DiócesisHomilías

Visita Pastoral a la parroquia de Santa Inés (Málaga)

Visita Pastoral del Sr. Obispo a la parroquia de Santa Inés, en Málaga
Publicado: 14/05/2016: 9592

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la Visita Pastoral a la parroquia de Santa Inés, en Málaga, el 14 de mayo de 2016.

VISITA PASTORAL
A LA PARROQUIA DE SANTA INÉS
(Málaga, 14 mayo 2016)

Lecturas: Jl 3,1-5; Sal 103,1.24.29-34; Rm 8, 22-27; Jn 7,37-39.
(Solemnidad de Pentecostés)

1. La creación necesita ser transformada
Estamos celebrando una fiesta muy hermosa y hemos llegado a la cincuentena pascual. El año litúrgico culmina, como centro y cima, en la Pascua; es la gran celebración del Misterio pascual, que durante la cuaresma preparamos y después en el tiempo pascual gozamos.

Esta Solemnidad de Pentecostés está dedicada al Espíritu Santo. Hay muchas fiestas sobre Jesucristo: la Navidad, el bautismo, la pasión, la resurrección, la ascensión. Al Espíritu Santo le dedicamos esta fiesta, la de Pentecostés.

El Espíritu Santo tiene mucha importancia; es el gran protagonista en el tiempo histórico después de la ascensión del Señor. En la carta a los Romanos, que acabamos de escuchar, dice: «sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto» (Rm 8, 22).  El mundo gime, está sufriendo y necesita la acción de Dios. El Espíritu Santo «acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8, 26).

Quienes piensen que con leyes y con instrumentos humanos van a cambiar la sociedad están muy equivocados; las leyes no eliminan el pecado en el mundo. El ser humano es frágil y estamos dañados por el pecado. Somos como manzanas dañadas, que, si nos descuidamos nos podrimos; no estamos sanos del todo y no sirven las teorías de la bondad natural del hombre, que sostienen que si fuera educado adecuadamente no cometería fallos. Todo ser humano hereda el pecado original y sus consecuencias. Por tanto, nuestra manzana está dañada y necesita un cuidado especial, porque de lo contrario se pudre; por eso, necesita ser renovada desde dentro.

La sociedad cambiará en la medida en que el ser humano, ayudado por la gracia, haga una conversión interior. La ley no cambia las personas; la ley prohíbe, castiga, pone barreras, previene; pero no sana.

2. Torrentes de agua viva
¿Quién cura las heridas de una humanidad, que sufre dolores, angustias, enfermedad, debilidad, pecado? ¿Los médicos, los políticos? Solo cura y sana la acción del Espíritu Santo con sus dones, con su gracia; con esa agua de que habla san Juan en el evangelio. En el diálogo de Jesús con la Samaritana le dice Jesús: si tú crees, yo te daré un agua viva que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4,10). Jesús nos ofrece un manantial de agua, que nos lleva hasta la vida eterna. Ese manantial es el Espíritu. Jesús, en el día más solemne de la fiesta, gritó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba; el que cree en mí; como dice la Escritura: de sus entrañas manarán ríos de agua viva» (Jn 7, 37-38). Y esto lo dijo también por nosotros, «refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado» (Jn 7, 39).

Cuando Jesús sube a los cielos, nos ofrece su Espíritu con sus sietes dones y sus frutos. Hay unos dones: sabiduría, ciencia, consejo, fortaleza, temor de Dios, piedad y entendimiento; son los que vais a recibir las confirmandas esta tarde, y que os transformarán por dentro. Y, ¿cuáles son los frutos? Son: paz, paciencia, benignidad, mansedumbre, fe, modestia, castidad,...

Quien recibe los dones del Espíritu produce buenos frutos. Cuando el agua de la lluvia o del riego esponja la tierra, la hace fecunda. Y cuando se siembra la semilla produce sus frutos gracias al agua.

La semilla sin agua no puede germinar.
Cuando el ser humano, dañado por el pecado, recibe el agua del Espíritu, queda esponjada su alma, acoge la Palabra de Dios y produce frutos buenos. Frutos que no son de odio sino de amor; no son de orgullo sino de humildad; no son de guerra sino de paz; no son de esclavitud, sino de libertad. Los confirmandos vais a salir de aquí transformados.

Me gusta poner el ejemplo del barro. Imaginad un cacharro de barro. ¿Vosotras comeríais en un plato de barro blando? (Respuesta de los confirmandos: no). Ese plato de barro está sucio. Pero cuando el cacharro de barro es puesto dentro de la mufla a 800 ó 900 grados de temperatura, ¿qué le ocurre a ese barro cuando se saca? Se convierte en una bella cerámica. Cuando el barro es cocido a altas temperaturas sale como una filigrana: figuras de cerámica que tanto nos encantan. Eso es lo que va a hacer el Espíritu con vosotros hoy. Habéis entrado como barro, pero saldréis como hermosas figuras de porcelana. Para ello tenéis que dejaros cocer; es decir, dejar que el Espíritu os transforme.

3. El fuego, signo de la presencia del Espíritu:
Cuando los discípulos estaban reunidos en el Cenáculo vino el Espíritu Santo y se hizo visible con el signo de las llamas de fuego en las cabezas de los apóstoles: «Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos» (Hch 2,3).

