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Sufragio de Sra. María-Luisa Yuste (Catedral-Málaga)

María Luisa Yuste, en la Catedral de Málaga
Publicado: 06/02/2022: 6716

Homilía pronunciada por Mons. Jesús Catalá en la misa en sufragio de la organista colaboradora de la Catedral de Málaga, Sra. María-Luisa Yuste

SUFRAGIO DE SRA. MARÍA-LUISA YUSTE

ORGANISTA COLABORADORA DE LA CATEDRAL

(Catedral, 5 febrero 2022)

Lecturas: Is 6, 1-8; Sal 137, 1-8; 1 Co 15, 1-11; Lc 5, 1-11.

1.- La liturgia de este domingo ofrece tres experiencias vocacionales. La primera es la del profeta Isaías, quien anuncia el mensaje divino tras haber sido purificado. Otra es la de Pablo, que proclama a Cristo-Jesús resucitado después del encuentro con Él en el camino de Damasco. Y, finalmente, la vocación de Pedro apóstol, nombrado por Jesús “pescador de hombres”.

El encuentro con Cristo resucitado y la experiencia vocacional de Saulo de Tarso le cambió completamente su vida. Pablo se reconoce como «el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios» (1 Co 15,9). Pero es consciente de que su vida y su vocación son obra del Señor; por eso confiesa: «Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no se ha frustrado en mí» (1 Co 15,10). Por eso no importa su pasado; solo cuenta la experiencia del encuentro con el Señor resucitado, que lo transforma porque lo ama.

A partir de su conversión Pablo dedica su vida al anuncio kerigmático a los gentiles, que concentra el mensaje de la verdad revelada en el núcleo de la muerte y de la resurrección de Cristo.

2.- El contexto de la carta de san Pablo recoge las dificultades que los corintios tenían al armonizar las creencias de sus conciudadanos y la predicación de Cristo resucitado.

Pablo les ha anunciado la resurrección de Jesús como el acontecimiento central de la fe cristiana y prenda segura de una vida feliz después de la muerte: «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras» (1 Co 15, 3-4).

Pero a los griegos les costaba aceptar la resurrección de los muertos. También muchos conciudadanos nuestros rechazan la resurrección y no les agrada escuchar esta buena noticia, porque tienen puesto todo su interés en las cosas de la tierra; también nos puede suceder a nosotros que estemos demasiado ocupados en las cosas de acá abajo.

Al igual que Pablo era incansable pregonero de la verdad central de la fe, el Señor nos llama a predicar y anunciar la gran verdad central del cristianismo, es decir, la resurrección de Jesucristo y la del cristiano, que queda injertado en su muerte y resurrección en el bautismo. Los cristianos hemos sido injertados en la “vid verdadera”, que es Cristo, y estamos llamados a la resurrección.

3.- Los corintios, a quienes dirige Pablo su carta, se encuentran en una situación dramática; porque algunos de sus miembros han sido tocados por la duda sobre la resurrección de los muertos y corren el peligro de que se derrumbe su fe cristiana. Por ello se hace necesario volver otra vez a proclamar el acontecimiento central de Cristo Jesús.

Hoy atenaza también al hombre el enigma indescifrable de la muerte, como dice el Concilio Vaticano II: “El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua (Gaudium et spes, 18).

4.- Los esfuerzos de la ciencia y de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar el anhelo de eternidad que el hombre lleva en su corazón, ni pueden satisfacer su deseo del más allá después de la muerte temporal.

Por eso es necesario también hoy seguir proclamando la oferta definitiva de Dios y su voluntad de salvación universal y eterna. La semilla de eternidad que recibimos en el bautismo se levanta contra la limitación de la muerte. Porque la meta de la humanidad no es la muerte, sino la vida gloriosa y sin fin; ese es nuestro destino.

El anuncio central de la fe cristiana, que llamamos “kerigma” ofrece al hombre la respuesta que más anhela: vivir, ser feliz y vivir para siempre; ese es el deseo de todo ser humano. Y en Cristo resucitado encontramos la respuesta a ese anhelo.

Queridos fieles, sed testigos valientes de esta verdad revelada por Cristo, el Señor resucitado, y anunciadla a todo el mundo.

5.- También el apóstol Pedro fue llamado por el Señor para anunciar la Buena Nueva de la resurrección y enviado a ser «pescador de hombres» (Lc 5, 10).

Las lecturas de hoy nos enseñan que cada vocación tiene su historia y su proceso personal, según los planes de Dios. Y hoy como ayer Dios sigue llamando. Todos los creyentes debemos sentirnos llamados a realizar una misión en medio del mundo, como testigos del Dios santo, que quiere llevar adelante su proyecto de salvación a favor de los hombres.

Los relatos vocacionales, que hemos escuchado, siguen inspirando múltiples formas de vocación. Dios llama a toda clase de personas, en cualquier situación social, personal, cultural y humana. Y su llamada es un don gratuito, que precisa una acogida responsable y coherente por parte del hombre.

6.- Las experiencias personales e intransferibles de Isaías, el profeta; de Pablo, el apóstol de los gentiles; y de Pedro, el pescador, les hacen ser “hombres de Dios”. Lo más importante de su vocación no es lo que dejaron, sino el encuentro que tuvieron con el Señor resucitado, que les llevó a entregar su vida.

A eso mismo estamos llamados cada uno de nosotros. Recordemos nuestra experiencia de encuentro con Jesucristo, que nos ayude a renovar el “sí” y a ser verdaderos discípulos suyos.

Hoy damos gracias a Dios por la persona de María-Luisa Yuste, que fue esposa y madre; y, sobre todo, por su vocación y dedicación a la música, sirviendo a la Iglesia y solemnizando las celebraciones litúrgicas, tanto en esta Catedral como en otras iglesias y monasterios. Le pedimos al Señor que la acoja, resucitada en Cristo, para que goce de la eterna compañía d Dios y que escuche las melodías celestiales, que aquí en la tierra ya comenzó a gozar y a cantar las alabanzas al Señor.

Pedimos a la Santísima Virgen María su protección maternal y su intercesión para que sepamos responder diligentemente cada uno de nosotros a la llamada del Señor. Amén.

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