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Funeral del padre del Rvdo. Jesús Hernández Pérez (Cementerio-Málaga)

Publicado: 13/12/2014: 705

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral del padre del Rvdo. Jesús Hernández Pérez celebrado en el Cementerio de Málaga el 13 de diciembre de 2014.

FUNERAL DEL PADRE

DEL RVDO. JESÚS HERNÁNDEZ PÉREZ

(Cementerio-Málaga, 13 diciembre 2014)

 

Lecturas: Rm 6, 3-4.8-9; Sal 26; Jn 6, 37-40.

1.- Incorporados a Cristo en el bautismo

La liturgia de hoy nos está hablando de muchas realidades transcendentes, quisiera que nos detuviéramos en dos términos que expresan dos realidades, que en el fondo son expresión de la misma verdad.

Primer término, la luz. La liturgia de hoy nos habla de luz, a pesar de que estemos en un funeral, nos habla de luz y no de las tinieblas, ni desesperanzas.

Hemos encendido el Cirio Pascual, la luz de Cristo resucitado, que es lo que simboliza para nosotros. La luz que recibimos en el bautismo, según se nos ha dicho en la carta a los Romanos. Porque en el bautismo nos hemos incorporado a la vida de Cristo, a su muerte, a su resurrección y hemos sido iluminados por Cristo que es la luz (cf. Rm 6, 4).

Estamos en el marco del Adviento, preparación a la Navidad que nos habla de contemplar la luz que llega. Y en los textos de este Adviento, se nos recuerda al pueblo que caminaba en tinieblas, dice Isaías, vio una luz y quedaron iluminados los que caminaban en sobras de muerte (cf. Is 9,1).

El Señor nos regaló el bautismo y se lo regaló también a nuestro hermano Luis, y puso en su corazón y en su vida la luz de Cristo. Esa luz que ilumina nuestro camino entre tinieblas, entre sombras, entre luces y sombras, unos días más claros y otros más oscuros; oscuros, no tanto físicamente cuanto espiritualmente, oscuros por el pecado del hombre que está dentro de nosotros. Y en esta especie de lucha, que relatan los textos bíblicos, sabemos que a pesar de que caminamos entre luces y tinieblas, al final la victoria será de la luz.

Hoy en la persona, en el alma de nuestro hermano Luis, acaba de triunfar la luz sobre las tinieblas. La luz de Cristo sobre el pecado; la luz que fue luz de su fe y esperanza mientras vivió con nosotros. He aquí la gran verdad para nosotros: la luz del amor sobre la frialdad, sobre la negrura del odio y del desamor.

Hoy es un día, según la liturgia, de luz y de triunfo. Para Luis de forma definitiva, para nosotros que seguimos aún caminando en estas alternancias de pecado y perdón, es un día de mayor inserción en el misterio pascual de Cristo y en su amor. Pero él ha llegado ya al reino de la luz y la paz definitiva.

            Con el Salmo responsorial que hemos rezado: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal 26, 1). Lo hemos dicho con fe, haciéndolo vida, procurando que sea de veras luz para nosotros.

También os he recordado, que toda la liturgia habla hoy de luz, porque la Iglesia celebra la fiesta de una mártir, Lucía, cuyo nombre es Luz, que dio testimonio del Evangelio de la luz con su vida. Y que ha sido canonizada por la Iglesia y es intercesora nuestra en este peregrinar de luces y sombras, de luz y pecado.

2.- Llamados a resucitar con él

La segunda palabra o idea es vida eterna, que va ligada a la luz de Cristo. Hemos escuchado en carta de Pablo a los Romanos que, incorporados a Cristo, en su muerte, estamos llamados a resucitar con Él (cf. Rm 6, 5). Y que si hemos muerto con Cristo creemos que también viviremos con Él, porque Él ha vencido a la muerte (cf. Rm 6, 8-9).

3.- Cumplir la voluntad del Padre

Cristo, en el texto del evangelista Juan, nos recuerda que ha venido para salvar a todo hombre y dar la vida eterna a quien crea en Él. Y cree en Él, el que ha recibido la luz de la fe en el bautismo y después la ha personalizado. Al que camine con esa luz el Señor le regalará la vida eterna.

Esa es la voluntad del Padre, envía a su Hijo para que no se pierda ninguno de los que Él le ha dado, para que todos se salven, para que todos pasen al reino de la luz, y de modo definitivo, a la vida eterna (Jn 6, 39-40).

El Señor Jesús no vino a hacer su voluntad, sino la voluntad del que le envió. Y nosotros también debemos estar en esa línea. No estamos en el mundo para hacer nuestra voluntad, sino para seguir y realizar la voluntad de Dios en nuestra vida.

Le pedimos al Señor que le conceda la luz y la vida eterna a nuestro hermano Luis; y pedimos por nosotros, y de modo especial por sus familiares, para que vivamos estos momentos desde esta verdad cristiana, desde la luz de la fe que ilumina también el misterio difícil, oscuro y doloroso de la muerte. Porque la muerte cambia, cuando se mira desde la luz de Cristo. Y, entonces, la contemplamos de otra manera.

            Y respecto a la voluntad del Señor hoy, providencialmente, se cumplen seis años de mi llegada a Málaga y a los pocos días tuve la gracia, en el ministerio episcopal, de ordenar a Jesús de diácono y a Antonio Castilla, que está también presente, los dos primeros diáconos que ordené en esta Diócesis.

Jesús también siguió la voluntad de Dios en su vida. Después de una historia de seguimiento y discipulado, al final, el Señor lo ha traído aquí. Seis años después está ejerciendo el ministerio sacerdotal por la Iglesia, al servicio de la Iglesia, por todos los fieles y hoy, graciosamente, también por su padre.

Agradezco la presencia de este buen grupo de sacerdotes que se unen a esta oración de la Iglesia que es una acción de gracias y, al mismo tiempo, una petición para que, como familia eclesial vivamos estos acontecimientos y nos ayudemos a caminar juntos. Como hemos dicho antes, en este valle de tinieblas, de muerte, de egoísmo, de pecado, pero que ha sido salvado por Cristo e iluminado por su luz.

Que la Virgen María acompañe a nuestro hermano Luis y lo presente ante el trono del Señor intercediendo por él y por nosotros. Que así sea.

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