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Capítulo General Ordinario de la Congregación de los Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús (Colegio "Madre Asunción"-Málaga)

Publicado: 16/07/2014: 599

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Capítulo General Ordinario de la Congregación de los Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús celebrado en el Colegio "Madre Asunción"-Málaga el 16 de julio de 2014.

CAPÍTULO GENERAL ORDINARIO

DE LA CONGREGACIÓN DE LAS CARMELITAS

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

(Colegio “Madre Asunción”-Málaga, 16 julio 2014)

 

Lecturas: Is 10, 5-7.13-16; Sal 93, 5-10.14-15; Mt 11, 25-27.

1.- En la fiesta de la Virgen del Carmen celebramos esta Eucaristía, en la que pedimos a Dios por el buen fruto del XVIII Capítulo general ordinario de la Congregación de las Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús, cuyos trabajos vais a realizar bajo el lema: “El amor de Cristo nos apremia. Ahora es tiempo favorable, ahora es tiempo de salvación" (cf. 2 Co 6, 1).

            Vuestra Congregación, fundada en Málaga en el año 1924 por Madre Asunción Soler Gimeno, hoy Sierva de Dios, nacida en Quart de Poblet (Valencia-España), a pocos kilómetros de donde nació un servidor, tiene una estrecha vinculación con nuestra Diócesis. Fue el Beato Manuel González, entonces Obispo de Málaga, quien dio hizo el Decreto de erección, acogiendo y acompañando el inicio de esta nueva familia religiosa, presente hoy en varios países: España, Portugal, Venezuela, República Dominicana, Cuba, Mozambique y Kenya.

Vuestra misión en la Iglesia, según vuestras Constituciones, es dar gloria a Dios “sirviendo a los más pobres, a través de diferentes actividades en el campo pastoral y social, principalmente en la educación, cuidado de enfermos y ancianos y otras necesidades de los hombre”. Siempre hay muchas necesidades. El mismo Jesús nos dijo: «A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre» (Mt 26, 11).

            Os configuráis de modo especial a Cristo “desde una actitud orante, de radical fe y confianza en Dios, buscando por encima de todo su gloria; con un estilo de vida pobre, humilde y sencillo; en fidelidad a la Iglesia y a su misión en el mundo; solidarizadas evangélicamente con los más pobres y comprometidas con su liberación y salvación." (Constituciones, Art. 3).

2.- En estos días, en los que celebraréis el XVIII Capítulo General, deseáis reflexionar sobre la actualización de vuestro carisma fundacional. Ya conocéis cuál es el mejor modo de hacerlo: volver a las fuentes. Siempre que una institución o asociación quiere renovarse, la única manera es volver a las fuentes.

            Una mirada histórica a vuestras raíces, mirada serena y afectuosa a la vez, os ayudará a descubrir con mayor claridad la tarea que el Señor os pone hoy delante de los ojos.

La vida consagrada es un don de Dios a su Iglesia, que el Espíritu Santo ofrece en variedad de carismas y estados de vida: “Éstos serán tanto más útiles a la Iglesia y a su misión, cuanto mayor sea el respeto de su identidad (Vita consecrata, 4). En la medida en que seáis más “idénticas” a lo que el Espíritu propuso a Madre Asunción, en esa medida será más fecundad vuestra vida.

Queridas Hermanas, como nos dijo el santo papa Juan Pablo II, como personas consagradas sois interlocutoras privilegiadas “de aquella búsqueda de Dios, cuya presencia aletea siempre en el corazón humano (…), advirtiendo del peligro de confundirla con la búsqueda sutil de sí mismas o con la fuga en la gnosis. Toda persona consagrada está comprometida a cultivar el hombre interior, que no es ajeno a la historia ni se encierra en sí mismo. Viviendo en la escucha obediente de la Palabra, de la cual la Iglesia es depositaria e intérprete, encuentra en Cristo sumamente amado y en el Misterio trinitario el objeto del anhelo profundo del corazón humano y la meta de todo itinerario religioso sinceramente abierto a la trascendencia” (cf. Vita consecrata, 103). Ahí tenéis una línea abierta, que os puede ayudar a profundizar en lo que pretendéis.

