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Centenario del Colegio "La Salle-El Carmen" (Melilla)

Publicado: 19/05/2012: 1311

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el centenario del Colegio "La Salle-El Carmen" celebrado en Melilla el 19 de mayo de 2012.

CENTENARIO DEL COLEGIO “LA SALLE-EL CARMEN”

(Melilla, 19 mayo 2012)

 

Lecturas: Hch 1, 1-11; Sal 46; Ef 1, 17-23; Mc 16, 15-20.

1.- Querido hermano en el episcopado, D. Ramón; estimados sacerdotes, queridos hermanos de La Salle; excelentísimas autoridades de la Ciudad Autónoma de Melilla; Comunidad educativa del Colegio La Salle-El Carmen; y fieles todos congregados hoy para agradecer al Señor el gran don de la presencia de los hermanos de La Salle en nuestra Ciudad con una misión muy especial durante estos cien años.

            El Evangelio de hoy en este séptimo domingo de la Pascua nos presenta la última etapa, el final de la vida terrena de Jesús que después de su resurrección estuvo durante cuarenta días haciendo dos cosas, sobre todo: en primer lugar, apareciéndose a los discípulos y dándoles pruebas de que estaba vivo, tenía que ayudarles a superar el miedo de la cruz y a reafirmarles en la fe. Y, en segundo lugar, les hablaba del Reino de Dios. Dos tareas importantes: confirmarles en la fe, en la resurrección y que asumieran los valores del Reino de Dios.

«Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios» (Hch 1, 3).

2. Tanto en el libro de los Hechos como el libro de Marcos, los dos, nos han narrado el hecho de la Ascensión del Señor a los cielos. «A la vista de ellos, fue levantado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista» (Hch 1, 9).

Los discípulos atónitos miraban que les dejaba y unos emisarios tienen que decirles y caer en la cuenta de que termina su presencia aquí: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como le habéis visto marcharse al cielo» (Hch 1, 11).

Ha terminado una etapa, Cristo ha muerto, ha resucitado, ha confirmado en la fe a los discípulos, termina su misión entre la Humanidad y se marcha, regresa junto al Padre, de donde salió.

3.- Hemos recitado en el Salmo responsorial: «Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas» (Sal 46). No es una ida para abandonar a los hombres; por tanto, no es una ida triste, es una ascensión gozosa. Los fieles aplauden, cantan, tocan la trompeta, aclaman a Jesús como Señor de la Historia, como Señor de sus corazones porque sigue reinando en el corazón de los hombres Cristo resucitado.

            «Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).

Sentarse a la derecha de Dios significa que el Señor nos adelanta en nuestro propio destino. No estamos destinados a quedarnos aquí en la Tierra. Mas, hay de aquel que piense que su destino está aquí, porque lo dejará todo exactamente igual y aquí no permanecerá. El destino nuestro es vivir el gozo eterno, disfrutar de la luz indeficiente, gozar del amor pleno, de todo aquello que aquí lo degustamos anticipadamente pero no en plenitud, ni la luz, ni la paz, ni el amor, ni la felicitad plenas están aquí.

Aquí saboreamos el inicio, esto es una pequeña degustación, éste no es el plato fuerte. El plato fuerte está después del umbral de la muerte temporal.

4.- ¿Cómo se pude llegar a degustar esa presencia plena del Señor? El mismo Jesús nos ofreció para cuando Él no estuviera entre nosotros los gestos sacramentales, inicialmente el bautismo. Y el libro de los Hechos que hemos escuchado repetía: «Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días» (Hch 1, 5). «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta el confín de la tierra» (Hch 1, 8).

