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La ruptura de la cristiandad I (Precedentes)

Publicado: 27/01/2015: 7934

La separación entre las iglesias orientales y la occidental no fue un episodio repentino del siglo IX. Se vino fraguando desde siglos atrás. Fue un proceso lento pero inexorable. Las rivalidades comenzaron desde la división del Imperio Romano a raíz del testamento de Teodosio. Poco a poco ambos bloques fueron distanciándose por diversos motivos: diferencias históricas, políticas, de cultura, del idioma, de la liturgia, de las leyes, de las costumbres, de la psicología, de la distinta mentalidad. Ambos bloques del único imperio fueron al principio concebidos como circunscripciones de un mismo estado. Pero evolucionaron en direcciones opuestas. Ante la caída de Roma, la Iglesia Occidental tuvo que aliarse con los pueblos germánicos y llegó más tarde a consagrar a Carlomagno como emperador del Sacro Imperio Romano. El bloque Oriental logró mantenerse como imperio a pesar de las graves dificultades que se incrementaron con el asedio islámico. Ambos imperios terminaron por desconocerse y distanciarse. En el Concilio ecuménico de Calcedonia (451), en el canon 28, se dispuso que la nueva Roma (Constantinopla) debía gozar de los mismos privilegios que la antigua Roma. Los legados pontificios afirmaron que el sucesor de Pedro era el pontífice romano y no el patriarca de Constantinopla. Este canon fue reprobado por el papa León II.

Si a esto añadimos las diferencias lingüísticas, pues los griegos desconocían el latín y los latinos desconocían el griego; las diferentes liturgias con ritos totalmente distintos; las distintas costumbres respecto al ayuno, al pan eucarístico (los latinos usaban pan ácimo y los griegos fermentado); las normas sobre el celibato de los clérigos (los orientales podían casarse, los occidentales no), todo este conjunto de diferencias fueron determinantes para el inicio y la consumación del cisma.

Santiago Correa

Sacerdote Diocesano

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