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Miguel Chacón: «Creo que Dios tiene corazón de madre»

Publicado: 23/04/2019: 31695

Entrevista al sacerdote diocesano Miguel Chacón Vílchez, nacido en 1987 (Estepona) y ordenado en 2017.

«Jesús siempre está conmigo. Así lo siento yo»

¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?

Ser feliz, siendo uno mismo, potenciando sus virtudes y afrontando sus defectos.

¿A vivir se aprende?

En la práctica. La vida te enseña a base de aciertos y errores. Las caídas también son oportunidades de aprendizaje. Nunca dejamos de aprender a vivir.

¿Y a ser sacerdote?

Poniéndote en las manos de Dios se aprende mucho, su Palabra y la Eucaristía son la mejor escuela para un cristiano, más aún si el cristiano es sacerdote. La Palabra nos enseña a escuchar, a ser obedientes y humildes, y la Eucaristía nos muestra el mejor camino: la entrega y el servicio.

¿Crees que sabes vivir?

En este valle de lágrimas todos caemos y nos levantamos con la fuerza que recibimos de Dios. Sólo basta ver como los padres de Marta del Castillo o Gabriel Cruz "el pescaito" afrontan la vida después de ver cómo le han arrebatado a sus hijos. Es el mismo ejemplo que el de la Virgen María, que sintió aquel dolor tan fuerte de ver morir a Jesús. Saber vivir es afrontar la existencia de cada día con esperanza, con alegría y con fe. Por eso, me arriesgaría a decir que sé vivir.

¿Has sufrido alguna crisis vital?

Sí, varias.

¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?

En Dios, la Virgen y, sobre todo, en mi familia. De las crisis salimos siempre fortalecidos. Sólo hay que saber "confiar en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades", decía Miguel de Cervantes.

¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?

Poner mi vida, mi ser y mis potencialidades al servicio de la Diócesis. Me considero un joven soñador y creativo, un cura con iniciativa, con ganas de hacer mucho por nuestra iglesia malagueña.

¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?

Los cristianos estamos llamados a ser testigos de Cristo con nuestras palabras y con nuestras obras y tenemos el deber de contagiar a nuestros hermanos con el propio testimonio. Ya lo decía San Pablo VI "el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros o si escucha a los maestros es porque son testigos". El desafío está, por tanto, en reavivar el compromiso de tantos bautizados, que viven al margen de la Iglesia, ayudándoles a ser miembros activos de ésta, bajo la guía del Espíritu Santo. Como párroco me encuentro muchas veces asolado por esa falta de compromiso, de ayuda y colaboración de tantos bautizados; pero no todo es negativo, hay muchos cristianos comprometidos, que se desviven por su parroquia y por el Evangelio, gracias a Dios.

¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?

No dejar a Dios ser el timón de mi vida, cuando verdaderamente es Él quien lleva mi barca. Ponerme en su lugar y creer que soy algo, hasta que te das de bruces con la vida y descubres que no eres nada y Él es todo.

¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?

A decir verdad, todo me importa y todo me duele, especialmente cuando veo en los medios de comunicación tanto sufrimiento, cuando en la vida descubro tanta hipocresía, cuando se va llevando uno palo tras palo. Es entonces cuando me sitúo con el Señor en la calle de la Amargura y junto a Él recorro el camino hacia el Calvario. Todo tiene su importancia, para Cristo todo era importante desde el pobre y el enfermo hasta el rico y el fariseo, desde el tributo al César hasta el perfume de nardo con que le ungieron los pies. Los pequeños detalles de la vida son los más importantes.

¿Quién es Jesucristo para ti?

Aunque suene ñoño y anticuado, Él es el amigo que nunca falla y, aunque todos fallen Él no. Siempre está conmigo, así lo siento yo. Es mi amigo.

¿Quién dice la gente que eres tú?

Hay opiniones para todos los gustos. Yo he llegado a escuchar que soy un cura bonico pero con carácter. Otros me dicen que soy exigente y perfeccionista. El otro día me dijeron: "Miguel eres un buen pastor". Como decía nuestro querido san Manuel González ser cura de Málaga supone tener corazón, cabeza y padres buenos. No quiero parecer creído, pero tengo los mejores padres que se pueden tener, una cabeza algo dura pero un corazón tierno. Yo me crié con películas Disney y aprendí que la belleza está en el interior.

¿Te gusta complicarte la vida?

Sí y mucho. En todos los sentidos de la vida, en lo personal y en lo pastoral. Todo podría ser más fácil pero yo mismo me la enredo. Soy complicadillo (sonríe).

¿Cómo te gustaría morir?

En paz con Dios y celebrando la Eucaristía, como acción de gracias a Dios por la vida recibida.

¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?

Que busque la felicidad, eso es lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Y si tiene indicios que el Señor le llama al sacerdocio que responda con generosidad, como María "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?

Por supuesto que sí, yo suelo decir que la vida está llena de momentos buenos y otros no tan buenos, a veces reímos y otras lloramos. Pero la felicidad no es cosa de momentos, es un estado de vida. Los cristianos estamos llamados a ser bienaventurados, dichosos, felices toda la vida, en la adversidad y en la bonanza.

¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos?

Aunque soy joven suelo mirar mi vida como una historia de salvación: Dios me ofrece mil oportunidades para mejorar, yo me pierdo pero Él vuelve a encontrarme de nuevo. El tiempo y cada obstáculo en el camino, las situaciones difíciles a las que tengo que enfrentarme, las mismas crisis son momentos para madurar y mejorar. Lo mismo ocurre con las frutas: cada golpe que recibe y el paso de los días son ocasiones para madurar.

¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?