Esa vida nueva que da el Espíritu es el gran don que el Señor nos da. Pero eso hace falta entenderlo. Durante ese tiempo en que Jesús después de resucitar entre los muertos se aparece a los discípulos y les habla del Reino, es como el maestro que está dando las últimas instrucciones, como el padre de familia que a sus hijos antes de dejarle definitivamente les da sus consejos. Mirad, vivid así, tened paz entre vosotros, descubrir lo que es la vida verdadera. Pues el Señor en esos días y en ese final de su etapa en la tierra también les anima a los discípulos a que comprendan la esperanza a la que estamos llamados. Una esperanza que no se realiza de manera plena aquí.

5. La carta a los Efesios nos recuerda en qué consiste esa esperanza. Dice: «A fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo» (Ef 1, 17). Es un don del Señor, nadie puede conocer lo que hay detrás del umbral de la muerte, nadie, ni científicos, ni inventores, nadie, sino sólo desde el don del Espíritu. Para poder captar lo que ocurre después, para poder saborear, en el sentido de sabiduría, saborear la verdadera vida es por gracia y don del Espíritu. Y Pablo pide que el Señor nos de ese Espíritu de sabiduría y de revelación para conocer aquello tan grande, tan hermoso a lo que estamos llamados: «E ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos» (Ef 1, 18).

            Cuidado, que no dice ilumine los ojos de vuestra inteligencia, los ojos de vuestro corazón. Solamente con el Espíritu se puede ver. La Luz de Dios entra por el corazón y por la fe, no entra por la inteligencia. La inteligencia queda corta en este sentido. Por tanto, a los creyentes se nos concede el favor de poder penetrar en esa sabiduría gracias al Espíritu.

6.- Como conclusión de este profundizar en el misterio de Jesús y de saborear lo que nos espera a partir de la otra vida, el Señor Jesús en su salida de este mundo da un mandato. En el final del Evangelio de Marcos Jesús dice a sus discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15).

Proclamad el Evangelio a todos, a todos, lo acojan o no lo acojan. Y «ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban» (Mc 16, 20).

7.- Hoy celebramos la acción de gracias a Dios por este primer Centenario; espero que los hermanos puedan cumplir el segundo centenario; al menos desde la fe. Celebramos la acción de gracias por este Centenario de la presencia de los Hermanos de la Salle en esta ciudad querida.

¿Por qué vinieron aquí hace cien años? ¿Por qué vinisteis aquí? Ya lo habéis dicho con vuestra presencia. Habéis venido por cumplir este mandato misionero: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15). Esa es vuestra tarea, esa ha sido vuestra tarea hasta ahora. Gracias por ello.

Sus orígenes. El colegio del Carmen, que así se llamó al principio, inició su andadura en julio de 1912, por ser la fiesta de la Virgen, el mismo 16 de julio; llamado así Nª Sª del Carmen, después “La Salle-El Carmen” como bien sabéis.

Características. ¿Qué características tiene este colegio? Dicho por sus fundadores y los que ahí trabajáis en la viña del Señor. Voy a intentar sintetizar unas características que veo y que vosotros vivís.

8.- ¿Qué es el Colegio “La Salle-El Carmen”? Un “areópago de evangelización”. Si se nos manda «Id por el mundo entero y predicar» es para evangelizar, no para hacer otras cosas.

La dedicación principal del Colegio durante los cien años ha sido a la formación humana y cristiana de sus alumnos, la evangelización de los alumnos y sus padres. Esa es vuestra tarea, no es sólo cultura humana, no son solo valores. Se habla mucho en la moda de la educación en valores.

Pero ¿quién determina cuales son los valores en los que hay que educar? ¿La ideología, un partido político, un grupo de presión? Porque aquí cada uno tiene unos valores. Los valores del Reino de Dios, los que proclaman el Evangelio y la Buena Noticia de Jesucristo, no hay otros valores. En realidad, no deberíamos hablar ni si quiera de valores.

