El Congreso quiso demostrar que «la esclavitud no es una monstruosidad del pasado de la que nos hemos liberado definitivamente, sino algo que sigue existiendo en todo el mundo, incluso en países desarrollados como Francia, Estados Unidos e Italia».

Según los Mercedarios, «a la esclavitud tradicional y al comercio de los esclavos, se añaden la venta de niños, la prostitución y la pornografía infantil, la explotación de mano de obra infantil, la mutilación sexual de las niñas, el uso de menores en los conflictos armados, la esclavitud por deudas, el tráfico de personas y la venta de órganos humanos, la explotación de la prostitución y ciertas prácticas de regímenes coloniales y de ‘apartheid’».

Asimismo, el Congreso dedicó mucha atención al fenómeno del tráfico de órganos, denunciando que recientes investigaciones en la Unión Europea han dado una nueva luz al precio de mercado: los vendedores entregan un riñón por entre 1.900 y 3.800 euros, y los compradores se lo implantan por entre 100.000 y 180.000 euros.

Del mismo modo se afrontó también la prostitución: actualmente se calcula que hay entre 50 y 70.000 mujeres que viven y trabajan en las calles de las ciudades italianas, o en los locales nocturnos. De estas, entre el 30 y el 40% son menores, pues tienen entre 14 y 18 años.