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Beato Tiburcio Arnaiz

Retrato del P. Arnáiz
Publicado: 02/11/2016: 40535

El 10 de octubre de 2016, el papa Francisco autorizó la promulgación de los decretos sobre las virtudes heroicas de Tiburcio Arnáiz Muñoz, sacerdote de la Compañía de Jesús muy querido en Málaga, cuyos restos reposan en la iglesia del Sagrado Corazón, en calle Compañía. El 18 de diciembre de 2017, el papa Francisco recibió en audiencia al Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Ángel Amato autorizando la publicación del milagro atribuido a la intercesión del Venerable Padre Tiburcio Arnaiz, SJ. El padre Luque, muy implicado en su causa de canonización, es el autor de la siguiente biografía.

Nace en Valladolid el 11 de agosto de 1865. Recibe la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1890. Fue párroco, primero de Villanueva de Duero, en Valladolid y posteriormente de Poyales del Hoyo, en Ávila.

Entra en la Compañía al morir su madre, en el Noviciado de Granada, el 30 de marzo de 1902, después de dejar a su única hermana como religiosa en las Dominicas de Valladolid.

Fue destinado a Málaga al terminar la Cuaresma del año 1912 y permaneció aquí hasta su muerte, el 18 de julio de 1926, salvo el curso 1916-1917, que lo pasó en Cádiz.

Entre 1912 y 1916 comienza sus Doctrinas en los corralones malagueños, ayudándose de un grupo de señoritas que colaboran en sus catequesis y misiones.

Doctrinas rurales

Al volver a Málaga inicia lo que había de ser característico de su ingente apostolado: las Doctrinas Rurales. La primera fue la de la Sierra de Gibralgalia. Sus catequistas pasan meses en aldeas o cortijadas, donde no había llegado la cultura, enseñando las nociones más elementales, leer y escribir, y la doctrina cristiana, preparando a los niños a la Primera Comunión, etc.

El P. Arnáiz se desplaza continuamente, de un lado a otro, para sostener estas “Doctrinas” y alentar a sus colaboradoras. Lo que en un principio fue criticado, posteriormente fue reconocido como un método eficacísimo de apostolado rural. El Sr. Obispo de entonces, el ya san Manuel González, lo aprueba y bendice, con gran entusiasmo.

Entrega continua

Durante todos estos años, desde que dejó la casa de formación de Granada, su entrega a toda clase de gente es continua e incansable, especialmente hacia los más pobres: da misiones, predica novenas y triduos, retiros a toda clase de personas. Muy significado entre todas estas actividades fue su atención a los sacerdotes, a los que daba ejercicios espirituales; así como a las religiosas, maestros, a sus catequistas y colaboradores, etc. Eran continuas sus visitas a los hospitales y a la cárcel.

Era voz común que, en las misiones, el padre Arnáiz no dormía en la cama y el tiempo que dedicaba al descanso, sentado en una silla o en el suelo, era siempre breve. Lo mismo se dice de su comida, poca y empleando el menor tiempo posible, para no restarle nada al que dedicaba a su trabajo de confesiones, predicación, atención a los enfermos, etc.

Su fallecimiento fue de gran sentimiento para todos los que le conocieron, que fueron muchos, en las ciudades y pueblos por donde pasó. El Sr. Obispo, en la oración fúnebre que pronunció ante su cadáver, lo puso como modelo a todo el pueblo. Y éste pidió que su cadáver, antes de ser inhumado en la iglesia del Sagrado Corazón, fuera llevado por el recorrido que hacía la procesión del Corazón de Jesús, que él organizaba cada año.

Su fama de santidad ha perdurado durante tantos años y, cada día crece más el número de devotos que acuden a su sepultura para rogarle que interceda desde el cielo ante el Señor, en socorro de sus tribulaciones o enfermedades.

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