3.- Recordad también los rasgos de la personalidad humana y de la espiritualidad de vuestra Fundadora, la Sierva de Dios Madre Asunción: - la actitud de amor, como donación de la propia vida y la preocupación por el otro, educando y corrigiendo “las simpatías y antipatías del corazón”; hay que amar con discernimiento procurando no amarme a mí mismo; - la práctica del silencio, para acoger el misterio de Dios que la habitaba. Nuestro mundo no sabe hacer silencio; nuestros jóvenes no saben hacer silencio y no pueden escuchar al Señor; - la actitud de humildad, con la intención de no destacar ni ser notado y aceptando la propia pequeñez. Como decía vuestra Fundadora: «Hijas, reconozcamos que no somos nada”; pero tal vez no nos los creemos o pensamos que somos “mucho”; - la pobreza evangélica, que lleva a un continuo desprendimiento de los bienes materiales, de las criaturas, de los cargos y misiones. Puede que nos guste hacer una tarea concreta, ir un lugar determinado o hacer una misión; pero debo realizar la voluntad de Dios, mediatizada por el superior correspondiente.

En el plano más espiritual y teológico apreciamos en Madre Asunción: - el cristocentrismo eucarístico, por el que contempla y adora a Cristo para configurarse con él; - el abandono y confianza en la Providencia divina, manteniendo una actitud de escucha y apertura a su voluntad. Como decía ella: “Estoy completamente abandonada en la Providencia divina”; - la contemplación de la infancia y de la pasión de Cristo, arraigados tradicionalmente en el Carmelo; - la espiritualidad mariana, exhortando a crecer en el amor a la Virgen María e imitando sus virtudes; - la experiencia de oración en todos los momentos y circunstancias del día. Se trata de una presencia permanente de Dios en nuestra vida.

            En fin, queridas hermanas, tenéis una buena escuela de espiritualidad, que os ayudará a profundizar y progresar en el camino de renovación del carisma fundacional.

4.- El evangelio de hoy nos ha recordado la cercanía de Dios hacia los humildes y sencillos; su preferencia por los que se saben pobres y necesitan de su amor. A los orgullosos los rechaza, pero a los humildes los colma de sus riquezas, como canta la Virgen María en el “Magnificat” (cf. Lc 1, 51-53).

            El Señor Jesús ora a su Padre y le da gracias por haber revelado su intimidad divina a quienes se sienten necesitados de su amor: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25).

            Ante Dios todos somos pequeñas criaturas, que dependemos totalmente de él. Ponernos en sus manos de Padre y fiarse plenamente de él resulta mucho más fecundo que confiar en nuestros propios planes y programas.

5.- No podemos enorgullecernos por los frutos que podamos recoger en nuestra actividad humana, congregacional o eclesial, como nos advierte el profeta Isaías: «Con la fuerza de mi mano lo he hecho, con mi saber, porque soy inteligente» (Is 10, 13).

No puede el instrumento jactarse de lo que hace, porque es otro quien lo mueve: «¿Se enorgullece el hacha contra quien corta con ella? ¿Se gloría la sierra contra quien la mueve? ¡Como si el bastón moviera a quien lo sostiene, o la vara sostuviera a quien no es de madera!» (Is 10, 15).

Somos instrumentos del Espíritu y la mayor fecundidad está en la docilidad a Él. A quien se crea poderoso y vigoroso el Señor lo debilitará, nos recuerda Isaías (cf. Is 10, 16).

6.- En la fiesta de la Virgen del Carmen le pedimos que nos ayude a descubrir los caminos fecundos de la humildad, de la fidelidad al propio carisma, de la aceptación de la voluntad de Dios en nuestra vida.

            El profeta Elías, que se refugió en el monte Carmelo, fue fiel a la misión que Dios le encomendó, trabajando por la pureza de la fe de Israel, en contra de la actitud idolátrica de su tiempo, protagonizada por la reina Jezabel y los profetas de los dioses baales. El Carmelo, donde se refugia Elías, es expresión de la fidelidad al Dios de Israel.

            Vuestra Congregación debe ser también expresión de la fidelidad al Señor y de la pureza de la fe ante tanta idolatría de nuestra sociedad.

Pedimos a la Virgen del Carmen que nos ayude a vivir la fe de manera auténtica; a ser mejores testigos del Evangelio de Jesucristo; a ser fieles al carisma congregacional; a cultivar cada uno el “carmelo” o “jardín interior” de la oración y de la intimidad con Dios.

Aprovechad este tiempo salvífico de la celebración del Capítulo general, que el Señor os concede; ahora es tiempo favorable (kairós), ahora es tiempo de salvación (cf. 2 Co 6, 1). Pedimos por los buenos frutos de vuestro Capítulo general.

            ¡Santa María del Carmelo, Estrella de la nueva evangelización, ruega por nosotros y ayuda a esta Congregación a vivir gozosamente la misión que se le confía! Amén.

 

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