NoticiaEl santo de la semana Beatos Tulio Maruzzo y Luis Obdulio Arroyo, mártires Beatos Tulio Maruzzo y Luis Obdulio Arroyo, mártires en Guatemala Publicado: 29/06/2021: 16045 Los beatos cuya fiesta celebramos este 1 de julio suponen, por su cercanía en el tiempo (murieron en 1981 y fueron beatificados en 2018), un recordatorio a la llamada universal a la santidad en la que todos estamos implicados hoy. El padre Tulio Maruzzo, franciscano, y Luis Obdulio Arroyo, seglar perteneciente a la Tercera Orden de San Francisco, fueron asesinados por quienes rechazaban que la Palabra de Dios se encarnase entre los más pobres. El padre Tulio Maruzzo era de origen italiano, estudió con los franciscanos y terminó profesando como miembro de la Orden de Frailes Menores y ordenándose sacerdote. Con apenas 30 años, fue enviado como misionero a Guatemala, a las parroquias del Vicariato de Izabal, donde los pequeños agricultores veían cómo les eran arrebatadas sus tierras por el abuso de poder de los grandes terratenientes que contaban con el apoyo del ejército. Su servicio a los pobres y su denuncia profética le hizo ganarse la antipatía de quienes, despreciando la justicia, se aprovechaban de la gente sencilla. Por su parte, Luis Obdulio Arroyo era un laico natural de Guatemala y catequista en su parroquia. Entre los servicios que desempeñaba, destaca el de chófer de los padres franciscanos y las religiosas en sus desplazamientos. Cuando su familia le advertía del peligro que corría haciendo este trabajo por las amenazas que pesaban sobre los frailes, él contestaba: «prefiero morir al lado del padre Tulio, y no al lado de un borracho en una cantina». De ellos es el Reino de los Cielos La tarde del 1 de julio de 1981, de regreso desde la localidad de Los Amates donde realizaban su trabajo apostólico en unos Cursillos de Cristiandad, los dos beatos fueron sorprendidos en una emboscada, acribillados a balazos y dejados en la cuneta. Su delito: ponerse del lado de los pobres e indefensos defendiendo la Doctrina Social de la Iglesia, el destino universal de los bienes, el respeto a la relación de los pueblos indígenas con su tierra y sus recursos frente a los poderosos intereses agrícolas de unos pocos. Nuestros beatos de hoy hicieron carne la promesa de Jesús: «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos» (Mt 5, 10).