Primero habló del testimonio: “La Iglesia debe ser atractiva. ¡Despertar al mundo! ¡Sean testimonio de un modo nuevo de hacer, de actuar, de vivir! Es posible vivir de un modo distinto en este mundo. Estamos hablando de una mirada escatológica, de los valores del Reino encarnados aquí, sobre esta tierra. Se trata de dejar todo para seguir al Señor. No, no quiero decir “radical”. La radicalidad evangélica no es solamente de los religiosos, se pide a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético. Yo espero de ustedes este testimonio. Los religiosos deben ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo”.

Además, habló de la prioridad de la vida consagrada. “La profecía del Reino, que no es negociable. El acento debe ser en el ser profetas, y no jugar a serlo. Naturalmente el demonio nos presenta sus tentaciones, y esta es una de ellas: jugar a hacer de profetas sin serlo, asumir sus actitudes. Pero no se puede jugar con estas cosas. No: los religiosos y las religiosas son hombres y mujeres que iluminan el futuro”. Entonces, ¿Cómo ser profetas viviendo el propio carisma religioso particular? Es necesario “reforzar eso que es institucional en la vida consagrada y no confundir al Instituto con la obra apostólica. El primero permanece, la obra pasa”.

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