Pero, en simple observación callejera, resulta evidente que nuestros  muchachos están a la moda. La moda es su “libro de cabecera”. Esta juventud con aspecto iconoclasta y supuestamente superadora de casi todo, sigue al pie de la letra las líneas maestras dictadas por los intereses comerciales de las grandes firmas. En consecuencia, pierden, o se les roba, la capacidad de reflexionar, una actividad mental que precede al hecho de decidir. Sobre todo,  en una época de la vida en la que, como en ninguna otra, es especialmente importante aprender la esencia de los “porqués”. Dicho de otra forma, saber, preguntarse,  la razón de lo que se hace.  Por qué se hace lo que se hace si se me permite la redundancia. 

La moda nos está convirtiendo, desde la misma juventud,  en una  piara monocorde que solo reacciona al estímulo del objeto impuesto. O sea, no a lo que me gusta sino a lo que me hacen gustar. Dice muchas cosas más –interesantísimas por cierto-  la profesora De la Puente. Cosas que en nuestra sociedad, atronada por mil mensajes, pasan desapercibidas. Por ejemplo, que a miles de familias de clase media les interesa más la moda que la crisis. Esta cultura aglutina a la gente en torno al vacío, como dice el gran analista y sociólogo Gilles Lipovetski. Dice mucho de eso la razón que aporta el hombre medio para “tener”. Está contenida en  aquella frase espeluznantemente egoísta y televisiva que se repite una y otra vez en mil mensajes audiovisuales: «Porque yo lo valgo». No cabe nada más elocuente y persuasivo.