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No se puede conocer a Dios sin estudiar la Biblia

Publicado: 18/09/2006: 406

•   Se multiplican las iniciativas de estudio de la Sagrada Escritura

La Biblia es, sin duda, el libro más leído de todos los tiempos y aún hoy sigue ocupando los primeros puestos en las listas de los libros más vendidos. Es difícil encontrar una familia que no tenga en su casa una o más ediciones de la Sagrada Escritura, compuesta a su vez por 73 libros inspirados por Dios a lo largo de 1.100 años.

Aún así, son pocos los que conocen bien las Escrituras y las manejan con asiduidad. Por tal motivo son muchas las iniciativas organizadas desde las parroquias y arciprestazgos para dar a conocer la Biblia con un poco más de hondura, a los cristianos de a pie que no tienen tiempo ni preparación para acceder a estudios más avanzados.

Y es que no se puede conocer a Dios, y por lo tanto amarle, sin conocer el mensaje que nos ha revelado y que ha dejado escrito en ese libro que, por desgracia, duerme en muchas estanterías.

San Jerónimo, cuya traducción de la Biblia (La “Vulgata”) f u e usada durante 15 siglos como texto oficial de la Iglesia, decía que “Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo”. Y es que, como señala el profesor de Sagrada Escritura Evaristo Martín Nieto, director de diversas ediciones bíblicas, entre ellas una de las más populares como la de La Casa de la Biblia, “no se puede concebir un cristiano sin la Biblia. Hay que leerla cada día, conocerla, y saberla interpretar”.

En este último punto es precisamente donde encuentran su justificación las diversas iniciativas de formación bíblica, porque nadie puede descubrir por sí mismo la profundidad del mensaje contenido en los textos sagrados. El mismísimo Gregorio Magno decía que había textos que, tras mucho estudiarlos, no llegaba a comprender; y que fue dentro de la comunidad cristiana donde le fueron iluminados.

Para Evaristo Martín, la Biblia no es un libro cualquiera, “hace falta técnica y conocimientos para entenderla bien, porque son varios autores, cada uno con mentalidad distinta. Los géneros históricos, sobre todo, hay que contextualizarlos, porque no se pueden entender literalmente como haríamos los occidentales.

Ellos relatan hechos, algunos reales y otros ficticios, que nos sirven para dar a la historia su verdadero sentido, que es un sentido teológico. El mismo Jesús usaba esta técnica de narrar hechos ficticios para explicar mejor su mensaje teológico. Son las parábolas. Por eso, los textos bíblicos hay que interpretarlos no según lo que a cada uno le parezca, sino según lo que nos enseña la Santa Madre Iglesia”, y por eso, los cursos y las charlas en las parroquias son imprescindibles para la vida cristiana.

Autor: Revista Diócesis

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