NoticiaAño de la Misericordia "Dar buen consejo al que lo necesita" La autora del artículo, Gabriela Domingo, atendiendo a una clienta en su despacho Publicado: 11/07/2016: 11070 La abogada experta en familia y mediación, Gabriela Domingo, nos explica la 2ª obra de misericordia espiritual: "Dar buen consejo al que lo necesita". Para los momentos más duros ¡Cuántas obras de misericordia se hacen a diario sin que sus autores ni siquiera sean conscientes de ello! ¡Cuánto bien se hace calladamente, sin publicidad, sin aparecer en los medios... en el trabajo diario y en la dedicación entregada de muchas personas! Sí, creo que los cristianos tenemos que hacer un canto diario a la esperanza, porque el mundo gira y la vida va fluyendo con el empuje de muchas personas anónimas, que en sus trabajos y en sus vidas ordinarias ayudan a los demás de muchas y distintas formas, que practican la misericordia siendo la sal del mundo. Me han pedido unas palabras sobre una de las llamadas obras espirituales de misericordia y no me debo salir del guión. Como comenzaba diciendo, hay muchas personas que a diario practican las obras de misericordia y especialmente en sus propios trabajos, al ser de atención directa a las personas que requieren sus servicios. En el caso del buen “consejo”, hay profesiones que se pueden ejercer y se ejercen en la mayoría de los casos, con un sentido transcendental, de humanidad y servicio a los demás. Me voy a referir en concreto a los abogados, en especial a los abogados de familia, entre los que me encuentro. El abogado de familia es el profesional que asiste y aconseja a las personas en uno de los momentos más duros y difíciles de su vida, cuando se encuentra ante una crisis de su matrimonio y/o su familia, y se hace preciso, además de una buena preparación jurídica, sobre todo una especial sensibilidad y dedicación. Actúa así no sólo en atención a la persona que directamente acude a asesorarse, sino también a los hijos que están detrás de cada decisión y de cada paso que se da y que se pueden ver muy afectados por el conflicto. Desde estas líneas ,quiero hacer un reconocimiento a la labor callada de tantos profesionales que restan horas a su descanso y a sus propias cuestiones personales y que se preocupan por atender solícita y responsablemente a las personas que los requieren. Para ello hace falta paciencia, comprensión y también empatía; grandes dosis de todo ello, procurando que se produzca el menor número de efectos colaterales posible, e intentando buscar soluciones extrajudiciales o pactadas que ayuden a pacificar el conflicto; en definitiva estudiando y analizando cada caso para poder atender de la mejor forma el requerimiento que se nos hace por esa concreta persona que sufre, con responsabilidad y sensibilidad no solo para asesorar sino para poder dar el mejor “consejo al que lo necesita”.