NoticiaBlanco sobre Negro «El Chad y Tierra Santa me tocaron el corazón» Jesús David Hurtado, con el papa Francisco Publicado: 28/10/2019: 14441 Entrevista al sacerdote diocesano Jesús David Hurtado Giráldez, nacido en Torremolinos en 1982 y ordenado en 2010. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? Vivirla sería lo más lógico, pero a veces nos empeñamos en complicárnosla y complicársela a los demás. Vivir la vida con sencillez y profundidad creo que es un buen deseo y un buen reto. ¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote? A vivir se aprende, por supuesto: en familia, primero, y después en el cole, el barrio o el pueblo, con los amigos en la universidad… Y a ser pastor también se aprende. Se aprende entre la gente, se aprende de los errores y meteduras de pata, se aprende de lo que el párroco anterior hizo, se aprende de la sabiduría de los mayores, de los que echaron sus dientes en esa parroquia. Y yo ahora aprendo, de otra manera, a ser cura en un tiempo entre libros, sin comunidad parroquial, a la que tanto echo en falta, pero con otra comunidad, esta vez de hermanos en el ministerio. ¿Crees que sabes vivir? No del todo. Cada día aprendo algo, aunque sea pequeño, y me descubro que he de seguir aprendiendo a vivir, a saber aprovechar cada momento, a trabajar y a descansar, a gozar de los momentos de encuentro y también de las horas de soledad. ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste? Bueno, durante mi juventud viví una crisis de realidad, de ver que las cosas no iban a ser tal y como yo las soñaba, sino que eran así y tenía que aceptar la situación con paciencia. En esa crisis fue fundamental la cercanía de mi catequista de confirmación que, en medio de lágrimas, se sentó conmigo en el paseo marítimo de Torremolinos para escucharme y animarme. Ella fue mediación de ese Dios misericordia que salió a mi encuentro. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Gran, gran aportación, ninguna. Pero sí creo que he aportado y puedo aportar mucho desde lo que soy, y sobre todo desde los dones que Dios me ha regalado cuando los pongo al servicio del bien común y no me los guardo. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy? Según mi parecer, uno de los retos al que nos enfrentamos como Iglesia diocesana es el de aprender a estar y ser, más que hacer. A veces andamos más preocupados en hacer cosas que en vivir siendo creyentes, cristianos en medio de nuestros pueblos o barrios. Otros retos siguen siendo el diálogo con la sociedad, con la cultura. Y ahora, más que nunca, el pasar de la autorreferencialidad, a ser Iglesia en salida, despojada de sus seguridades. ¿Quién es Jesucristo para ti? Como pone en la base de un Corazón de Jesús al que mi abuela tiene gran devoción: “el Amigo que nunca falla”. ¿Quién dice la gente que eres tú? El de la risa inconfundible. ¿Te gusta complicarte la vida? Creo que a nadie le gusta complicarse la vida, pero yo a veces me la complico sin necesidad. Lo importante es que si te la complicas, sea por hacer un bien a alguien. ¿No se la complicó el mismo Jesús por todos nosotros? ¿Cómo te gustaría morir? En paz con conmigo mismo, con los demás, y con Dios. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? Que si ha sentido esa pasión en su corazón, no la deje apagar. Jesús, el Señor, nunca defrauda. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? La felicidad está sobrevalorada, y cada uno tenemos un ideal de felicidad que a veces provoca la infelicidad de otros. Creo más bien que estamos en este mundo para amar y ser amados. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote? Ahora mismo, en Roma, el ser un cura más entre muchos. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal? ¿Te apasiona? Lánzate. ¿Dónde encuentras la felicidad? En darme de corazón, sin reservas. ¿Rezas para tener éxito? Simplemente rezo, me pongo a tiro, me dejo interpelar… aunque siempre soy yo el que más habla. ¿Eres un sacerdote dócil? Me gusta trabajar en equipo y que cada uno aporte lo mejor que tiene para el bien común. ¿Qué es para ti el tiempo? Lo que más se valora y lo que nos falta siempre. ¿Cuál es tu viaje favorito? Me tocó el corazón el Chad y Tierra Santa. ¿Pequeños placeres? En Roma… ¡un gelato! Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? La verdad es que en los pueblos me agradaba llegar al final de la jornada a casa y estar solo. Durante el resto del día estabas con unos y con otros, y se agradece la paz del hogar. Aunque también de vez en cuando se echaba de menos a algún hermano en casa esperándote para compartir cómo te fue el día. ¿Un olor que recuerdes? Aceitunas molidas al despertar en la casa del pueblo de mis abuelos. ¿Un perfume que se cautive? Azahar. ¿Tu flor favorita? El lirio, por eso de Jesús y los lirios del campo. ¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero? La confianza de la gente en uno por el hecho de ser “su cura”. Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías? Que entre el idealismo y el realismo hay muchos colores más.