Tras la conquista de la ciudad de Málaga en 1487, los Reyes Católicos dedicaron a estos santos una de las cuatro parroquias fundacionales de la capital. Posteriormente, serán nombrados patronos de la ciudad y su imagen se incluirá en el escudo de la misma.

El sacerdote Francisco García Mota recoge en su obra “El coro de la Catedral Basílica de Málaga” «la
tradición en torno al martirio de dos jóvenes malagueños, Ciriaco y Paula, durante la persecución de los emperadores Diocleciano y Maximiliano. Los jóvenes fueron atados a sendos árboles y posteriormente lapidados, en el margen del río Guadalmedina, llamado por ello Martiricos. En este lugar se construyó una ermita. Las actas del martirio se perdieron durante la dominación musulmana».

García Mota recuerda las palabras que en el siglo IX escribió «el monje benedictino Usuardo, procedente de la corte gala de Carlos el Calvo en su martirologio: “En España, en la ciudad de Málaga, murieron el 18 de junio, los señores mártires Ciriaco y Paula, virgen, los cuales después de haber padecido muchos tormentos, fueron apedreados y dieron sus almas al cielo entre las mismas piedras”. En el siglo XII, el arzobispo de Toledo, Don Francisco Antonio Lorenzana encontró el himno mozárabe en el que se recogían los nombres de Ciriaco y de Paula y el papa Inocencio VIII los nombró patronos de Málaga».

En el coro, sus imágenes se encuentran juntas, y digno de mención es el detalle de sus manos, por el
realismo de sus tallas. El sacerdote afirma que «el Cabildo de la ciudad incluyó en el escudo de armas, en 1490, la figura de los Santos Patronos. Según las actas del Cabildo Catedralicio, se instituyó una procesión desde el Ayuntamiento hasta la parroquia de los Santos Mártires, el 18 de junio de cada año».