NoticiaPapa Francisco Una mano tendida a los hospitales, en plena pandemia El capellán Antonio Castilla visita al religioso pasionista Fernando Bar, durante su ingreso en el hospital por Covid-19 Publicado: 16/11/2020: 15332 VICARÍA PARA LA ACCIÓN CARITATIVA Y SOCIAL “Tiende tu mano al pobre” es el lema de la Jornada Mundial de los Pobres que celebramos el domingo 15 de noviembre. Una jornada instituida por el papa Francisco en 2017 en la que este año hemos ido recordando algunas de las manos tendidas de la Iglesia de Málaga. Concluimos hoy en el hospital, juntos a los enfermos de Covid-19, de la mano del capellán Antonio Castilla. «En los peores días del comienzo de la pandemia se vio la necesidad de reforzar la presencia de la Iglesia Católica en todos los hospitales de toda la provincia, pero de forma especial en los de Málaga capital» «Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día!», afirma el papa Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres. Decenas de manos tendidas se han descubierto desde que comenzó la pandemia, entre ellas las de los sacerdotes capellanes voluntarios, entre los que estuvo Antonio Castilla: «Mi experiencia como capellán sanitario comenzó en Vélez-Málaga cuando fui nombrado párroco de San José y capellán del Hospital de la Axarquía, junto a otro hermano sacerdote, Jesús Zorrilla. Actualmente soy capellán en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria de Málaga. Esta tarea la llevo a cabo junto a otros dos sacerdotes: Rafael y Carlos. En los peores días del comienzo de la pandemia se vio la necesidad de reforzar la presencia de la Iglesia Católica en todos los hospitales de toda la provincia, pero de forma especial en los de Málaga capital. Y así, de forma espontánea, ante esta necesidad, surgió la figura del capellán sanitario voluntario que, siguiendo con la tarea pastoral encomendada, se ofrecía a ayudar a los capellanes ordinarios a realizar su tarea en los hospitales para que, tantos los enfermos como sus familias y el personal sanitario estuvieran acompañados, asistidos y sostenidos por la Iglesia, que es hospital de campaña como nos dice el papa Francisco». Una experiencia que impresionó a Antonio Castilla pues «en aquellos días, el número de ingresados por Covid-19 en los hospitales iba creciendo de forma exponencial y estos enfermos, a diferencia de otros enfermos con otras patologías, eran aislados totalmente, no podían recibir visitas de sus familiares y el único contacto con el exterior era el móvil, si acaso. En ese contexto, la presencia de los capellanes ordinarios y de los capellanes voluntarios fue esencial, tan esencial que un servidor continúa sirviendo como capellán ayudando, sosteniendo, acompañando y estando al lado de tantos y tantos enfermos, que aún a día de hoy siguen sufriendo el Covid 19». ¿Qué es lo que mantiene a Antonio Castilla en esta tarea? Lo tiene claro: «Jesús visibilizaba el amor de Dios, misericordioso, que perdona, que es hospitalario, que acoge, que da nuevas oportunidades, que invita a la conversión, que es vida y salvación. Por eso a Jesús se le acercaba tanta gente y tantos enfermos, porque en nada ni en nadie de este mundo encontraban lo que encontraban en Jesús, no solo en sus palabras, sino en los signos que realizaba. En el Evangelio encontramos relatos preciosos de enfermos que son curados por Jesús de sus enfermedades corporales y son sanados en su espíritu también. Los sacerdotes y capellanes encontramos en Jesús el modelo de nuestra vocación. Queremos vivir como Jesús vivió, asumiendo en nosotros, como Jesús, la voluntad de Dios Padre, impulsados por el Espíritu, para llevar su buena noticia con nuestras palabras y con nuestros humildes signos a otros. En el contexto del hospital, los capellanes procuramos hacerlo lo mejor posible. Es una tarea que nos hace muy humildes, muy humanos también, recordando en nosotros la propia fragilidad que vemos en los enfermos a los que atendemos, a los que acompañamos, a los que procuramos ayudar desde la fe». Ese servicio tiene un sentido especial en el contexto de la Jornada Mundial de los Pobres pues, en palabras de Antonio Castilla, «en la sociedad en la que estamos y en el mundo en el que nos toca vivir, la pobreza se hace presente y visible de muchísimas formas y de muchas maneras. La pobreza ya no es solo falta de dinero, falta de bienes materiales, falta de poder adquisitivo. La pobreza tiene multitud de rostros y la enfermedad es un tipo de pobreza. Quien sufre la enfermedad y sus consecuencias, quien atraviesa esta experiencia tan significativa en su vida, ciertamente se sabe pobre. No pobre porque le falte dinero o porque le falten recursos o bienes materiales, o el amor de su familia y de sus seres queridos, no pobre en este sentido, sino que la enfermedad y sus consecuencias despojan la propia existencia de algo tan importante como es la salud, y la falta de salud es una pobreza». Y ante esa pobreza, los capellanes del Hospital Universitario Virgen de la Victoria «atendemos preferentemente a los enfermos ingresados por diversas patologías, evidentemente también a los enfermos ingresados por COVID-19, siguiendo el protocolo que el hospital establece. Lo hacemos de lunes a domingo, tenemos también turnos de guardia para atender las eventuales urgencias que pudieran surgir, y como es natural, también acompañamos y estamos presentes en las vidas de aquellos familiares que acompañan, que pasan sus días junto a los enfermos, y también, algo que puede pasar desapercibido, procuramos acompañar en la fe y estar junto al personal del hospital, echándoles una mano en lo que necesiten. Todos en el hospital somos familia, cada uno con su carisma, cada cual con su tarea laboral correspondiente. Todos sumamos para el bienestar, para la salud corporal y espiritual de los enfermos del hospital. Nuestra atención no es solo a los católicos, sino que estamos abiertos siempre a acoger en nuestro día a día a personas de cualquier confesión cristiana, de cualquier religión, personas que no sintiéndose identificadas con nada, necesitan el apoyo de una persona que les escuche, que les atienda y, que en su necesidad, también le eche una mano. Yo diría que somos una figura imprescindible, que hay que mantener, que hay que procurar y que hay que seguir cuidando», concluye Antonio Castilla.