El Espíritu Santo es como el fuego. Hay muchos elementos de la naturaleza que nos ayudan a entender cómo es el Espíritu: es como el agua que fecunda; pero también como el fuego que purifica, limpia y transforma. Eso es lo que va a hacer con los confirmandos. Como el agua os va a fecundar con sus dones; y como el fuego os va a transformar y purificar. Esto es lo que vais a recibir en el sacramento de la confirmación.

4. La confirmación transforma y renueva
Hoy es un día hermosísimo por la fiesta litúrgica de Pentecostés, por la Visita Pastoral y por la renovación de la comunidad parroquial en unos cuantos miembros que van a quedar más hermoseados por el Espíritu y transformados. Esto da la fuerza para ser testigos ante el mundo.

Algunos ya sois testigos explícitos de la fe mediante vuestra labor como catequistas, pero también os va a dar fuerzas para dar testimonio en medio de la sociedad. A veces, nos cuesta dar testimonio y decir que somos cristianos, mantener y defender lo que significa la fe cristiana. El Señor os va a dar su fuerza para dar este testimonio.

Dios quiere que todos los hombres se salven. Y a los que Él invita a ser testigos de su Hijo Jesucristo, les da lo que necesitan. Nosotros no transformamos el mundo, ni nos transformamos a nosotros mismos; ni alcanzamos la santidad por nuestras fuerzas. Nos transforma el Señor, nos perdona el Señor y nos hace santos el Señor con la fuerza del Espíritu. Nosotros tenemos que dejarnos hacer; tenemos que corresponder a la acción del Espíritu. Pero nuestra correspondencia viene después de la intervención en nosotros del Espíritu.

Cristo se acerca a nosotros, porque toma la iniciativa siempre, y se nos ofrece. A nosotros nos toca corresponder a esa llamada; pero no somos nosotros los que lo elegimos o iniciamos nuestro camino. Somos llamados, somos invitados por Dios y con eso correspondemos.

5. Jornada de la Acción Católica y del Apostolado Seglar
En esta fiesta de Pentecostés, en toda España celebramos también la fiesta de los laicos asociados, el día de la Acción Católica y del Apostolado seglar; es decir, el apostolado de todos vosotros. Hoy es vuestro día, el día de los laicos y, de un modo especial, de los laicos asociados. Debemos tomar conciencia de la misión a la que hemos sido convocados. El anuncio del Evangelio es tarea que todos debemos asumir, convirtiéndonos en “evangelizadores con Espíritu”, como nos dice el papa Francisco en Evangelii gaudium (n. 262); es decir, evangelizadores que sustentan su trabajo en la oración confiada y en la acción del Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8, 26).

El lema de la jornada es “Los laicos, testigos de la misericordia”. En esta Jornada os pedimos a los laicos que seáis testigos de Cristo, de su Evangelio y de la misericordia de Dios. Estamos en este año celebrando el Jubileo de la Misericordia. Os corresponde ser testigos de la misericordia de Dios y de su amor.

En la solemnidad de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo, los cristianos pedimos los dones del Espíritu para ser valientes testigos del amor misericordioso de Dios, que nos lleva a ser misericordiosos como el Padre, como nos anima el papa Francisco: “donde quiera que hay cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (Misericordiae vultus, 12).

Los obispos españoles hemos escrito un mensaje para hoy y os animamos a todos a asumir ese testimonio de la misericordia de Dios. Cuando uno experimenta el amor, la misericordia y el perdón de Dios es capaz de dar testimonio de Él mismo. Si no lo vive, no puede ser testigo.

6. Visita pastoral
Deseo que la Visita Pastoral a esta parroquia de Santa Inés sea un momento de gracia del Espíritu y de renovación. Es hermosa la idea de que renovándose en unos cuantos miembros de la comunidad vosotros haréis que toda la comunidad quede más renovada.

Para ello necesitamos reorientar nuestra forma de vida, nuestra manera de vivir la fe, nuestra celebración litúrgica, nuestro estilo de evangelizar y la catequesis. En el encuentro previo hemos dado unas pautas, hemos comentado, hemos reflexionado juntos. Debemos abandonar ciertos modos de trabajo pastoral, que hemos utilizado durante décadas, pero que hoy en nuestra sociedad no son ya adecuados ni suficientes.

Os animo a retomar lo que hemos comentado en la asamblea parroquial, tanto en la evangelización, como en la catequesis, en la iniciación cristiana, en la vida litúrgica, en la formación permanente de las distintas edades. ¡Haced una reflexión a partir de la Visita Pastoral, para que poco a poco vayamos transformando la comunidad parroquia y la Iglesia!

Animo a toda la gente que no ha estado presente en la asamblea, para que también, como se dice vulgarmente, “se ponga las pilas”. Todos nos hemos de “ponernos las pilas”. Todos hemos de aportar nuestro granito de arena para transformar la comunidad parroquial y, naturalmente, la sociedad.

Os animo por tanto a todos a que vivir desde la fe y a dejarnos transformar por el Espíritu. Tenemos como modelo a la Virgen María, que hizo la voluntad del Padre, como Jesús su Hijo, y renunció a sus planes, dándonos de ese modo el mejor fruto: el fruto de su vientre fue el Hijo de Dios. A ver si somos capaces de alumbrar un poco a Cristo en nuestra vida como lo hizo Ella.

Ahora los confirmandos encenderéis una vela del Cirio Pascual, que significa Cristo resucitado; y haréis la renovación de las promesas del bautismo. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo