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Los seglares y Pentecostés

Publicado: 11/05/2016: 1846

San Juan Pablo II escribía que el Concilio Vaticano II había sido «la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX» y «la brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza».

Cuando nos acercamos a los documentos conciliares, pensando en la vocación y misión de los fieles laicos, nos encontramos con espléndidas reflexiones sobre la naturaleza, dignidad, espiritualidad, misión y responsabilidad de los mismos. Los textos del Concilio Vaticano II además de afirmar con rotundidad la común dignidad de todos los miembros del pueblo de Dios en virtud del sacramento del bautismo, invitan a todos los cristianos a responder a la voz de Cristo y a progresar en el camino de la santidad. De este modo podrán ser testigos de su amor y de su salvación hasta los confines de la tierra en medio de las actividades cotidianas.

En realidad el Concilio describía la condición secular de los laicos no como un dato exterior, sino como algo propio y que conforma la misma identidad del hombre y la mujer que participan de la vocación laical. Es más, afirma que el mismo Verbo encarnado quiso participar de la convivencia humana. De este modo, el «mundo» se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos.

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