NoticiaAdviento Oraciones para la corona de Adviento Publicado: 02/12/2017: 27305 Moniciones para el encendido de la corona de Adviento en los próximos cuatro domingos. Primer domingo de Adviento Señor, queremos creer que estamos volviendo con nuestra peor y nuestra mejor historia. Conocemos este camino del Adviento de memoria pero igual nos sorprendemos. ¡Hay tanto siempre que no llega nunca! ¡Tanta osadía y tanta paz dispersa! ¡Tanta luz que era sombra y viceversa! Encendemos, Señor, esta luz, símbolo de esperanza, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que viene. En esta primera semana del Adviento queremos esperarte preparados. Muchas sombras nos envuelven. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda, la alegría más verdadera. Segundo domingo de Adviento Señor, la esperanza tan dulce, tan pulida, tan triste. La promesa tan leve, tan sumisa, tan débil. Ese tipo de esperanza y promesa dista mucho de lo que expresaron los profetas de Israel. Ellos expresaron una esperanza contundente y una promesa clara. Nosotros, como símbolo, encendemos en este segundo domingo de Adviento dos velas: el viejo tronco está rebrotando, florece el desierto. La humanidad entera se estremece porque Dios se ha hecho sangre y tiempo. Señor, que cada uno de nosotros, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza y la promesa. Tercer domingo de Adviento Señor, cuando las tinieblas se iluminan, entonces las paredes se acuarelan, el cielo raso se convierte en cielo, las telarañas vibran en su ángulo, los almanaques dominguean y los ojos felices y felinos miran y no se cansan de mirar. En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar. Preparad sus caminos, porque ya se acerca. Señor, al encender estas tres velas encendemos nuestro deseo de ser luz para la tiniebla, esperanza para el mundo, testigos de la promesa. Cuarto domingo de Adviento Señor, quienes llevamos en el alma las dudas escondidas y cuando tenemos las alas de la ilusión caídas, las manos maternales en nuestro pecho son como dos alas quietas sobre nuestro corazón. Las manos de la Madre saben borrar tristezas e instalar esperanza. Las manos de la madre perfuman con ternura, luz y promesas. Señor, al encender estas cuatro velas, en el último domingo, encomendamos la próxima Navidad en las manos de nuestra Madre María, Santa María de la Victoria, patrona de la Diocesis de Málaga. En sus brazos encontraste la cuna más hermosa. Nosotros queremos vivir la celebración de la inminente Navidad junto a nuestra Madre, y hacerlo con esperanza, esperando en la promesa hecha niño otra vez, con la lámpara de nuestra alma, apiñados al calor de la Madre.