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Funeral del Rvdo. Fabián García García (Cementerio-Málaga)

Fabián García, durante la entrevista · Autor: S. FENOSA
Publicado: 28/02/2016: 8134

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral del Rvdo. Fabián García García el 28 de febrero de 2016 en el cementerio de San Gabriel en Málaga.

FUNERAL DEL RVDO. FABIÁN GARCÍA GARCÍA
(Cementerio-Málaga, 28 febrero 2016)



Lecturas: Ex 3, 1-8.13-15; Sal 102, 1-8.11; 1 Co 10, 1-6.10-12; Mt 25, 31-46.

1.- La zarza ardiente sin consumirse
En la primera lectura del libro del Éxodo, que la liturgia de este tercer domingo de Cuaresma nos ha presentado, aparece la figura de Moisés que es atraído, llamado por Dios con unos signos visibles.
Cuando llega al Monte Horeb pastoreando el rebaño de su suegro contempla una zarza ardiente que no se consumía (cf. Ex 3,1-2). No es normal que un arbusto esté ardiendo y no se consuma. Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza» (Ex 3,3).
Ahí el autor sagrado está queriéndonos decir un significado que está más allá de la realidad. La llama ardiente está haciendo referencia al fuego del amor de Dios. Está haciendo referencia a la luz, que es Cristo.
Quisiera unir la celebración que estamos haciendo en favor de nuestro hermano Fabián con este gesto de la lectura. Moisés es llamado a una misión a partir de esa visión, de esa contemplación de la zarza ardiendo. El Señor le envía para que ilumine a sus paisanos, a su Pueblo, al Pueblo con el que el Señor ha hecho alianza, con el que lo ha amado y quiere seguir amándolo a pesar de sus infidelidades.
Si hacemos una metáfora, Fabián, como hemos escuchado en la semblanza espiritual, contempló una zarza ardiente, contempló la luz de Cristo que iluminó su corazón ya de joven. Por supuesto, le iluminó en el bautismo, por eso hemos encendido el Cirio Pascual símbolo de esa presencia de luz de Cristo resucitado y que todos hemos recibido esa llama en el bautismo; cuidado que no se apague.
El Señor llamó a Fabián y nos llama a todos a una misión: a ser iluminados por la luz de Cristo y a compartir esa luz con los demás, a propagar esa luz.
La llama que no se apaga, la luz de Cristo, la Palabra de Dios por mucho que intenten apagarla no pueden hacerlo. La fe, el amor y la esperanza cristiana son las tres virtudes teologales que nos sintonizan con Dios; por mucho que la ataquen, no se puede apagar. No se consumen. El amor no se consume nunca, el amor auténtico es eterno, el amor no acaba ni lo acaban. No es eso lo que suena en nuestra sociedad. Por el contrario, en la sociedad se predica que el amor termina, que la luz ya no alumbra, que la Palabra no sirve.
Nuestro hermano Fabián fue un ministro de esa Palabra. Hemos puesto los Evangelios encima de sus restos mortales recordando su missio de proclamar la Palabra, anunciarla a los cuatro vientos y que no la hace callar nadie. Ni la luz que es Cristo, ni la Palabra que es Cristo, pueden acallarse. Es como la zarza que arde y no se consume, nunca se apaga. El amor verdadero nunca se apaga y la Palabra de Dios seguirá resonando en la Humanidad hasta el final de los tiempos. Y no se apagará nunca, nadie podrá acallar esa Palabra.
Siempre habrá ministros, sean fieles laicos, sean diáconos, seamos sacerdotes, siempre habrá ministros que seguirán proclamando esa Palabra y anunciando esa Luz, siempre.
Queremos agradecerle a Dios ese ministerio que le confió de transmitir la luz de la fe a través de los sacramentos y de predicar la Palabra de Dios.

