Con amistad fraterna podemos intercambiarnos los dones recibidos del Espíritu y sentirnos impulsados a estimularnos recíprocamente para anunciar a Cristo y su mensaje al mundo, que hoy a menudo se encuentra turbado e inquieto, inconsciente e indiferente.

No podemos cejar en el intento. Aunque haya evidentes dificultades. Es urgente reafirmar el compromiso irreversible, asumido por el Concilio Vaticano II. El camino hacia la comunión plena querida por Jesús para sus discípulos implica una docilidad concreta a lo que el Espíritu dice a las Iglesias. También valentía, dulzura y firmeza para lograr ese objetivo. Implica, ante todo, la oración insistente y tener un mismo corazón, para obtener del Buen Pastor el don de la unidad para su rebaño.

Cristo, Príncipe de la paz, ha sembrado entre los cristianos repartidos por todo el mundo sentimientos de amistad. Las distintas iniciativas ecuménicas que se van a desarrollar en nuestra diócesis con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos son un signo de comunión incuestionable.

Debemos continuar alentándolas. Y participando siempre que sea posible. Si no lo fuera, conviene rezar cada uno desde su lugar en un ejemplo precioso de ecumenismo espiritual.