NoticiaEn los Medios Emigran, luego buscan Inmigrantes encaramados a la valla de Melilla lloran y piden ayuda a la gente de abajo // BLASCO DE AVELLANEDA Publicado: 08/01/2018: 8335 Artículo de opinión del sacerdote Rafael J. Pérez Pallarés en el Diario Sur. SUR.- El domingo que viene tiene lugar la 104.ª Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. La historia viene de largo: son más de 100 años de atención por parte de la Iglesia católica a esta realidad muchas veces lacerante y dramática; compleja y difícil; entretejida de matices que se estampan contra la realidad. Basta acercarse a los hechos para descubrir datos escalofriantes: hay más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Un puñado de ellos tocan nuestras tierras, y no de manera esporádica, sino en un continuo cuentagotas: el día de Reyes más de doscientos inmigrantes de origen subsahariano lograron acceder a Melilla en un violento salto en el que un guardia civil resultó herido; más de medio centenar fueron las personas rescatadas en la patera localizada a 45 millas al sur de Málaga durante el día de Navidad. Estas personas vienen a engrosar la lista de más de 17.000 que han llegado el año pasado a las costas andaluzas en patera. Son datos. Meros datos. Pero es información que se traduce en rostros y corazones concretos. Muchos de ellos de menores y mujeres. De hecho, la ONU, a través del Comité de los Derechos del Niño, ha pedido al Gobierno español que paralice tres de las expulsiones firmadas para tres inmigrantes internados en la prisión de Archidona. Conviene recordar que los emigrantes, desplazados, refugiados, muchos de ellos con discapacidad, son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz. Huyen de guerras, persecuciones, desastres naturales y pobreza. Aunque es necesario y urgente controlar el flujo migratorio, especialmente en los países de origen, quienes fomentan el miedo hacia los migrantes en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia. Precisamente por eso el Papa Francisco ha urgido a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados. No es tarea fácil. Pero sí sitúa ante un reto donde la dignidad del ser humano, la justicia y la paz deben conjugarse. No son números, no son ilegales: son personas como tú y yo, querido lector. Nadie está exento de vivir la experiencia de la emigración. Nadie está a salvo de que la sinrazón humana lo expulse de la tierra donde nació.