«Dos realidades pastorales muy positivas»

Publicado: 14/08/2012: 2079

•   Carta de Verano (1980)

 Queridos amigos:

Este año os adelanto la Carta de Verano.

Puede resultar, como me decía un amigo que vio el borrador, un número más de un imaginario acto de final de curso. Sí, un final de curso que nos obliga a mirar atrás con humildad para congratularnos por los aciertos y reconocer, también, los desatinos. Una etapa que termina y que nos invita, asimismo, a fijar nuestra mirada hacia adelante, hacia el futuro inmediato, para continuar colaborando en la marcha del Reino de Dios, con los pies firmes sobre las experiencias aleccionadoras, y con la mente lúcida y el corazón generoso para seguir abriendo nuevos caminos a recorrer.

Dos realidades positivas

Mirando hacia atrás, veo dos realidades pastorales muy positivas. -El progresivo interés por la catequesis dada en la misma parroquia

o comunidad cristiana, y cuya organización, superando exclusivismos de presbíteros y religiosos, cae ya sobre la responsabilidad de seglares cons­cientemente preparados. Parece ser que cada día son más numerosos los padres, él y ella, que colaboran en este campo pastoral; las «mamás cate­quistas», se perfeccionan, y muchos jóvenes militantes se inician en el apostolado ya como catequistas de la Eucaristía y Confirmación, ya como monitores de movimientos infantiles y juveniles.

-La otra realidad positiva es el esfuerzo sincero, a veces crítico y audaz, que, junto a religiosas y seglares, habéis puesto, para que se diera el primer paso en lo que venimos llamando Encuentros Diocesanos (Asamblea); encuentros que, como ya se os ha dicho, comenzarán el próxi­mo Octubre.

Una doble preocupación

Sin embargo, en aras de vuestro celo pastoral, sobre todo en lo que al campo de la catequesis pre-sacramental se refiere, me surge una doble preocupación que, con la confianza de amigo, quiero manifestaros abier­tamente.

Parece cundir entre nosotros un cierto desencanto o falta de ilusión apostólica. Es posible que sea debido, entre otros muchos factores, a lo que podríamos llamar «desubicación del ser y misión sacerdotal». Más de uno se siente golpeado por interrogantes como: «¿quién soy?», «¿qué debo hacer?», «¿para qué sirve lo que hago?»...

En algunos casos el desencanto o desilusión llega a convertirse en verdadera angustia.

Según testimonios confidenciales, este estado interior viene dado, sobre todo, por el peso de «funcionarios» que algunos sacerdotes sienten con relación, de una manera especial, a la administración de sacramen­tos.

Por un lado, la fidelidad a la propia conciencia, y, por otro, lo que podríamos llamar «demanda inconsciente» de sacramentos por parte de una gran mayoría de malagueños, llega a producir tensiones, discusiones y aun enfrentamientos entre nosotros y quienes dicen ser cristianos.

Por otra parte, son cada año más los diocesanos que vienen a verme para quejarse de lo que ellos llaman «imposiciones del señor Cura»; im­posiciones que juzgan arbitrarias. Es cierto que un buen número de estas visitas las constituyen personas que podríamos considerar como influ­yentes en el campo social, económico y político. Pero, no faltan tampoco personas muy sencillas. Y si no vienen más, como me decía hace poco un albañil, es porque no saben a quién dirigirse, ni cómo expresarse. Sim­plemente, ante su impotencia, se limitan a callar y a soportar, mientras los «pequeños poderosos» buscan y encuentran solución a sus deman­das religiosas.

Con esto tenemos planteado un complejo problema pastoral que, de alguna manera, los Encuentros Diocesanos (Asambleas) deberían estudiar.

Si en esta Carta de Verano quisiera abordar esta problemática, sería demasiado prolijo. Además, sin vuestra colaboración, me siento incapaz de hacerlo.

Un folleto interesante

Sin embargo, para que vosotros y yo sigamos reflexionando, oran­do y dialogando sobre el problema pastoral expuesto, me ha parecido oportuno adjuntaros con mi carta el estudio sobre Religiosidad Popu­lar, de José María Galvany. En él he visto intuiciones que, a mi parecer, son muy acertadas y pueden ayudarnos a afrontar con sinceridad nues­tra relación de sacerdotes con el que el autor llama «hombre común» (págs. 21 a la 32). Es interesante, además, lo que José María Galvany lla­

ma pastoral extra-sacramental (págs. 44 a la 46).

Y nada más, queridos amigos.

Con el deseo y la oración de que este verano pueda ser para todos un tiempo de merecido descanso, os saluda cordialmente,

Málaga, Junio de 1980. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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