NoticiaSantos El proceso de beatificación del P. Soto concluye su fase diocesana Publicado: 03/11/2023: 9564 Valencia El sábado 18 de noviembre se celebra en la Catedral de Valencia la sesión de Clausura de la Fase Diocesana del proceso de beatificación de D. José Soto Chuliá, quien fuese director espiritual del Seminario de Málaga desde 1920 a 1950. Junto con san Manuel González y el beato Enrique Vidaurreta, llevó a cabo una gran labor formativa y apostólica: «En el Seminario de Málaga se formaron sacerdotes llenos del fuego del amor de Dios, de los cuales unos treinta fueron mártires», explican desde la Obra de San Juan de Ávila, una de las tres fundaciones que dejó el P. Soto: la Obra de Santa Teresa, la Obra de San Juan de Ávila y la Fraternidad Sacerdotal San Juan de Ávila. «Damos gracias a Dios por su vida y por sus obras y deseamos que este proceso de beatificación sea un don, una invitación y un estímulo para que todos los bautizados sean santos y, sobre todo, para que no falten en la Iglesia santos sacerdotes», explican desde dicha Obra. Un grupo de fieles saldrá desde Málaga en autobús para participar en la beatificación en Valencia. Los interesados pueden contactar con Carmela Gamero, al teléfono 681 13 33 59. BIOGRAFÍA José Soto Chuliá nació el 28 de octubre de 1887 en Valencia, en el distrito de la Fuente de San Luis, “en el seno de una humilde, numerosa y creyente familia campesina” y recibió formación en el seminario de Valencia. Fue ordenado sacerdote en 1910 por el entonces arzobispo de Valencia, monseñor Victoriano Guisasola y Menéndez, y tras ser párroco de Bolulla (Alicante), en 1914 fue trasladado como párroco del barrio valenciano de El Cabañal. “Su objetivo primordial fue descubrir, formar y lanzar un grupo de personas que se comprometieran a vivir la santidad bautismal, y así fueran el fermento evangelizador de todos los feligreses”. En 1919, con el permiso del arzobispo de Valencia, se trasladó a Málaga, de cuyo seminario fue director espiritual durante treinta años en los que “arraigó la conciencia de que la santidad es vocación de todo bautizado”. Del seminario malagueño “salieron sacerdotes de gran espíritu pastoral y un nutrido grupo de mártires: cinco formadores, cinco seminaristas y no menos de veinte sacerdotes formados allí entre 1920 y 1936, de los cuales ya han sido varios beatificados”. Encarcelado en la persecución religiosa de 1936 en Málaga, Soto pudo sobrevivir al ser “liberado por la acción arriesgada de unas religiosas que lo ocultaron en un asilo de niñas pobres”. Concluida la guerra civil, el sacerdote valenciano siguió como director espiritual en el seminario malagueño, aunque después de 1941 quiso “proseguir la misión de fomentar la santidad del clero diocesano, pero de otra forma y por otros lugares”. A partir de entonces, se dedicó al “apostolado sacerdotal”, y fundó dos obras eclesiales al servicio de la santidad del sacerdote: la Obra de Santa Teresa y la Obra de San Juan de Ávila. La primera de ellas, “vive la maternidad espiritual a través de la oración, entrega y servicio doméstico en las casas parroquiales”; y la Obra de San Juan de Ávila, en la formación de grupos apostólicos de jóvenes, mujeres y matrimonios”, según las mismas fuentes. “Recorrió muchas veces, con un programa intenso de encuentros, parroquias de Valencia, La Mancha, Castilla, Andalucía, Extremadura, Murcia, Aragón y Cataluña”, y se convirtió en “uno de los primeros promotores de la espiritualidad bautismal en España”, han asegurado. Obispos americanos se interesaron para que fueran a trabajar en sus diócesis sacerdotes orientados por el ‘padre Soto’, con lo que dio comienzo también al apostolado sacerdotal en diversas naciones hispanoamericanas: Chile, Colombia, Paraguay, Argentina, Ecuador, Venezuela, Perú, Costa Rica, México y Panamá, entre otros países. De este modo “se fue gestando lentamente la asociación de sacerdotes diocesanos Fraternidad Sacerdotal San Juan de Ávila”. En Guayaquil, Ecuador, en abril de 1975, se inauguró el seminario archidiocesano dirigido por la Fraternidad Sacerdotal San Juan de Ávila. En sus últimos años, Soto residió en Villa Santa Teresa, en Torrente (Valencia). “Allí recibió a sacerdotes, seminaristas, vírgenes, matrimonios y jóvenes que buscaban su orientación”. Mientras se multiplicaban las convivencias de matrimonios, puso en marcha seis pisos llenos de universitarios e inició en Barcelona uno para sacerdotes y seminaristas estudiantes”. Después de un mes de enfermedad a causa de una trombosis cerebral, José Soto murió el 23 de agosto de 1975. En sus exequias participaron decenas de sacerdotes, seminaristas, matrimonios y jóvenes de muy diversas poblaciones de España. Un año más tarde, el 24 de agosto de 1976, sus restos mortales, que se hallaron incorruptos, fueron trasladados del cementerio de Torrent a la capilla de Villa Santa Teresa, en el mismo término municipal, desde donde “atrae e inspira la oración de la familia espiritual que Dios suscitó en la Iglesia a través de su entrega”, según las mismas fuentes.