El frío invierno de la soledad, a la que nunca se acostumbra uno, porque sabe que llegará de nuevo la primavera y, con ella, las nuevas compañías que florecen en el campo de la vida.

¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?

¿Por qué quieres ser cura? ¿A qué te llama Dios? ¿Cómo has sentido la llamada del Señor? ¿Por qué se ha fijado en ti? ¿Estás dispuesto a darlo todo?

¿Dónde encuentras la felicidad?

En los pequeños guiños que nos ofrece Dios para caminar en este valle de lágrimas: esa mano amiga que te ayuda en los malos momentos, esa Misa que cala hasta los huesos, en la sabiduría inocente de los niños y en la templanza de los mayores, en los rostros de quienes reciben con corazón agradecido el pan de la Palabra a través de mis homilías. Cada día es una oportunidad para ser feliz, lo único que hay que estar atentos a esos guiños de Dios.

¿Rezas para tener éxito?

No. Rezo para hablar con Dios y con mi amigo Jesús. No suelo pedir éxitos, pido su voluntad. Los fracasos y el éxito vienen solos, no hace falta llamarlos.

¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué?

Claro que sí. Hay gente que vive muy bien pero muy alejada de Dios y hay gente que no vive tan bien y, sin embargo, está muy apegada a Él. Me preocupan más los que viven lejos del Señor, a pesar de su buena vida, porque vagan sin fe, sin esperanza y, en ocasiones, sin amor.

¿Eres un sacerdote dócil?

Supongo que sí, soy obediente a nuestra madre, la Iglesia. Aunque soy de ideas fijas, y si algo no lo veo, lo digo.

¿Qué es para ti el tiempo?

La conjunción de compañía y soledad; se trata de saber conjugar en la vida dos verbos: el ser/estar acompañado por Dios (siempre) y por los demás (a veces), y el ser/estar solo.

¿De qué te arrepientes o tiene remordimientos?

Del daño que haya podido hacer en estos treinta y un años que tengo.

¿Cuál consideras la virtud más importante?

En general, creo que el amor. Sin amor se acabaría todo, sería el imperio de la muerte, reinarían el odio y las guerras, los rencores y las envidias gobernarían cada rincón de la Tierra. Pero el amor (en mayúsculas) es la energía, la fuerza que mueve el mundo. Es la virtud de Dios, Dios es Amor (1 Jn 4, 8). Pero hemos desvirtuado tanto esa bendita palabra. ¿Cuántas veces escuchamos en boca de nuestros cristianos: "se nos rompió el amor"? Es más hay una canción de Rocío Jurado con ese título. "De tanto usarlo" no puede romperse el amor. El amor es infinito. No se deja de amar de la noche a la mañana aquello que tanto se ha amado. Hemos de sembrar amor en nuestras vidas para cosechar amor.

¿Cuál es tu viaje favorito?

El viaje de mi vida fue el que hice el pasado mes de enero a Tierra Santa. Espero que no sea el último. Es, además, la tournée que he realizado más lejos de nuestra tierra.

¿Pequeños placeres?

Un dulcecito a cualquier hora del día, si es de chocolate mejor.

Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?

Dice el libro del Eclesiástico: "Hijo, si te acercas a servir al Señor prepara tu alma para la prueba". La gran prueba que pasó Jesús en los momentos más importantes de su vida, particularmente en Getsemaní y en el Calvario, fue la soledad humana. El Señor se sintió solo y nosotros, los curas, como nuestro maestro, también experimentamos esa soledad. Dice el Evangelio: "quien quiera venir en pos de mí: niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga" (Mt 16, 24). Ser sacerdote no es fácil, como piensan algunos, exige renunciar a mucho pero recibes siempre aún más.

¿Un olor que recuerdes?

La loción corporal con la que ungía el cuerpo de mi madre los días previos a su partida. El olor de mamá.

¿Un perfume que te cautive?

El azahar de los naranjos en primavera, porque me recuerda que está cerca la celebración del gran acontecimiento salvífico de la historia: la Pascua.

¿Tu flor favorita?

Todas, cada una con su nota de color y olor, pero si tengo que elegir, escojo las pequeñas flores blancas de la dama de noche por su fragancia en el ocaso estival, chiquitas pero de gran alcance.

¿La palabra más hermosa del diccionario?

Madre. Creo que Dios tiene corazón de madre, la Virgen María es Madre de Dios y madre nuestra, y el mejor regalo que me hizo Dios, después de la vida, es mi madre.

¿El regalo más bello que te ha regalado ser presbítero?

No hay uno, son muchos. Pero el más importante para mí es tener la oportunidad de celebrar cada día el Sacramento de nuestra fe: la Eucaristía, ese es mi gran gozo y mi alegría. Traer a Dios al mundo, acercarlo y partirlo para mis hermanos, participar de su entrega y sacrificio. De éste derivan los demás regalos que tiene el ser cura.

A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?

El partido acaba de comenzar para mí, y, aunque no estoy muy entrenado y mi complexión física deja mucho que desear, me arriesgaría a decir que sí, una y mil veces. ¿Cómo negarme a Dios que me ha dado tantas oportunidades de la misma forma que se la dio al pueblo de Israel, su elegido, su consagrado?

Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?

A mis treinta y un años le diría que "la vie est belle", venga lo que venga y como venga, sea bueno o malo, la vida es bella. Caemos y nos levantamos, como niños, con la certeza de que Dios está con nosotros, la gracia nos acompaña en cada momento. Sólo hay que ver la chispa.

Rafael J. Pérez Pallarés

Rafael J. Pérez Pallarés es sacerdote diocesano y Delegado Diocesano de Medios de Comunicación. Todas las mañanas presenta y dirige el programa de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información “Palabras para la vida”, un programa fruto de los acuerdos entre RTVA y los obispos andaluces.

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