Noticia Diario de una adicta (XXXIX). Recapitulando Publicado: 24/12/2016: 3490 Cuando consumí drogas por primera vez, en la vida me imaginé, y estaba totalmente fuera de los pensamientos que yo barajaba, que algún día me convertiría en su esclava, y no se me pasó por la imaginación la cantidad de problemas que he hecho soportar a los demás, los que yo he tenido que sufrir y los que aún me quedan; si hubiera vislumbrado, por arte de magia mi futuro, la droga no hubiera tenido ninguna opción, radicalmente ninguna, en mi vida. El rechazo hubiera sido instintivo, visceral, mental y violento. Ahora, la idea de tener derecho a experimentar de todo o tener de todo, se me antoja un grave error, pues eso significa el depender de todo, cuando la verdadera libertad es la de poder prescindir de todo para no ser esclavo de nada ni de nadie. Mi mayor tesoro lo cambié por una ilusión ilusoria que la droga me vendía. Me dejó hueca y me arrebató, desde mi alegría hasta los sentimientos que rellena a toda persona y la hace ser humana. Durante una época me convirtió en un animal, en que el instinto anulaba cualquier atisbo de racionalidad, sino era para fortalecer el vínculo con la sustancia que era la que gobernaba mi vida. ¡Uf! Al escribir esto, yo misma me agarro unos cabreos de órdago, y me voy calentando sola. Reflexionando sobre lo que estoy escribiendo me quedo atónita; me cuesta trabajo reconocerme en esa persona que describo y en sus manifestaciones No me veo en ese guión, ¿tantas cosas me ocurrieron y tantas hice? Ahora me considero una persona diferente, y las ideas y pensamientos anteriores los empiezo a considerar extraños a mi persona, aunque sé que todo ha pertenecido a mí, y algo de ello, o mucho, me queda. Y estoy convencida de mi autoría, porque entiendo las situaciones y las miro con un sentido muy benevolente y es que el subconsciente sigue en su trabajo. Las escenas cargadas de miedo que describo, las que me desolaron durante un tiempo, y que ahora me pareen imposibles de soportar, las empiezo a ver muy lejanas y con poca fuerza. En ocasiones creo que estoy soñando y que el delirio me hace imaginarme todas esas cosas. Definitivamente, el consumir una sustancia química fuera de control y dejar al cerebro a la merced de ella, sumergido en sus efectos, puede quebrar no sólo la vida física, que incluso en algunos contextos puede ser una liberación, sino la emocional, la interior, la que vivifica a la persona, y deja a la persona sumergida en una película de suspense en la que no se vislumbran salidas o alternativas. Si todo lo que estoy aprendiendo y sabiendo lo hubiera conocido antes, es fácil de imaginar que nunca, nunca hubiera cogido este camino, ¡ni por todo el oro del mundo! Yo puedo contarlo en clave positiva, aunque sospecho que me queda un largo camino por recorrer. Afirmo con rotundidad, que dejar el consumo no es difícil, pero tampoco representa el final del camino, ¡qué va! Dice el libro de adicciones, y de ello estoy convencida, que es condición necesaria dejar el consumo, pero desde luego no suficiente para alcanzar la normalidad, pues lo que más importa es conocer las razones y encontrar las alternativas. Es decir, saber por qué vas a abandonar un estilo de vida y para qué, pues sólo así te puedes marcar unos objetivos y consolidar la dirección hacia la que vas a dirigir todos tus mejores esfuerzos, y ya se sabe que “sabiendo hacia dónde se va, todos los vientos serán favorables”. Los objetivos se van clareando pero necesitan todavía apuntalarlos de manera definitiva. Mi cerebro se encuentra aún turbado y con muchas nubes. Mi empeño actual es darle luz y serenarlo, para que, lo más rápidamente posible, recupere sus funciones. También estoy muy centrada, como meta importante y esencial, en recuperar la afectividad de mis padres y hermano, pero de manera fuerte, sólida y fundamentada por mi actitud y conducta. Rumiando sobre la mejor manera de conseguirlo, he llegado a la conclusión que, como primer paso, debo romper las cadenas que me unen a la droga. Lo he concretado en una frase, “droga, fuera de mí y de mi familia”, y con ese sentido imperativo lo he copiado en una chuleta y la llevo en el bolsillo para que no se me olvide repetirla, a manera de mantra o de jaculatoria, siempre que pueda y en voz audible, por lo menos para mí, para que se introduzca en mi mente, baje a mi corazón y se grabe en todos los rincones de mi cerebro. De noche también me acostaré con la misma cantinela.