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Los esposos, testigos del amor de Jesucristo

Publicado: 11/05/2011: 6525

Durante los últimos años ha disminuido el porcentaje de parejas que se casan por la Iglesia. Pero también se advierte, en los que piden este sacramento, una conciencia más lúcida y una responsabilidad mayor ante el mismo. Pues Jesucristo se hace presente en el amor de los esposos y lo transforma.

No es un rito más, sino que “el Salvador sale al encuentro de los esposos” para “sanar, perfeccionar y elevar el amor conyugal con un don especial”. Sin perder su identidad personal, marido y mujer se convierten en “una sola carne”. Siguiendo a Cristo en los gozos y sacrificios de su vocación, los cónyuges están llamados a ser testigos de su amor. El matrimonio es su camino de santidad. Un camino difícil, pero lleno de belleza. Sobre las bases humanas del diálogo, la confianza, la ternura, la paciencia, la comprensión, la fidelidad y la ayuda mutua, se van configurando con la Santa Trinidad, hasta formar un nosotros fecundo, que se prolonga en los hijos y en los nietos.

Como matrimonio, tienen su camino propio, que se concreta en la espiritualidad conyugal. El amor que se manifiestan con el cuerpo y el alma, la vida diaria en relación, la entrega que comienza en la familia y llega a quienes los necesitan, la contribución a la alegría del hogar, la lectura compartida de la Palabra de Dios, el don de sí mismos que culmina en la Eucaristía del domingo y el compartir todo, son algunos elementos de su espiritualidad. Todo lo que fomenta su entrega y su unión, es un signo cierto de que caminan tras los pasos de María y de José. No basta con que cada uno sea un santo por su parte, sino que están llamados a santificarse mutuamente. Y fue Juan Pablo II el que tuvo la audacia de beatificar a un matrimonio como tal matrimonio.   

Artículo "Desde las azoteas" de Juan Antonio Paredes

 

Autor: diocesismalaga.es

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