La pieza en cuestión procede de la generosa donación de Francisco García Gómez, muy versado en la historia local y sensible a todo lo que sea testimonio del pasado. Aunque resulte extraño, se hizo con la pieza en el rastro malagueño donde la ofertaban a un precio ridículo, ya que en esos momentos se encontraba burdamente repintada.

Sospechando su valor, nuestro generoso mecenas adquirió la imagen y, de inmediato, hizo entrega de ella a la Catedral, siendo deán D. Francisco García Mota. Muy deteriorada en cuanto a policromía y estucado, sufrió una primera fase de restauración por el módulo correspondiente de la Escuela Taller Molina Lario, aunque su posterior disolución impidió, lamentablemente, concluir el proceso.

Con todo, algo más repristinado, el Niño se nos revela como una obra de notable impronta y, sin duda, de estirpe castellana. En espera de su puesta en valor y de su estudio por especialistas en arte, sí podemos entender el simbolismo que encierra su hechura. Por lo pronto, nos encontramos con un Jesús impúber y desnudo que, erguido y en actitud pensativa, se apoya sobre una calavera colocada sobre un tronco de árbol en el que se enrolla una serpiente, cuya cabeza remata en la de una mujer.

La clave para entender esta figuración nos la aportan varios pasajes del Nuevo Testamento, como en Romanos (5, 14), donde queda establecido un paralelismo entre el proceder de Adán, causante de la irrupción de la mortalidad y el pecado en el mundo y la reparación obrada por Cristo que salvó a la humanidad al igual que un nuevo Adán y, a través del cual, Dios restableció su creación. La imagen que hoy traemos a las páginas de DiócesisMálaga es todo un compendio de la doctrina del pecado original y de este hermoso simbolismo que presenta a Jesús, vencedor de la muerte y el mal junto al árbol del conocimiento, luego convertido en verdadero trasunto de la cruz.

Por Alberto Palomo