DiócesisSemblanzas

Semblanza de Manuel Díaz del Moral

Publicado: 19/12/2005: 3327

 

En la mañana del domingo III de Adviento que este año era 18 de Diciembre, día que recuerda a la Virgen bajo el título de la Esperanza, las religiosas Mercedarias de la Casa Sacerdotal encuentran a D. Manuel Díaz del Moral con los síntomas del infarto cerebral. Acude nuestro querido Doctor, D. Juan Manuel Marín y ordena el traslado a la Clínica El Ángel. Confirma que el estado es muy grave.

Gravedad que se ha acentuó durante el día y la noche. Los doctores que le atienden no ofrecen perspectiva de superación. Al mediodía del lunes, 19 de diciembre de 2005 Dn. Manuel fallece.

Así ha sido todo de rápido, de imprevisto, aunque desde hace semanas nuestro querido Manuel Diez del Moral había acentuado su pérdida de memoria y tenía reacciones que extrañaban.

Ha fallecido una de las personas que ha sido igual a sí misma desde que le conocimos. Joven de Acción Católica de aquellos años cuarenta, con responsabilidades diocesanas y, sobre todo, parroquiales, en Santiago. De aquellos centros de jóvenes que vivieron la militancia cristiana con entusiasmo y entrega, en los años difíciles de la pos-guerra. Con la alegría de que a los 7.000 muertos con motivo de la guerra civil le sustituyeron 7.000 vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa.

He encontrado una fotografía de un grupo de aquellos jóvenes. Dn. José María González Ruiz, que era Consiliario de la Rama Masculina de Jóvenes, dirigía un retiro en la Casa de Acción Católica, donde hoy están situadas la Curia y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Junto a Dn. José María aparece el joven Diaz del Moral con la misma figura asceta de hoy y con un solo cambio. El traje y el sombrero eran gris en vez de negro. No parece que haya pasado el tiempo.

Fue un retiro especial porque se desarrollaba después de la peregrinación mundial de los jóvenes a Santiago de Compostela. 90.000 jóvenes de todo el mundo en el parque de La Herradura.

Dn. Manuel, ya entonces, era el joven serio que daba consejos que surgían de su vida de piedad y, también, de su sobriedad, dimensión orante y disciplinada, sin concesiones hacia ningún lado.

Al mismo tiempo D. Manuel ejerce de maestro de la escuela que está domiciliada en la Parroquia. En este campo manifiesta su disciplina quasi militar con los alumnos. Al final de sus años de trabajo recibió la cruz de Alfonso X el Sabio. A nivel parroquial incondicional del párroco, colaborador permanente, por lo que en su momento –es parte de nuestra historia- debió integrar dosis altas de sufrimiento.

Cuando el Presidente de los Jóvenes de A.C. de la Parroquia de San Juan ingresa en la Trapa de Venta de Baños, los jóvenes comentamos si no era Manuel Díaz del Moral quien debía haber ingresado. Quizás clichés preconcebidos, pero su figura y su manera respondía mejor al modelo externo del monje. Se adaptaba más clásicamente a una pintura de Zurbarán.

Manuel no era malagueño, aunque la mayoría de las personas así lo piensen. Nació en Guarromán, en la provincia de Jaén el 22 de Junio de 1921. Y al poco tiempo, por aquello de los traslados de los padres, llegó a Málaga. Se hizo malagueño, con fidelidad máxima, aunque sus reacciones no fuesen lo más coincidente con la fisonomía de esta tierra que está mojada por el mar.

Hablaba como malagueño y en sus devociones la Virgen de la Victoria, nuestra patrona, ocupó primer lugar.

Cuando está próximo a la jubilación, Manuel habla con el Obispo y decide su incorporación al Seminario. Es capaz de adaptarse a los más jóvenes, estudia todo lo que puede su capacidad. Pregunta las dudas que le surgen porque es explicación que no coincide con los esquemas que había aprendido de Mons. Vizcarra en los Círculos de Acción Católica. Sobre todo reitera sus dudas en el capítulo de la Moral. Menos mal que el profesor era conocido y le ofrecía mucho respeto y confianza intelectual, Dn. Manuel Díez de los Ríos. Pero más de un capítulo no acabó de integrarlo y así se demostró en el ejercicio de su vida ministerial como sacerdote.

Es ordenado el día 11 de Octubre de 1981. Está contento y es disponible a lo que el obispo necesite.

