las propias.

En nuestro mundo existe una tentación muy grande de pensar que la vida de cada uno no está manos de Dios, sino que la vida está en nuestras manos; hacemos de ella lo que queremos, o mejor, deseamos hacer de ella lo que nos plazca. Eso es lo que se da en esta sociedad. Por lo general nuestros contemporáneos no ponen su vida en manos de Dios.

2. Los hombres de la época de Ciriaco y Paula, patronos de la ciudad de Málaga, cuyas vísperas solemnes estamos celebrando, tampoco ponían sus vidas en manos de Dios, porque vivían al estilo pagano. Los mártires dieron testimonio de que valía la pena ponerse en manos de Dios y valoraron eso más que nada. Si uno pone su vida en manos de Dios no le toca el tormento, no muere como piensan los insensatos, no termina su vida aquí como algunos opinan.

Por tanto, no es una desgracia dejar esta vida temporal; al contrario, el que atraviesa el umbral de la muerte, pasa a gozar de la otra vida.  El paso de la vida terrena a la eterna no es una desgracia para el santo, para el cristiano, para el justo, sino un don y un regalo.  Ese es el testimonio de nos dieron los santos Ciriaco y Paula; y es el testimonio que podríamos dar nosotros a nuestros paisanos y a nuestros contemporáneos: que vivimos en  fidelidad al Señor y que expresamos con palabras y obras que no nos importa perder la vida, porque la ponemos en manos de Dios y está a buen recaudo; eso no es perder la vida, sino ganarla.

3. Otra idea tomada de la carta de Pedro es la alegría: «Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo» (1 Pe 4, 13). Es una explicación complementaria a la primera idea. Padecer por Cristo y sufrir por Cristo produce alegría. Si uno se fía de Cristo, no es perder el tiempo, ni es una desgracia; es un gozo y una alegría.

Estad alegres cuando seáis testigos de Cristo. Estad alegres cuando os persigan y os calumnien por mi nombre. Estad alegres cuando la luz del Evangelio en vuestra vida pueda alumbrar la vida de otros. Estad alegres si os ultrajan en nombre de Cristo: «Dichosos vosotros porque el Espíritu de Dios reposa en vosotros» (1 Pe 4, 14).

Es lo mismo que decir: si hacéis eso, sois santos; si dejáis que el Espíritu de Dios repose en vosotros, no es vuestra vida, es la vida de Cristo la que está en vosotros. Como dice Pablo: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 20). Ese es el santo, el testigo y el mártir.

Le pedimos a los santos Ciriaco y Paula que nos ayuden a vivir como justos, que pongamos nuestra vida en manos de Dios y que nos concedan la facultad y el don de estar alegres, cuando somos testigos; es decir, mártires de Cristo.

4. Detengámonos en la vida de Ciriaco y Paula. Ellos entran en el martirologio que se hace en el 1583, que retoma los martirologios anteriores. En siglo IX un monje benedictino, parisino, de Saint-Germain-des-prés, procedente de la corte gala de Carlos el Calvo efectuó en 858 un periplo por la Península Ibérica para recopilar y salvaguardar los testimonios de la iglesia hispánica, amenazada entonces, por el entorno islámico imperante desde la invasión del año 711. Este monje no vino a Málaga, sino que desde Córdoba recoge los testimonios de la iglesia mozárabes que, a su vez lleva la liturgia visigótica, y en el siglo XIX accede a los fondos de la tradición de esa iglesia.

El martirologio que recoge sobre los patronos malagueños, habla sobre los nombres de Ciriaco y Paula, que son martirizados, apedreados en el 18 de julio; es decir, el día antes de las calendas de julio, como se suele decir en latín.

5. A este testimonio capital se unen otros posteriores como son los códices del siglo X y XI. Finalmente esto queda integrado en el martirologio romano,  del siglo XVI.

Hay dudas en el martirologio sobre si entran o no en la lista, sobre si son de una zona u otra. Al final, según el testimonio inicial, parece que queda claro que son mártires, aunque no en la zona norteafricana, sino en la zona del sur de España, del sur del Imperio Romano.

Un testimonio posterior son los de los Reyes Católicos cuando entran en la Ciudad de Málaga y la reconquistan en 1487. Ellos designan a los mártires Ciriaco y Paula como patronos de la Ciudad. De este modo, este patronazgo viene desde entonces. En 1490 lo incluyen, en el escudo de la Ciudad. Esa es la historia de por qué Ciriaco y Paula son los patrones de aquí.

6. Respecto al patrimonio eclesiástico y a la iconografía, aquí habéis visto diversas representaciones de ambos mártires, como os explicaba antes el Deán de la Catedral, D. Francisco García Mota. Arriba en las columnas hay otras imágenes. También en el altar, detrás del ábside hay otras dos imágenes; asimismo en la fachada principal de la Catedral.

No hay una extensa iconografía en otros lugares de España. Existe un testimonio en el Colegio llamado de “Málaga”, en Alcalá de Henares; lo hizo un Obispo malagueño, Juan Alonso de Moscoso, en 1611. Es una réplica o una presencia de esta iconografía fuera de la Ciudad de Málaga.

7. Si observáis  las imágenes,  notaréis que los santos están atados y que son apedreados; y que hay unas rocas. El texto latino que habla del martirologio dice que están “inter saxibus”; estos mártires han sido apedreados, no decapitados. Paula además tiene las insignias de Virgen.

Según la tradición son dos mártires jóvenes, aunque no niños. Son martirizados en el mismo año que los santos niños Justo y Pastor, en Alcalá, llamada entonces “Cumplutum”.

Esto debe ayudarnos a todos a revivir nuestro compromiso cristiano, nuestro compromiso bautismal. A los sacerdotes de un modo especial, nuestro compromiso de ministerio sacerdotal, en este año sacerdotal que está terminando.

En esta Misa pedimos por todos nosotros, para que hagamos nuestro el testimonio de fiarse de Dios y poner nuestras vidas en manos de Dios, como hicieron Ciriaco y Paula. Amén.

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