La predicación de la persona de Jesucristo, la Nueva Buena es una persona, el Hijo de Dios hecho hombre, esa es la Buena Nueva. Lo otro son concreciones, aspectos derivaciones. A quien hay que predicar es a Jesucristo como Centro, como Mesías, como Señor de la historia, como Salvador del mundo, como Hijo de Dios hecho hombre, esa es la Buena Noticia. Él ha dicho “id y predicad por el mundo entero el Evangelio, la Buena Nueva”, no una buena nueva, no unos valores, sino la Buena Nueva, la salvación que Cristo ha traído.

9.- No tengamos miedo de predicar esa Buena Nueva. Vuestro fundador con otras palabras habla de una identidad, de una memoria en vuestra tarea. Traduciéndolo ahora en pleno siglo XXI diría que el Colegio tiene que tener identidad y calidad.

Está demostrado por estadísticas y estudios científicos que se han hecho en España que los mejores colegios de mayor calidad son aquellos que mantienen clarísima su identidad. En este caso su identidad católica. O mantenéis la identidad católica en vuestro colegio o no tendrá calidad. Otros colegios pueden tener otra identidad. Lo primero que evalúa alguien que va a cotejar y a valorar el trabajo es si lo que se hace corresponde al objetivo para el que se creó esa institución. En este caso se creó para una formación católica, sino no se hace… Pero como eso es lo que se pretende y se hace no hay problema.

10.- Otra característica del Colegio es como “espacio celebrativo”. Se celebra la fiesta, se celebra muchas cosas, se celebra la liturgia. Se cuida con esmero las celebraciones religiosas, las catequesis, la administración de los sacramentos de iniciación cristiana: confirmación y eucaristía. Porque esto forma parte de la identidad católica. Cualquier otro colegio estatal no puede hacer esto, no lo hace, no está en su objetivo.

            El Colegio ha sido y debe seguir siendo un semillero de vocaciones a la vida cristiana y a la vida consagrada, o a la vida de especial consagración. No sólo un semillero de buenas vocaciones al matrimonio o a las profesiones diversas, también debe nacer, deben cuidarse, deben promoverse las vocaciones a la Vida Consagrada. Y me alegro de que hayan salido varios, una treintena al menos, de sacerdotes y religiosos a diferentes Órdenes y Congregaciones Religiosas del Colegio.

11.- El Colegio es y debe ser, concretamente en Melilla, un especio de “diálogo interreligioso”. Nos consta que ha estado abierto y lo sigue estando a los alumnos de diferentes religiones. Melilla es un lugar especial para el diálogo y el Colegio debe ser expresión de ese diálogo interreligioso entre cristianos, musulmanes, judíos y otras religiones orientales porque viven aquí también. Esta apertura ha contribuido y puede contribuir mucho a la buena convivencia de los ciudadanos en nuestra ciudad.

Sé que dedicáis por las mañanas esa reflexión, aunque sea corta, pero es de común sentir que la pequeña gota de agua, una detrás de otra es capaz de penetrar la más dura piedra. Cinco primeros minutos de la mañana dedicados a una reflexión que no sea solo valores humanos, que sea sobre todo la luz del Evangelio, eso trasforma al alumno y trasforma a la sociedad.

No os quedéis solos con los valores humanos, ofreced no imponed, ofreced a cualquier alumno, aunque sea de otra religión, ofrecedle el mensaje de Cristo. Si quiere se acercará y si no lo dejará. Ofrecer no es imponer. Y que nadie nos ataque de imposición. El Evangelio se ofrece, el amor se ofrece, la amistad se ofrece. Nada de estas tres cosas se imponen: ni la fe, ni el amor, ni la amistad. Se ofrece. Pero no tengamos vergüenza a ofrecerlo.

12.- Otra característica, que es más humana por decirlo de alguna manera, el Colegio es un Centro de “promoción cultural”. De ahí han salido, como hemos dicho, distintas profesiones y una preparación para que los alumnos en su futuro familiar, profesional, socio-político sepan estar a la altura y sean buenos ciudadanos. Ojalá nuestros alumnos salgan con esa marca, con esa huella positiva de hombres abiertos, hombres de diálogo, ciudadanos buenos, generosos, libres, que buscan la verdad, ojalá.

