A Marcelino, amigo y compañero. In Memoriam

Te fuiste sin decir nada. No me diste ni un abrazo.
Pero yo sé. Estoy seguro, que me hubieras dicho algo,
si hubieras sabido, entonces, que te estaban esperando
para encontrarte con Dios, al subir hacia lo alto.
Los amigos no se mueren. Se marchan de nuestro lado
para encontrarse con Dios, amor, aunque no sea amado,
y para continuar viviendo, junto a los seres amados,
en el cariño, el recuerdo, en la memoria sin años.
Marcelino, fuiste amigo. Contigo pasé los ratos
del cariño y la alegría y, también, los malos ratos
de la muerte de los nuestros, del amigo sin trabajo,
del vecino muy enfermo o del niño abandonado.
Nos reímos con la gente que tenía salero y tacto.
Tú tenías muy buenos golpes, mas, siempre, sin hacer daño.
Cuando tu ayuda busqué, yo te sentí muy cercano.
Hoy doy las gracias a Dios, porque tú fuiste un regalo,
para tu Málaga amada y los que a ti te tratamos.
Que Dios te acoja en la gloria, su Madre te de un abrazo,
y que seas muy feliz en ese tu nuevo Barrio,
que, a las personas de bien, Dios les tiene preparado.
Y ahora, que tienes cerca al Cristo resucitado,
dile que llene de vida a la gente que has amado:
a tu familia y amigos, a los pobres marginados,
a los que no tienen nada y se sienten desahuciados
a todos los residentes, que con amor te tratamos,
a quien siempre vino a verte, con amor y sin reparos,
a los curas malagueños y, también, los toledanos,
que fueron al mundo enviados,
fieles al Cristo de Urda, creyentes y solidarios,
y que intentamos seguirlo, a pesar de nuestros fallos…
y que a Dios, que está en el cielo, le ayudemos aquí abajo,
para que ninguno sufra y todos felices seamos.
Desde la fe y con amor, ten y dame un fuerte abrazo.

Antonio Ariza Hurtado
                                                                      Sacerdote