En las aulas del Seminario de Málaga se formó un formidable ejemplo de fe, el beato Juan Duarte. Ingresó en el Seminario en el curso de 1925-26, a la edad de trece años. Durante su internado, encontró una verdadera familia donde era profundamente feliz, tal y como constataban sus padres y hermanos.

En el año 1931, durante la persecución a los católicos con la quema de iglesias y conventos, Juan no quiso postergar su regreso a su amado Seminario, a pesar de los peligros que entrañaba. Su estancia se convirtió en un ejemplo a seguir por su profunda vocación apostólica y sus máximas calificaciones. En 1936 fue ordenado diácono en la Catedral de Málaga. A pesar de la represión a la que estaba sometida la Iglesia, Duarte nunca dejó de predicar su fe, lo que conllevó a su arresto, tortura y posterior asesinato. Los que pudieron verle ratificaron su perseverancia y lucha. Durante las torturas, de sus labios sólo se escuchaba: ¡Viva Cristo Rey!
Hoy el Seminario mantiene sus puertas abiertas a todos aquellos a quienes se les haya concedido la llamada del Señor. Sus instalaciones seguirán imperturbables al paso del tiempo, silenciosos testigos de grandes hombres del ayer y del mañana.