DiócesisSemblanzas Semblanza de Lisardo Guede Publicado: 03/04/2013: 12060 SEMBLANZA DEL RVDO. D. LISARDO GUEDE FERNÁNDEZ Málaga, 9 de Abril de 2.012 Misa de corpore insepulto, Parroquia de S. Lázaro. Ayer, lunes de Pascua, mientras la Iglesia llena de gozo y alegría por la Resurrección del Señor, canta al amanecer: “La muerte, en huida, ya va malherida. Los sepulcros se quedan desiertos. Decid a los muertos renace la vida y la muerte ya va de vencida”. Nuestro hermano D. Lisardo era llamado a la casa del Padre, con una muerte dulce y apacible, después de unos días de una leve enfermedad. Hasta en este trance tan doloroso el Señor ha sido misericordioso con él. El cardenal Newman, al comentar estos acontecimientos del Señor, escribe: “Accedió, el Señor, al país de la paz y la alegría, a la luz pura, a la morada de los ángeles… allí entró dando así a sus hermanos la posibilidad de unirse a él…”. Esta es la esperanza que nos mantiene firmes ante la muerte y por ella sabemos que D. Lisardo ha accedido ya al país de la paz y la alegría. Es la luz que nos penetra y da consuelo en horas difíciles y duras para sus hermanos que ya mayores no han podido desplazarse para el funeral, sus sobrinos presentes entre nosotros, sus amigos y también para sus hermanos sacerdotes especialmente los de la Casa Sacerdotal con quienes vivió en familia tantos años. D. Lisardo Guede Fernández, nació en Marzas, pequeña parroquia de Ourense, el 2 de Agosto de 1.925. Sus padres Emilio y Camila cultivaban la tierra y saben sembrar también en el corazón de sus hijos la fe cristiana recibida de sus mayores. El Señor encontró un campo interior bien cuidado donde sembrar la semilla de la vocación pues dos de sus hijos se hicieron religiosos D. Lisardo mercedario y su hermano que aún vive salesiano. Los primeros años de su andadura como religioso, postulantado y noviciado los vivió en la casa de la Orden Mercedaria en Poyo, Pontevedra; siempre que volvía de vacaciones al pueblo y durante un tiempo que interrumpió su formación, no solo ayuda en las labores del campo a su familia sino que en la noche y en la cocina del hogar enseña a leer a sus compañero de la infancia incluso mayores que él, ya despuntaba su vocación de servicio. Se ordenó sacerdote el 22 de Marzo de 1.958 en Sarriá donde ejerció algunos años, siendo después Madrid su nuevo destino por un breve tiempo. Llega a nuestra Diócesis de Málaga en el 1.969 y es acogido por el Obispo de entonces D. Ángel Suquia que le envía de vicario parroquial a Stº. Domingo y Capellán de las Siervas de Maria de la ciudad. A D. Lisardo le gusta Málaga, su clima, su paisaje, sus gentes por ello a los pocos años decide incardinarse en la Diócesis haciendo la opción de quedarse en ella de por vida. Sabemos de este amor a estas tierras malacitanas por sus escritos sobre pueblos, ermitas, personajes ilustres de nuestro entorno. Durante varios años fue párroco de Cañete la Real y encargado de Serrato, atendiendo también a las Carmelitas Calzadas. Allí D. Lisardo vuelve a rememorar la vida tranquila y sosegada de los pueblos pequeños, y estos valles y sembrados les recuerdan a los de su Galicia natal sin duda más verdes y húmedos. Pronto viene a vivir a la ciudad y en ella le encomiendan la atención a los enfermos en el Hospital Civil al mismo tiempo que ayuda en la P. de San Felipe Neri, pero desde el año 1.976 será la P. de S. Lázaro dónde el va a realizar su labor sacerdotal hasta que ya por los años las fuerzas le fallan. Sin duda todos los feligreses que en este momento estáis presente para orar por su eterno descanse, habéis sido testigos de su celo pastoral, de su atención espiritual, de sus homilías breves para llenas de unción y de sabiduría de vida. D. Lisardo que nunca perdió su identidad gallega incluso conservó el acento al hablar, tenía en su personalidad un rasgo de castellano antiguo que le llevada a ser escueto en la expresión y muy reservado en sus sentimiento, dando la impresión de sequedad en el carácter, pero tenía un mundo interior rico en sentimientos y sensibilidad. Desde aquí atendió a los niños y jóvenes del Colegio de los Hermanos Maristas tan vinculado a esta parroquia, a la Cofradía del Rocio y a los seglares de la asociación “Familia de S. José” cuyo carisma nace promovido por las hermanas del S. José de la Montaña. Nunca se cansó de repetir que cien veces que naciera, cien veces sería sacerdote, esa fue su única y verdadera vocación pero tuvo otra gran pasión los libros, la historia y los archivos. Por ello viendo D. Ramón Buxarrais estas cualidades le nombró Archivero del Obispado y también pocos años después, Cronista de la Diócesis de Málaga. Creo que todos estamos de acuerdo de que en esta tarea nuestro hermano disfruto y se sintió realizado, prueba de ello es el gran trabajo de investigación y posterior publicación que nos ha legado: sobre los Martires, los patronos de Málaga S. Ciriaco y Stª Paula, Crónicas de los eventos eclesiales. Él le tenía especial cariño a un pequeño opúsculo sobre la figura de S. José en la Biblia, que siempre regalaba a sus amigos, sin duda por la devoción que le tuvo al esposo de la Virgen y por su deseo de darlo a conocer. También colaboro de bibliotecario en el Seminario ordenando la biblioteca con mayor rigor y en los últimos años incluso con problemas de movilidad pasaba las horas en la pequeña biblioteca del Instituto de Ciencias Religiosas S. Pablo. D. Lisardo nunca se sintió solo, el Señor fue el compañero que nunca falla a lo largo de toda su vida, nos decía el otro día en el hospital, pero también estuvo rodeado de personas que le han querido y cuidado; las hermanas Mercedarias de la Caridad que atienden la casa sacerdotal que quizás por compartir carisma congregacional siempre le han mimado tanto;gracias hermanas por el servicio tan generoso que prestáis a los sacerdotes, el presbiterio de Málaga os lo agradece de corazón; sus amigos que nunca dejaron de llamarlo o visitarlo, especialmente Salvador que en estos últimos años ha sido sus pies, siempre lo sacaba de paseo y a veces también sus manos, sin duda que es el Señor el que infunde tanto amor en los corazones por ello ahora le damos gracias por la vida y el ministerio de D. Lisardo y por toda la generosidad que genero a su alrededor y lo hacemos recordando el pequeño poema que para celebrar sus bodas de oro él escribió, se titula, Soy Sacerdote: Medio siglo va, Señor/que mis manos son tu altar/mis labios, tus pregoneros/mis pies, carro de tus gracias/mi vivir, luz de tu pueblo/yo, aquí tu sacerdote/Y tú, mi Dios en el Cielo. Antonio Collado Delegado para el Clero Autor: Antonio Collado, delegado para el Clero Más artículos de: Semblanzas Luis García Cerezo, «luchó para que el Señor fuera adorado día y noche»Semblanza del sacerdote Juan González Arrabal Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir