NoticiaCoronavirus ¿Qué hemos aprendido con esta pandemia? Rosa Aguilar, Francisco Sánchez, Mª Carmen Gil y Enrique Mateo Publicado: 27/07/2020: 16601 «Esta pandemia nos ha cambiado la vida», «100 días de estado de alarma, 70 encerrados en casa… no soy el mismo de antes», estas y otras frases son muy comunes en nuestras conversaciones tras la experiencia de confinamiento, enfermedad, dolor e incertidumbre vividas desde el pasado 14 de marzo. Pero… ¿en qué se concreta ese cambio? «La importancia de los cuidados, el valor del hogar y el don de la fe» «A abrir los ojos ante las necesidades de los demás» Rosa, Enrique, Mª Carmen y Francisco explican lo que han aprendido y lo que más valoran en esta pandemia que amenaza al mundo entero. Rosa Aguilar es feligresa de la parroquia de El Salvador. Durante la pandemia no ha dejado de trabajar, pues su profesión es de las esenciales, al lado de los más vulnerables; incluso ha vivido en su propia carne el contagio con el coronavirus, aunque de forma asintomática. «He aprendido a valorar y dar gracias a Dios por todos los regalos que me hace diariamente: familia, fe, comunidad, amigos, el calor del hogar, el trabajo, la libertad… que muchas veces pasan desapercibidos para mí en el día a día, porque los tengo como algo normal y cotidiano; he aprendido a abrir los ojos a las necesidades de los demás, de mi tía que la tengo más abandonada, de esa amiga que necesita de mi llamada, del vecino que tengo en la puerta de al lado y que a veces no sé ni cómo se llama…; he aprendido la importancia del acompañamiento y el trabajo en red, para poder estar más cercanos a las personas que están sufriendo más esta pandemia», afirma Rosa. Enrique Mateo es el sacerdote más joven de la diócesis de Málaga, en la actualidad. Su primer año sacerdotal ha estado marcado por la pandemia del Covid-19: «Cuando se acercaban las fechas más esperadas en mi primer año de ministerio, sorprendieron la pandemia y el confinamiento. Aunque de manera distinta, la ilusión no faltó en las celebraciones que retransmitíamos por las redes sociales. Con la iglesia vacía, parecía que la oración del sacerdote tuviese que llenar todo el templo, como habitualmente lo hacía la oración de todos los que asistían… teniendo siempre presente la misma intención, la que se ha apoderado de todas nuestras oraciones durante esta dura situación. La vida seguía y la necesidad nacía. Sinceramente, han sido unos meses duros pero en los que se ha podido notar la cercanía de todos los que formamos las comunidades de Macharaviaya, Benaque y Benagalbón por la fuerza de la oración y las ganas de trabajar juntos, a pesar de la distancia, en la construcción de la familia que es la Iglesia y la ayuda a los que lo han necesitado». Mª Carmen Gil es Carmelita Misionera de la comunidad de Torremolinos. Vivió más de 20 días ingresada en el hospital por coronavirus. Tres meses después de esta experiencia, hace una reflexión profunda sobre lo que ha significado para ella: «He aprendido a valorar y agradecer más la vida como don de Dios y a donarla gratuitamente; la vulnerabilidad del ser humano, todos somos hermanos e hijos de Dios; que el amor es más fuerte que el sufrimiento y la muerte; que la aceptación, el trato de amistad con Dios, la contemplación en la naturaleza, el silencio, la paz, la serenidad, favorecen la recuperación y generan energía positiva frente a la adversidad de la situación; de los profesionales y no profesionales de la salud, la entrega heroica a los afectados, hasta poner en riesgo sus vidas y las de sus familias; que las situaciones adversas nos igualan y se genera más la solidaridad entre todos; la fortaleza en medio de las dificultades; el valor del sufrimiento, unido al de Cristo, en favor de la humanidad; a entrar en comunión con otras pandemias permanentes en el mundo y no menos agresivas: el hambre, por ejemplo, que produce tantas muertes, y tiene vacuna (el alimento) y no nos dejamos afectar, ni hacemos nada por ellos; a agradecer a los periodistas de los medios de comunicación el tenernos informados de lo que está pasando en el mundo, y retransmitir la Eucaristía y el testimonio humilde del papa Francisco y hacer posible que podamos conectar y alimentar nuestra fe con otros medios; y que, detrás de esta pandemia del COVID-19, aunque nos cueste descubrirlo, se encuentra Dios Padre-Madre con entrañas de misericordia, que sufre con y por toda la humanidad, nos fortalece y, si nos dejamos seducir, genera en nosotros los mismos sentimientos de su Hijo Jesús, quien… “pasó por el mundo haciendo el bien y curando toda clase de enfermedad y dolencia porque Dios estaba con Él” (Hechos de los Apóstoles 10,38)». Una pandemia vivida de cerca, desde dentro y al lado de los más necesitados, por todos aquellos que forman parte de Cáritas Diocesana, quien atendió en dos meses (del 15 de marzo al 15 de mayo) a más personas que en todo 2019. Su director, Francisco José Sánchez Heras, destaca tres aspectos que ha redescubierto en esta pandemia: «la importancia de los cuidados, el valor del hogar y el don de la fe. Esta cuarentena tan excepcional e inesperada que hemos vivido ha visibilizado la vulnerabilidad de nuestros mayores… y la de todos y eso ha puesto en valor la importancia de los cuidados a las personas mayores, a los niños, a los dependientes, a los vulnerables, a los más débiles… que ha pasado de ser algo a tener en cuenta a convertirse en una necesidad continua y apremiante. Han resurgido como un compromiso ético de todos. En segundo lugar, destacaría el valor del hogar, de la familia, de la vivienda, de tener dónde cobijarte ante la incertidumbre, el virus, la pandemia y la infección: las personas sin hogar nos han hecho redescubrir esto, el valor del hogar. Y, en tercer lugar, el don de la fe, pues la fe nos hace valorar más lo que es esencial en la vida, por lo que vale la pena vivir y dar la vida; de ahí mi agradecimiento y gratitud a quienes me la transmitieron porque con fe se camina también en la noche oscura, en la incertidumbre, en la vulnerabilidad».