Y ese es vuestro orgullo con los miles que habéis dicho que han pasado durante estos cien años.

13.- Hay dos gestas históricas, que conocéis mejor que un servidor, pero que quiero ponerlas aquí como agradecimiento a vosotros y al Señor en esta tarde, porque esto es una Acción de Gracias a Dios. Dos gestas que marcan al Colegio en sentido positiva.

La primera es que el Colegio sirvió como “hospital de sangre” en 1921, durante la guerra marroquí; los hermanos lo ofrecisteis a la Cruz Roja. Una cesión que duró un curso entero y vuestro trabajo como voluntarios en esos días para recoger las consecuencias de un desastre de enfrentamiento. Por esa gesta habéis tenido reconocimiento, llamémosle sociales, humanos, creo que hasta el Rey Alfonso XIII os concedió una bandera como símbolo de agradecimiento. Y hace poco habéis recibido la placa de la Cruz Roja como agradecimiento y colaboración prestada durante este siglo. La misma Ciudad Autónoma le ha ofrecido la Medalla de Oro de la Ciudad, ¡enhorabuena!

Estos son reconocimientos y agradecimientos humanos, de las altas autoridades que agradezco y respeto públicamente. Pero deseo que sea el Señor, que sea Jesús el Señor, y que sea su esposa, la Iglesia, la que os agradezca la misión que estáis haciendo.

14.- Y ahora viene la segunda gesta. Cinco Hermanos fueron declarados Beatos, creo que fuera de Melilla, en Almería, cinco de los que trabajaron en el Colegio de Melilla durante varios años en su tarea docente. Eso sí que es un altísimo reconocimiento de la labor bien hecha. La Iglesia ha empeñado en su palabra y ha dicho que cinco de vuestros Hermanos están en el cielo, están gozando de lo que decíamos antes, de la plenitud de la Luz, de la felicidad eterna, de la presencia y de la contemplación de Dios amor. ¡Qué mejor reconocimiento que ese!

¡Demos, pues, hoy queridos hermanos todos, gracias a Dios por estos cien años de presencia cristiana y misionera en Melilla de los Hermanos de La Salle!

Damos gracias a Dios también, la comunidad quiere daros las gracias a vosotros, a todos vosotros que durante estos cien años entregaron con generosidad la vida en esa tarea eclesial que el mismo Señor os confió.

15.- Quiero terminar con unas palabras sobre la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En el mensaje del papa Benedicto XVI nos ha dicho: “En la contemplación silenciosa emerge, asimismo, todavía más fuerte, aquella Palabra eterna por medio de la cual se hizo el mundo, y se percibe aquel designio de salvación que Dios realiza a través de palabras y gestos en toda la historia de la humanidad” (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales, 24.01.2012).

Hagamos una oración por todos aquellos que hoy se dedican a las comunicaciones sociales, porque este domingo es la Jornada Mundial. Pedimos al Señor por los comunicadores, para que sean portadores de la Verdad. A quienes se dedican, como profesionales, a trasmitir noticias, les pedimos, por favor, que no se las inventen, que digan la verdad, que nos narren los hechos, que no nos manipulen lo que ocurre, que no manipulen las conciencias. Pedimos al Señor por todos ellos para que hagan un trabajo honrado y que nosotros mismos seamos hombres veraces.

            Le pedimos a la Santísima Virgen María, Santa María de la Victoria, que nos siga a todos acompañando en nuestra tarea y que, a vosotros, queridos Hermanos de La Salle, os acompañe de modo especial en esa misión que la Iglesia os confió desde hace cien años. Ojalá no nos paremos aquí y lo podamos celebrar desde el cielo, esperamos por fe y esperanza. Ojalá dentro de cien años los melillenses puedan seguir dando gracias a Dios por el segundo centenario de vuestra presencia en Melilla. No os marchéis de aquí. Gracias.

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