NoticiaHistoria de la Iglesia

La gran escisión (y IV)

Publicado: 19/04/2016: 2910

Lutero no predicó una revolución política ni social, sino religiosa. Pero a los príncipes, verdaderos señores y dueños de Alemania, les interesó (y mucho) la “nueva religión”. Pues al defender Lutero la pobreza de la Iglesia, evocando una vuelta a la iglesia primitiva, los nobles se aprovecharon de sus cuantiosos territorios y, con el pretexto de una iglesia reformada, justificaron la apropiación de los bienes y propiedades de la misma.

Los campesinos alemanes no aceptaron la nueva situación. Ellos también querían beneficiarse y no les fue posible ante la oposición de la nobleza. Esto explica la virulencia de las revueltas del campesinado alemán, rebelión que comenzó en el Alto Rin (1524) y se extendió rápidamente por toda Alemania, con el triste resultado de más de un millar de castillos y conventos saqueados o incendiados.

Conviene recordar la mentalidad y las actitudes psicológicas de la sociedad europea en la que vivieron Lutero y los reformadores protestantes. El miedo a la guerra, el hambre, las calamidades públicas, el terror al demonio, al infierno, al pecado, a las brujas y al fin del mundo crearon en el ánimo de los europeos y, especialmente de los alemanes, un sentimiento de congoja y de temor. La literatura y la pintura de la época reflejan ese sentimiento trágico de la vida que los condujo a una piedad desgarrada. “Lutero es hijo de la angustia germánica” (Heer). Lutero tratará de buscar y encontrar algo que remedie su tortura interior. Y ese algo es “la justificación por la sola fe” (fidutia).

Este conjunto de factores nacionalistas, teológicos, morales, sociales y anímicos constituyen un poderoso material explosivo. Hacía falta una chispa que lo hiciera estallar. Históricamente, fueron Lutero y otros reformadores quienes aplicaron el fuego a la mecha que incendió y desgarró profundamente a la cristiandad hasta nuestros días. El bosque necesitaba una poda (reforma), pero se le aplicó el fuego (insurrección protestante), con lo que el bosque se incendió y las llamas quemaron media Europa.

Lorenzo Orellana

Sacerdote diocesano

Más noticias de: Historia de la Iglesia