Día 4: María, modelo de entrega a Dios Publicado: 02/09/2012: 5030 Si nos acercamos a la biografía de Santa María de la Victoria descubrimos en ella una mujer de una alegría profundamente serena porque sabe en manos de quién ha puesto su confianza. Hay que estar atento a la llamada a la alegría que brota del corazón humano desde la infancia hasta la ancianidad, como un presentimiento del misterio divino a vivir en la continua alegría. Mantén siempre un sueño por encima de todo para que no muera tu alma. El anhelo de la alegría es un anhelo permanente en el corazón del ser humano y, no te engañes, la mujer, el hombre descubre la alegría y felicidad permanente cuando se siente y se sabe propiedad de Dios. En María de Nazaret encontramos un ejemplo real, de carne y hueso. ¿No te has dado cuenta que lo Dios quiere es lo mejor para ti? ¿Por qué te empeñamos una y otra vez en acampar a tus anchas? Dios desea que tú seas feliz. Deseó ardientemente, pasionalmente que María fuese feliz. Dios no quiere nada malo para nosotros ni para los demás, aunque eso sí, quizá lo que nos llegue a pedir pueda suponer que ejerzamos cierta violencia en nuestro interior. Pero merecerá la pena. Será el momento de agachar la cabeza, replegar nuestra voluntad desde la libertad y como Santa María de la Victoria decir: “aquí está el esclavo, la esclava del Señor; que se haga como dices.” Hoy algunos sacerdotes de nuestra diócesis celebramos el aniversario sacerdotal. No siempre es fácil asumir la voluntad de Dios en la vida, pero te aseguro que cuando la asumes desde el amor eres la persona más alegre y feliz que pueda haber sobre la faz de la tierra. La libertad de los hijos de Dios es un bien que podríamos saborear intensamente si realmente descubrimos que Dios nos quiere libres y alegres. Porque nos ama. Porque nos quiere. Una libertad que nos hace más plenos y humanos. ¿La clave? El sí a la voluntad divina. Te lo repito. No te engañes: si cada mañana dices sí a la voluntad de Dios, si cada atardecer, en cada anochecer dices sí a la voluntad de Dios, casi imperceptiblemente experimentarás la libertad porque estarás viviendo en la verdad y consecuentemente vivirás libre y alegre en medio de las dificultades que la vida te estampa contra la cara. Y descubrirás de pronto que tienes un tulipán en tu casa, y unas velas y una alfombra limpia. Vivirás con el corazón en el cielo pisando la tierra. Y además testimoniarás con su vida que se puede vivir de otra manera en medio de tanto espectro de crisis. Nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto. Y somos los cristianos, los testigos de la resurrección como Santa María de la Victoria, quienes privilegiadamente podemos testimoniar la alegría que brota del interior cuando te entregas a la voluntad de Dios. Afirmaba San Felipe Neri, el santo de la alegría: “Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace”. El encuentro con Cristo vivo es lo que realmente puede colmar el ansía de felicidad del corazón humano. Un encuentro que está llamado a darse cada día en lo cotidiano de modo que vivamos nuestra llamada a la santidad envueltos en la contemplación. Es necesario, como experimentó la Santísima Virgen, tener una actitud contemplativa a diario. Pararse y contemplar, guardar las cosas en el corazón; en el leb, en el interior; en lo más profundo y descubrir la alegría que supone vivir y saberse amado. Y sentirse con la capacidad real para amar. El problema surge cuando el ser humano desacraliza el universo y pretende cortar el lazo vital que lo une a Dios. Dios entonces parece abstracto, “algo debe existir”, dirán algunos. Y Dios no es algo. Es Alguien que te ama como eres. Sin condiciones. Gratuitamente. Sin que la gente sepa expresarlo al ser humano le pesa el silencio de Dios. Necesita de Dios. Muéstraselo con tu vida aunque sintamos infinitos nuestros conflictos. El hombre puede saborear la alegría acercándose a Dios a través de la belleza y apartándose del pecado. Te lo repito: el hombre puede saborear la alegría acercándose a Dios a través de la belleza y apartándose del pecado. Nadie queda excluido de la alegría mostrada por el Señor Resucitado. Una alegría esta de la resurrección que celebramos especialmente cada domingo y que se experimenta de manera plena cuando se identifica su fuente: el conocimiento de Dios y el asumir su voluntad en la vida. Pero eso cómo se hace: orando diariamente durante largo tiempo. Cómo se va a construir el Reino de Dios en la diócesis de Málaga si pesa más nuestra voluntad o intereses que los deseos de Dios. Unos deseos las más de las veces desconocidos para nosotros por falta de oración. Antes de tomar una decisión, reza; antes de dar una respuesta, reza. Si Santa María de la Victoria, la patrona de nuestra diócesis y la ciudad de Málaga, irradia paz, alegría y disponibilidad, se debe al amor con el que se sabe amada gratuitamente por el Padre. Y precisamente desde esa confianza que le aporta el saberse y sentirse amada porque sí cumple la voluntad del que le ha enviado. Ella una joven humilde de Nazaret comprendió que Dios hace maravillas en ella sin que el discurrir aparente de su vida salga del curso ordinario. Y por eso medita hasta los más pequeños signos de Dios, del guiño de su Señor, guardándolos dentro de su corazón. María, es la causa de nuestra alegría porque es la Madre del «sí»; ella ha escuchado a Dios: a su Hijo Jesús y conoce el timbre de su voz y los latidos de su corazón. Pídele que te hable de Él que te cuente cómo es el camino para seguirle por la senda de la fe. Que Santa María de la Victoria te hable de Jesús, para que la frescura de la fe brille en tus ojos y caliente el corazón de quien se encuentra contigo. Que te ayude a llevar la alegría al mundo y, como en Caná de Galilea, aprender a hacer sólo lo que Jesús diga. Autor: diocesismalaga.es