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Padres y diáconos

Publicado: 13/02/2007: 427

•   Los diáconos permanentes celebran una jornada de convivencia

El próximo sábado, 24 de febrero, los aspirantes al diaconado permanente que están siguiendo el proceso de formación establecido por la diócesis, celebran una jornada de estudio y profundización.

Por otro lado, un día después, el domingo 25, se reunirán los 15 diáconos permanentes ya ordenados y sus esposas. Ambos encuentros se celebrarán en la Casa Diocesana de Espiritualidad.

El tema de reflexión del sábado será “el servicio del diácono permanente”, y estará impartido por el responsable del Diaconado, Tomás Pérez Juncosa. El encuentro del domingo 25 tiene carácter formativo y lúdico, ya que los diáconos, como parte que son del clero, participan de las mismas actividades que los sacerdotes de la diócesis, y, de lo que están necesitados en estos momentos es de un tiempo de convivencia entre ellos, y, en el caso de los diáconos, con sus esposas, donde puedan compartir sus experiencias personales.

El Vaticano II afirma que “el diaconado en cuanto ministerio ordenado, participa del ministerio de Cristo y es en la Iglesia signo sacramental específico de Cristo servidor”. Este servicio se concreta en la atención de la Palabra, la Liturgia y la Caridad. Podría ser una sencilla definición de lo que es un diácono permanente.

Según las normas diocesanas, puede aspirar al diaconado permanente cualquier varón que tenga entre 35 y 60 años, con salud física y psíquica probadas que pueda facilitar la tarea que se le encomiende en una parroquia y con la práctica habitual de las virtudes evangélicas. Puede ser casado o viudo, (también soltero, pero entonces no puede casarse después).

Si es casado, la esposa ha de estar plenamente de acuerdo. Para solicitar el diaconado, dirigirá una carta al Sr. Obispo, exponiéndole las razones por las que desea ser admitido. Esta solicitud irá acompañada del consentimiento de la esposa y del aval del párroco.

Otro de los puntos importantes en un diácono es la formación necesaria para acceder a las órdenes: tendrá que tener realizado COU o el equivalente, y cursar la Diplomatura en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas, o la licenciatura en dichos estudios. Y, por supuesto, unirse al mismo plan de formación permanente de los sacerdotes de la diócesis.

Aclaramos que un diácono permanente no es un sacerdote “rebajado”. Es un grado dentro de las órdenes que se concede a varones, casados, solteros o viudos, para servir y ayudar en las parroquias, sobre todo en el servicio a la Palabra, a la Liturgia y a la Caridad.

Miguel Mellado es uno de los aspirantes a recibir estas órdenes. Es licenciado en Geografía e Historia y Jefe de Estudios del Colegio Eduardo Ocón. Hace 24 años contrajo matrimonio con su esposa, Ana Villena, con quien tiene dos hijos: Ana, de 23 años, y Miguel, de 18.

Miguel afirma que la decisión de aspirar al diaconado no surgió en él de un día para otro, sino que ha sido un proceso de más de 20 años, en el que, tanto su esposa como él han madurado la idea. Es más, Miguel asegura que “cuando yo creía que estaba buscando a Dios, era Dios quien me venía buscando a mí, y me ha encontrado”.

Lo que sí tenía claro es que estaba llamado a servir y amar a la Iglesia, que es la misión de los diáconos, al estilo de los buenos ejemplos de sacerdotes que se ha ido encontrando en las parroquias en las que ha participado, tanto en su parroquia actual, Ntra. Sra. de la Victoria, como en la parroquia de Nra. Sra .de la Paz, que es la más cercana al colegio donde trabaja. Hace dos años que Miguel envió al Sr. Obispo su carta de solicitud y, desde entonces, ha comenzado el proceso de formación necesario para llegar a recibir las órdenes.

Los estudios de Teología, que está realizando en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas, le ayudan a ver con más claridad que el Señor lo llama a este servicio, con la misma entrega y sencillez que el profesorado de este centro.

La esposa y los hijos de Miguel están viviendo este proceso vocacional con mucha normalidad y sencillez. Según Miguel, esta nueva vocación ha sido una bendición para la familia y, al igual que su matrimonio es cosa de dos (la esposa y él), el diaconado también es de los dos, ya que sin la participación de su esposa no sería posible. “Es una gracia que Dios me concede, no por mis méritos, sino para que me ponga al servicio de la Iglesia”.

Autor: Revista Diócesis

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