Durante dos años, vicario parroquial de San Antonio María Claret. Después el Obispo le nombra párroco de Almachar y encargado de Cútar y El Borge. Almachar le ofrece la vivencia religiosa de la adoración nocturna, de grupos de viejos cristianos que le animan y le cuidan. Es sacerdote que vive entre la casa parroquial y el templo. Siempre a disposición de lo que necesiten los feligreses. Especialmente los enfermos, a los que atiende con esmero.

En el año 1985 es nombrado vicario parroquial de Santa María de la Victoria y, durante unos meses, párroco de Gibralgalia. Su salud le impide desplazarse con cierta facilidad y el obispo le pide colabore en la parroquia de San Juan Bautista.

Pero su ministerio sacerdotal tendrá extensión en el tiempo e intensidad en el quehacer cuando el día 27 de Septiembre de 1989 fue nombrado vicario de la Parroquia de San Pablo. Han sido 16 años. La Eucaristía y el confesionario sus dos principales quehaceres ministeriales. Allí le encuentran muchas personas, especialmente del Movimiento Familiar Juan de Avila.

Aconseja, fiel a sus principios, y predica. A el le preocupa sobre todo la moral personal y familiar, vertientes que siempre estarán presentes en sus homilías.

El sacerdote de vida disciplinada no es muy puntual porque nunca dejará lo que está haciendo si no está perfectamente terminado, lo que extraña a muchos. Y no tiene prisa cuando se trata de aconsejar a quien se le acerca. Y hay un dato que quizás sea poco conocido, ejerce la caridad de la manera más oculta posible.

La Trinidad le ha visto diariamente llegar a la parroquia, desde hace unos meses en el taxis que tenía apalabrado desde la mañana para estar seguro que nunca le iba a faltar. Es un signo de su forma metódica de entender la vida.

Ha ayudado mucho y bien a D. José García Rosado y, aunque hombre de pocas palabras, ha agradecido el sentido fraterno que le ha ofrecido siempre el bueno de D. José que le echará de menos.

Su gran gozo ha sido ser Consiliario de la Adoración Nocturna tanto masculina como femenina. Su dimensión orante y adorante encuentra cauce apostólico como Director Espiritual de la Adoración Nocturna, haciéndose presente, mientras pudo, en su turno y estando siempre a disposición de los adoradores y de las adoradoras que le buscaban.

Desde hace unos años ha residido en la Casa Sacerdotal. Al principio la ha compartido con su domicilio. Después se incorporó plenamente a la Residencia. Allí hemos convivido con el, respetando su deseo de soledad y su manera más solitaria. A todos nos hacía sonreír su llegada al comedor con el solideo de lana que le cubría la calva, presente desde los años de juventud.

Y nos hemos dado cuenta de su deterioro lento pero progresivo. Nos ha estimulado su ejemplo de oración. Largo tiempo en la capilla, la celebración de la Eucaristía a cualquier hora. Hace unas semanas, quizás porque espiritualmente quería unirse a la Adoración Nocturna, a la 1 de la madrugada. Así se le vio. El rezo de las Horas, fiel siempre.

Y su gran acierto. Descubre el Opus Dei y se integra en la Obra. Los lunes tiene encuentro y comida fraterna y cada año convivencia y ejercicios espirituales. Le ayuda mucho a abrirse a otras personas, a otros ambientes, a otras palabras que no son las que el piensa. El, que no ha sido muy expresivo, manifestaba que estaba contento de la ayuda sacerdotal que recibía y a la que el daba un gran peso moral y espiritual. Le ofrecía seguridad.

En nombre del Obispo y del presbiterio de Málaga, gracias a las Religiosas Mercedarias por su delicadez, por su entrega, por lo bien que lo han hecho con D. Manuel. Y también al Dr. Juan Manuel Marían, el médico de todos los residentes. Siempre presente, con la humanidad de su cercanía y atenciones con nuestro hermano fallecido.

El domingo la Iglesia respondía a la primera lectura: “Cantaré eternamente tus misericordias, Señor” Y Manuel, ya inconsciente, como miembro de la Iglesia, ensayaba el canto que este año ha sido para el definitivo. Por la misericordia de Dios, llegó al cielo y cantó, después de perfecta genuflexión, y con los ojos casi cerrados, la antífona: “cantaré eternamente tus misericordias, Señor” Ahora vive la eternidad y ve en la caridad la fidelidad por todas las edades.

Y Dios le responde: “Te mantendré eternamente mi favor. Mi alianza es estable”

Rvdo. Francisco Parrilla Gómez

Autor: diocesismalaga.es

Más artículos de: Semblanzas
Compartir artículo