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Cristo ha vencido a la muerte, el bien ha vencido al mal

Publicado: 16/04/2006: 706

•   ¿Cómo celebran las monjas de clausura la Pascua de Resurrección?

El culmen de la Semana Santa no es el entierro de Jesús, sino su Resurreción, que es lo que celebramos del Domingo I de Pascua. En el pregón pascual proclamamos que ésta es la noche en que se rompen las cadenas de la muerte, y Cristo asciende victorioso del abismo.

Es el mejor final que Dios nos podía ofrecer, un final que nos lleva a la alegría con la que celebramos la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección.

Cuando la victoria del mal parecía definitiva, Dios alzó la voz de la Resurrección. Como nos recuerda San Pablo en la primera carta a los Corintios: “si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres”.

Pequeños y mayores, casados, solteros y viudos, sacerdotes y consagrados, todos exultamos de alegría por la Resurreción. Y las monjas de clausura, ¿cómo lo celebran? En el siguiente reportaje nos lo cuentan.

Las hermanas de la Orden de Santa Clara (Clarisas), que viven en el Monasterio de Nuestra Señora de la Paz (más conocido como convento de la Trinidad, en la calzada del mismo nombre) son hermanas contemplativas, de clausura. Para ellas, el horario del Domingo de Resurrección cambia: no se levantan a las 6 de la mañana, como todos los días, ya que anoche prolongaron la Vigilia Pascual hasta altas horas de la madrugada.

Lo que siempre fue capilla del convento de las hermanas es hoy el templo de la parroquia de la Trinidad, en la que la celebración de la Vigilia Pascual la preparan las comunidades neocatecumenales que hay en ella. A ellos y a todos los feligreses que participan en esta fiesta se unen desde el coro, al otro lado de la rejas. Tras la celebración litúrgica, las hermanas felicitan a todos los presentes y se retiran a celebrarlo con algunos alimentos que han preparado para la ocasión. Así comienzan el Tiempo Pascual.

Las hermanas Clarisas transmiten la alegría por la Resurrección del Señor con algunos signos externos como son los adornos florales, el canto del Aleluya y el toque de las campanas durante estos días. Y, también, con sus palabras, sobre todo, en las conversaciones que mantienen con quienes las buscan para que les acompañen en su vida espiritual.

Es otra de las tareas que tienen estas hermanas cuya vida se centra en la oración por todo el mundo. Fuera de los muros del convento, tenemos muchos ruidos que nos impiden, en muchas ocasiones escuchar a los demás. Dentro del convento, las hermanas permanecen largas horas en silencio y en oración, para servir a los demás mediante la escucha sosegada.

Autor: Revista Diócesis

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