2.- Enviado a liberar a su pueblo
Moisés cuando escucha la voz del Señor le dice: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). Sus hermanos estaban cautivos, estaban mal, estaban sufriendo y el Señor que los ama los quiere liberar.
Hay muchas cadenas. Todos tenemos alguna cadena que nos ata y que nos aleja del verdadero amor, pero tenemos coetáneos y paisanos encadenados y ciegos que no quieren saber nada de Dios.
El Señor ha visto la opresión, la ceguera, la enfermedad, la lejanía de tantas personas que no han descubierto aún la luz de Dios. Ahí tenemos todos una tarea como Moisés.
Moisés se resiste y presenta sus dudas: “mira Señor que no sé hablar, que soy tartamudo, que no me va a escuchar el faraón, que no me van a acoger mis hermanos, ¿qué les digo? ¿Qué voy a hacer?” (cf. Ex 4, 1; 10). ¿Recordáis cuando el párroco de María Madre de Dios nos decía que Fabián se resistía cuando se le propuso la misión diaconal? Es lógico, nos resistimos todos porque esa misión nos sobrepasa, es algo mucho más grande que nuestros propios proyectos que se quedan chicos ante la voluntad del Señor.
Todos nos resistimos, todos; pero al final, Moisés bajó a Egipto. Y al final Fabián aceptó la invitación de D. Ramón Buxarráis, Obispo de la diócesis de Málaga. Y, ¿cuál es el resultado? El haber vivido las bienaventuranzas, felices vosotros, que es el núcleo de la predicación de Jesús. Felices vosotros porque vivís aceptando la realidad, la limitación, la pobreza, porque sois mansos, porque sois pacíficos, porque buscáis la paz, porque sabéis aguantar, porque sabéis daros (cf. Mt 5, 1-12).

3.- Las obras de misericordia
La versión de las Bienaventuranzas en el Evangelio de hoy son las obras de misericordia. La traducción concreta son las obras de misericordia que hemos escuchado del Evangelio de San Mateo. «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25-34-36). Ese fue el lema de su vida y ese debe ser el lema de nuestra vida.
No creo en las casualidades, sino en la Providencia. ¿Por qué ha querido llevarse el Señor a nuestro hermano Fabián en este tiempo? Antes hacía referencia D. Antonio, el párroco, a que el Señor se lo ha llevado en sábado, el día de la fiesta de la Virgen, la Virgen lo ha acompañado. Pero, ¿por qué en este tiempo? ¿Por qué en este año jubilar? Y, ¿por qué en cuaresma?
El Papa nos ha convocado en este año Jubilar para que vivamos precisamente las obras de misericordia y la hagamos como lema de nuestra vida. En el Año de la Misericordia nuestro hermano ha sido llamado a gozar definitivamente de la Misericordia del Padre porque hizo de las obras de misericordia el plan de su vida. Tiempo para los demás el que fuera necesario.
La última vez que hablé con él, nos vimos un buen rato tranquilo, me decía lo gozoso que estaba haciendo el servicio aquí en el Cementerio, la paz que lograba, la alegría que vivía. Esa paz y alegría la transmitía a las personas que como nosotros hoy estamos aquí porque hemos perdido un ser querido. Son momentos difíciles, muy difíciles, pero cuando se viven desde la fe y desde el amor en esa salida hacia los demás, hacia los más necesitados la recompensa es infinita, es enorme.
Le agradecemos a Dios el que nos haya regalado a nuestro hermano como fiel cristiano, como fiel creyente, como laico, como esposo, como padre y también como diácono. Ha sido un regalo para la diócesis de Málaga y para la Iglesia.
Y nos invitamos mutuamente a responder con fidelidad y alegría a esa llamada que cada uno hemos recibido y estamos recibiendo. No pongamos resistencias, aceptemos la invitación del Señor y procuremos darnos lo mejor posible.
    Le pedimos al Señor que ahora lo acoja, lo ponga a su derecha, que lo lleve con sus ángeles y que le acompañe la Virgen María ante el trono de Dios. Que le dé a contemplar ahora la luz que aquí vislumbró desde la fe y que procuró transmitir a los demás. Que así sea.

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