NoticiaHistoria de la Iglesia La gran escisión (III) Publicado: 12/04/2016: 2907 Uno de los factores que más influyeron en la revolución luterana fue el antagonismo Alemania-Italia existente desde el pasado medieval y reflejado en las luchas de los gibelinos (imperiales) contra los gu Los “gravamina nationis germinicae” provocaron innumerables querellas y suspicacias de Alemania hacia Roma. En todas las Dietas había protestas. A la aversión político-económica hay que añadir la cultural. Los humanistas germanos, como Konrado Celtis, llaman a Italia “pueblo de malhechores”. Ulrico de Hutten defiende la superioridad de la raza germánica sobre cualquier otra y considera al Papa como “un bandido”. Lutero fue considerado como “el padre de la patria alemana”, “el salvador de Alemania”, “el profeta de Alemania”. Y es que, todo nacionalismo tiene un “anti”. Para el germánico el “anti” es Roma. Otro factor determinante fue la decadencia de la Teología; ésta se había convertido en pura dialéctica, lo que, unido al mal uso del latín, provocaba la burla de los humanistas. Lutero rechaza el escolasticismo medieval (incluido santo Tomás), pues se fundamenta en la filosofía de Aristóteles y no en el Evangelio. A las universidades de París, Lovaina y Colonia las llama “burdeles de Satanás”. La exposición teológica es de tal oscuridad, que los universitarios confunden los “dogmas” con “las opiniones de escuela”. Los conceptos de Iglesia, Primado pontificio, Depositum fidei, Traditio y Magisterio eclesiástico aparecen sumamente oscuros para muchos teólogos, incluido Lutero. A esto añadimos los peligros de la Mística mal entendida, como el de buscar la unión con la divinidad, al margen de la mediación de la Iglesia o el de anteponer las experiencias personales al Magisterio de la misma. Esta actitud conduce a la interpretación personal de la Biblia (libre examen) que desemboca en un lamentable subjetivismo y da lugar a la proliferación de las diversas divisiones en el seno del protestantismo, lo que no agradó al propio Lutero.