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Pilar Martínez: «Vamos a salir más fuertes y unidos»

Pilar Martínez López, médico intensivista y catequista en la parroquia de Santa Inés
Publicado: 04/02/2021: 23194

«Los testimonios y experiencias, en esta pandemia, son interminables. Todos los sanitarios podríamos escribir un libro, porque nos encontramos con situaciones extraordinarias todos los días», afirma Pilar Martínez, médico intensivista en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria y catequista de la parroquia de Santa Inés, en Málaga.

Pilar Martínez estudió Medicina en Valencia. Fue MIR de Medicina de Familia y Comunitaria. Trabajó en Urgencias y en el 061, y eso le sirvió para decidir formarse en el paciente crítico. Volvió a presentarse al MIR y se especializó en Medicina Intensiva. Ha trabajado en muchas UCIs y, desde 2008, está en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria. Es catequista en la parroquia de Santa Inés, en Málaga, donde acompaña a los niños, desde los 6 a los 9 años, hasta que reciben por primera vez la comunión, tarea pastoral de la que afirma ser «realmente “personal de apoyo” porque en la comunicación de la fe, los verdaderos protagonistas son los padres y abuelos».

“Cuidémonos mutuamente” es el lema elegido para la Jornada Mundial del Enfermo que se celebra el 11 de febrero, con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Lourdes. Es el mejor consejo en esta pandemia, ¿no es así?

Cuidar es algo característico de la persona. Hacernos cargo del más frágil ya sea un niño, un enfermo, un herido o una persona mayor, nos hace ser personas. Ahora con la pandemia, continúa vigente. Tenemos que cuidar con la mascarilla y distancia social para no contagiarnos nosotros, y no contagiar a los demás. El virus tiene la “mala baba” de que puedes ser contagioso sin tú saberlo, de forma que la mejor estrategia es pensar que todo el mundo puede contagiar. El virus no entiende de edad.

¿Cómo está viviendo esta nueva ola?

La nueva ola, en cuanto a casos y presión asistencial está siendo peor que la primera. El año pasado nos enfrentábamos a una enfermedad desconocida, y ahora ya sabemos más cosas del SARS CoV2. Actualmente, en mi hospital se han suspendido las cirugías programadas, el hospital es casi un monográfico de pacientes COVID, y las camas de críticos de han triplicado. El personal sanitario estamos trabajando más horas, y los médicos de muchas especialidades han tenido que vencer sus miedos, y reconvertirse en médicos COVID. Los intensivistas estamos acostumbrados a la enfermedad crítica en la que, si no se actúa de forma rápida desemboca en la muerte, pero el resto del hospital está viviendo situaciones dramáticas a las que no está acostumbrado. Para todos está siendo muy duro. Tengo la suerte de trabajar en un hospital “amable”, donde el ambiente es agradable y eso facilita todo.

¿Es difícil encontrar esperanza, encontrar a Dios en medio de esta pandemia, o ve signos de esperanza?

La esperanza nunca la podemos perder, ni el optimismo ni la alegría. La persona tiene un potencial infinito; muestra de ello son mis compañeros que veían cómo pacientes con las mismas características que ellos morían en la UCI, y eso no fue motivo para no echar un paso adelante y tratarlos a pesar del riesgo de contagio. Esta situación pasará y no sé si se nos olvidarán las horas infinitas de guardias de 24 horas, los pronos, las despedidas de los familiares por teléfono antes de intubarlos, las informaciones telefónicas… pero vamos a salir más fuertes, más unidos y más humanos.

El personal de los hospitales, los sanitarios, estáis agotados por todo el esfuerzo que venís realizando desde hace un año. ¿Cuál es vuestro mayor cansancio?

Lo que peor llevamos es lo mismo que el resto de la sociedad: la distancia social. Me explico. El virus ha traído a los hospitales unas condiciones excepcionales: la limitación de la visitas de los familiares. Esto conlleva que los pacientes estén solos, y que la información a sus allegados sea sólo telefónica. Son ingresos prolongados, con incertidumbre sobre la evolución, lejos de la familia, de los hijos, de los nietos… Lo peor, dicho por los propios pacientes, es la soledad.

No podemos vivir con miedo, pero sí tenemos que tomarnos muy en serio todas las medidas de seguridad, ¿algún consejo para vivir este tiempo con esperanza, con fe y con toda la seguridad posible?

Hoy día con la televisión, y las redes sociales tenemos todo a nuestro alcance. Por otra parte las parroquias, se han adaptado a las medidas que dictan las autoridades, y no lo digo solo por la disminución del aforo, la obligatoriedad de mascarillas y el gel hidroalcohólico, sino porque muchas de ellas realizan las actividades formativas a través de videollamadas. Nosotros desde hace unas semanas, damos la catequesis por plataforma.

Una situación, una experiencia, un testimonio que le ha llegado al corazón en este tiempo de pandemia.

Los testimonios y experiencias son interminables. Todos los sanitarios podríamos escribir un libro, porque nos encontramos con situaciones extraordinarias todos los días. Recuerdo de forma especial a una monja carmelita que estaba ingresada en la planta por neumonía bilateral por SARS CoV2. Fui a valorarla. Allí estaba ella con su oxígeno, muy tranquila. Le pregunté cómo se encontraba, y me contestó algo así: “Llevo toda mi vida dedicada a Dios y a los demás. Soy enfermera. He vivido en 18 países, y he conocido varias pandemias. ¿Sabes cuál es la diferencia con ésta? Que en las otras moría mucha gente, pero tenían un tratamiento conocido que… nunca llegaba! La gente moría y muere todavía por cosas sencillas. Aquí nos ha sorprendido el coronavirus y estamos asustados. ¡Tenemos que aprender tantas cosas!”

Encarni Llamas Fortes

Encarni Llamas Fortes es madre de tres hijos. Periodista que desarrolla su labor profesional en la Delegación de Medios de Comunicación de la Diócesis de Málaga. Bachiller en Ciencias Religiosas por el ISCR San Pablo.

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