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Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, buscadora de la verdad

Santa Teresa Benedicta de la Cruz
Publicado: 09/08/2020: 20622

EL SANTO DEL VERANO

El 9 de agosto celebramos la fiesta de una de las figuras más impresionantes del cristianismo del siglo XX. Edith Stein nació en el seno de una familia judía en Breslau (actual Polonia) en 1891.

Desde muy joven fue una buscadora de la verdad que no encontró en la fe heredada. Como estudiante brillante, se refugiaba en los libros buscando hallar respuesta a todas las preguntas que su mente inquieta trataba de responder. Coqueteó con la Psicología y con la Historia, pero al final fue en el ámbito académico de la Filosofía donde encontró su sitio, siendo discípula aventajada de Edmund Husserl, padre de la Fenomenología. Fue la primera doctorada en Filosofía en Alemania, pero le negaron la cátedra por ser mujer.

Hubo dos hechos entonces que la conmovieron tan profundamente que provocaron su conversión. Uno, la forma en la que Pauline, esposa de su amigo Adolf Reinach (ambos cristianos) afrontó la muerte de este. Quedó impresionada por su entereza y fe. Más adelante diría: «Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo». El segundo, fue el encuentro casual con el libro de la vida de Santa Teresa de Jesús. Lo leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad», contó luego.

Tras su bautismo (1922) trató de ingresar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales se lo  impidieron. Comenzó entonces una época de fuerte actividad investigadora y docente que culminó en 1933 con su ingreso en el convento de Colonia donde tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.

Su origen judío provocó que, en 1942, la Gestapo fuera a buscarla al convento. El 9 de agosto de ese año, Edith Stein murió, junto a muchos otros de su pueblo, en la cámara de gas de Asuchwitz. Pudo por fin ver cara a cara a quien es La Verdad.

Y yo, ¿por qué no?

¿Qué lleva a una profesora universitaria moderna, culta, descreída y feminista como era Edith Stein a concluir con un “esta es la verdad” la lectura de la autobiografía de una monja del XVI?

Lo cierto es que ambas tuvieron mucho en común: fueron mujeres excepcionales, con sangre judía y espíritu inquieto, que tuvieron que bregar con un mundo dominado por hombres tantas veces mediocres, y que, tras un encuentro con el Crucificado, vieron brillar la luz que en su interior sabían que les llamaba.

Leer vidas de santos no es solo un interesante ejercicio cultural, sino una forma de propiciar el encuentro con el Señor a través de la experiencia de quienes lo tuvieron antes que nosotros. No se trata de copiar su carisma, porque la llamada a la santidad Dios nos la hace a cada uno según nuestros dones, sino de suscitar la pregunta: Y yo, ¿por qué no?

Antonio Moreno Ruiz

Periodista y portavoz de la diócesis de Málaga

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