NoticiaActualidad

Semana Santa, culmen de la preparación para la Pascua

Publicado: 27/03/2007: 520

•   Tras la Cuaresma, comienza la recta final hacia la Noche Santa

El Domingo de Ramos abre la puerta de la Semana Santa. Siete días en los que celebraremos los misterios centrales de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

De entre ellos, es el último el que da sentido a los demás pues, como dice S. Pablo, “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.

Por eso, para los cristianos, no hay una celebración más importante, no hay una fiesta más grande que la Vigilia Pascual, la madre de todas las vigilias. Lo que se celebra esa noche “realmente gloriosa”, como señala el pregón pascual, es lo que da sentido al resto de nuestra vida cristiana. Y es que, como señaló el Santo Padre, Benedicto XVI, en su homilía para la Vigilia Pascual del año pasado, “la resurrección es un acontecimiento cósmico, que comprende cielo y tierra, y asocia el uno con la otra (...) fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del ‘morir y devenir’. Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo”.

Y ¿cómo se celebra en las parroquias de nuestra diócesis la noche más santa del año? Hemos viajado hasta la hermosa ciudad de Ronda, concretamente hasta la comunidad parroquial de Santa Cecilia y Nuestro Padre Jesús. Desde el pasado mes de noviembre, las que eran dos parroquias distintas volvían a formar una sola, como había sido hasta 1960.

Según el párroco, José Emilio Cabra, “El reencuentro de las dos comunidades ha supuesto para todos un esfuerzo de adaptación, que se va viendo recompensado: el trabajo común da sus frutos poco a poco”.

Con respecto a la celebración del Triduo Pascual, el párroco señala que “este año, al plantearnos la liturgia de la Semana Santa, nos surgía la duda de si celebrar un solo triduo pascual, conjunto, o mantenerlo en los dos templos parroquiales. Por un lado, veíamos necesario y con más sentido seguir dando pasos hacia la unidad. Pero, por otro –y esta fue la razón decisiva– ¡Es que todos no cabemos! Los dos templos se llenan en las celebraciones de Semana Santa. Así que este año volveremos a celebrar la vigilia a las diez de la noche en Padre Jesús y a las doce en Santa Cecilia”.

“La Vigilia Pascual –continúa– es el final y el centro de tres días de celebraciones intensas, engarzadas unas con otras: revivimos el amor de Jesús que se entrega en el Pan y el Vino, que se agacha a lavar los pies de sus amigos; intentamos velar con él en el Huerto de los Olivos, recorremos con la Palabra de Dios la Pasión del Señor, adoramos en silencio su cruz... y el sábado santo por la noche, el templo a oscuras nos hace esperar de nuevo la noticia que da sentido a nuestra vida”.

“Se crea un ambiente muy particular de contemplación, de recogimiento y adoración”, dice Diego, el secretario del consejo parroquial.

Para el párroco, “hasta llegar ahí son muchos los que se implican. Los miembros del consejo, junto con los colaboradores más directos en la liturgia, han organizado conmigo todo el triduo. En la primera reunión recordamos que no se trata sólo de ‘organizar lo que hay que hacer’, sino de ayudar a los demás a celebrar, a descubrir el paso del Señor por la vida de la parroquia. Importa cuidar los detalles, preparar bien cada signo, que cada uno cumpla su tarea, pero sobre todo que se cree ese ambiente de alegría que hace reconocible la presencia del Resucitado”.

“Por eso –recalca– buscamos que todos participen: que haya quien “tire” del canto, pero que todos canten; que lean jóvenes y mayores; que los niños (si el sueño no se lo impide) tengan su lugar; que haya representación de las tres hermandades, que apenas han tenido tiempo de descansar”. “Esto es lo que hace que realmente la parroquia parezca una familia: su diversidad —dice Pablo, que tocará la guitarra esa noche—. Somos diferentes, pero compartimos algo: la fe en Jesús”. “La liturgia de la noche, tan simbólica, da pie a ello: el fuego en el atrio de la iglesia, la procesión de entrada con el cirio pascual... Llegar al altar con el cirio pascual encendido, volverte de cara al pueblo y entonar el tercer ‘¡luz de Cristo!’, con la iglesia prendida de velas... es impresionante –dice, emocionado, el párroco–. El canto del pregón pascual, los salmos intercalados con las lecturas con que recorremos la historia de la salvación, la renovación de las promesas de nuestro bautismo, nos hacen revivir el triunfo del Señor Jesús sobre la muerte”. J. Emilio cuenta, con una sonrisa, que “tampoco faltan esos otros pequeños ritos que se repiten cada año: la ráfaga de viento inoportuna que apaga el cirio recién encendido, el niño que se quema con la cera o quien se queja de cuánta agua echa el párroco en la aspersión. Pero –concluye– para eso están los símbolos, para que nos calen, ¿no?”.

Autor: Revista Diócesis

Más noticias de: Actualidad