Y TÚ, ¿POR QUIÉN TE CANSAS?

Imagino la escena de la vocación de los apóstoles y no puedo dejar de ver en ella la llamada de Jesús a cada uno de nosotros, hombres y mujeres laicos, entregados a la tarea de cada día. Vivimos concentrados en muchas redes para ganarnos el pan nuestro y de nuestras familias. En medio de los asuntos cotidianos, queremos también ser fieles al Señor, vivir la fe entre nuestras preocupaciones temporales. Y encontramos que eso nos complica la vida, que la coherencia entre la fe y lo terreno puede suponer una pesada carga, quizás incluso con más probabilidades de padecer “la vara del opresor”, que dice la primera lectura. No es fácil ser levadura en la masa, ni sal en la tierra. Un día, sin embargo, mientras andamos con la cabeza gacha, cansados de faenar con escaso resultado, suena en nuestros oídos la voz de Jesús que nos dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Cuenta el evangelio que los apóstoles dejaron redes y barca y lo siguieron. Era una llamada a hacer lo que sabían hacer, pero con Él. A partir de entonces, la suya fue una nueva entrega, más radical, más libre, más auténtica. Y es que todo cambia si tenemos claro por quién nos afanamos, qué rédito esperamos de tanto trabajo, por quién y con quién estamos dejándonos la vida. Si las redes son solo nuestras, pescaremos peces y nos cansaremos. Si son del Señor, será Él quien nos haga alegres “pescadores de hombres”.