NoticiaPastoral penitenciaria Medalla y fiesta por la Merced Publicado: 24/09/2019: 17476 Con motivo de la festividad de Ntra. Sra. de la Merced, patrona de mundo penitenciario, el Obispo de Málaga ha presidido la Eucaristía en el Centro Penitenciario de Archidona. Por su parte, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior ha entregado al sacerdote trinitario Andrés González García la Medalla de Bronce al Mérito Social Penitenciario. Una medalla que como afirma fray Andrés «se la merecen un montón de voluntarios que van todas las semanas a la cárcel, dejando familias y trabajos por ir a ayudar a los presos. Esas personas anónimas, que llevan muchos años poniendo su corazón y su alma, son las que merecen este reconocimiento. Yo lo recojo en nombre de ellos,con gusto y también en nombre de Jesús, que es quien me envía». Tampoco ha querido olvidar a los funcionarios que trabajan en instituciones penitenciarias ya que «la mayoría de las personas que están en la cárcel son gente pobre que no ha tenido una oportunidad, y es muy difícil reinsertar a alguien que nunca estuvo inserto en nuestra sociedad». Pero los perfiles de los presos son muy diferentes: «cuando entras en la cárcel, descubres que tú también podrías estar dentro. Si no estás ahí, es porque has tenido la suerte de nacer en una familia bien formada, creyente. No te puedes olvidar de tu raíz ni creerte mejor. Nunca juzgaré a ninguno de ellos, porque cuando entro en la prisión, voy con la palabra de Jesús. Y Jesús, al que se arrepentía, le daba la mano». También trinitario, es el capellán del Centro Penitenciario Málaga II en Archidona, Ángel García, que explica que desde «se inauguró hace año y medio, hemos formado un grupo de 14 voluntarios, pero necesitamos muchos más porque nuestra misión dentro de la cárcel es la de acompañar y escuchar a estas personas privadas de libertad, porque un día se equivocaron, cometieron un error. Como me decía hace poco uno de ellos: “padre, ahora me doy cuenta de lo que vale mi familia. Por la tontería que hice, ahora reconozco que la vida hay que vivirla con la familia y en libertad. Padre, sin fe y sin Jesucristo esto es muy duro vivirlo”». Algunos de estos voluntarios ya colaboran en la cárcel de Alhaurín, pero «vienen a ayudarnos. Por eso invitamos tanto a religiosos como a laicos de la zona, Archidona, Villanueva del Trabuco o Antequera que deseen sentirse Iglesia en prisión y tender una mano, que vengan a formarse como voluntarios de Pastoral Penitenciaria. Solo tienen que ir a la parroquia de la Santísima Trinidad de Antequera y preguntar por el padre Ángel García». Una de estas voluntarias es Adelaida Ledesma, que lleva maÌs de 20 años colaborando y es la actual secretaria de Pastoral Penitenciaria recuerda que «siempre intentamos poner en praÌctica las palabras de Juan Sintas, el que fuera impulsor y delegado de esta pastoral: “cuando entreÌis en la caÌrcel dejad fuera vuestro corazoÌn y entrad con el de Jesucristo” y asiÌ hacemos todos lo mismo, y es el Señor el que se mueve, el que habla, el que se comunica, el que acoge, y el que seca las laÌgrimas de las personas privadas de libertad. Recuerdo tambieÌn que nos soliÌa decir: “el que dice que ama a Dios, al que no ve, y no ama a su hermano, es un embustero”. En prisioÌn, muchas personas no han escuchado nada de Jesucristo, no las han educado en la Palabra, y cuando les hablas de Dios, de su amor, de que EÌl perdona todo si te arrepientes de corazoÌn, es impresionante». La labor de Pastoral Penitenciaria tiene tres objetivos claros: la prevencioÌn y sensibilizacioÌn; el acompañamiento de personas privadas de libertad y de sus familiares y la ayuda a la reinsercioÌn. En cuanto a la prevencioÌn, explica Ledesma, «llevamos chicas y chicos a los colegios, gente que ha estado en caÌrceles y es muy emocionante. Muchas veces terminan llorando por sus problemas en casa, porque estaÌn empezando a vivir el tipo de situaciones que describen los ex-reclusos y se mueven los sentimientos. Si supieÌramos la importancia que tiene la prevencioÌn, estariÌamos cuidando a los joÌvenes de otra manera. Cuando oyes hablar de una experiencia que han vivido y que han sufrido en primera persona eÌl y su familia, se te ponen los vellos como escarpias. Ayudar de esta manera engancha maÌs que ninguna otra sustancia». En cuanto a las familias, continuÌa Adelaida, «es como si tambieÌn sufrieran la condena. Se quedan sin recursos econoÌmicos y se encuentran desprotegidos por todos lados. Hay mujeres que no han tenido educacioÌn ni saben moverse, cargadas de hijos; y las parroquias o CaÌritas, son de los pocos lugares a los que pueden acudir».