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Visita Pastoral a la parroquia de San Pedro (Antequera)

Publicado: 17/11/2022: 4792

Homilía de D. Jesús Catalá en la Eucaristía celebrada en la parroquia de San Pedro de Antequera durante su Visita Pastoral

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN PEDRO

(Antequera, 17 noviembre 2022)

Lecturas: Ap 5, 1-10; Sal 149, 1-6.9, Lc 19, 41-44.

1.- Visión del libro sellado

Nos encontramos al final del Año litúrgico; y en estos días la Iglesia nos ofrece textos bíblicos apocalípticos, que nos enseñan el sentido del final de los tiempos.

El vidente que escribe el libro del Apocalipsis ve que el anciano que está sentado en el trono tiene un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos (cf. Ap 5, 1), indicando con ello que no es posible abrirlo.

Y un ángel pregonaba en alta voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» (Ap 5, 2). «Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo» (Ap 5, 3). El vidente lloraba mucho, porque no había nadie digno de abrir el libro y de mirarlo (cf. Ap 5, 4) y no se podía conocer su contenido.

¿Qué misterio contenía? Los ingleses han traducido el título del libro llamado “Apocalipsis” por “Revelación”, porque revela las cosas que sucederán al final de los tiempos. Nosotros ya las conocemos, porque nos han sido reveladas; nosotros miramos las cosas y los acontecimientos desde la mirada de Dios.

2.- Solo Jesucristo es capaz de abrir el libro sellado

Uno de los ancianos dijo al vidente: «Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos» (Ap 5, 5). El Cordero degollado «se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono» (Ap 5, 7).

Sólo Jesucristo es capaz de abrir el libro con la llave de su Cruz; con su vida, muerte y resurrección venció el pecado y la muerte y consiguió redimir la humanidad para que no quedar sumida en la muerte, sino que pudiera participar del Reino eterno. Cristo nos ha revelado el sentido de nuestra vida y de nuestra historia. Este es el libro de la historia de la humanidad.

3.- Llamados a participar de vida eterna

Estamos llamados a vivir con Cristo por toda la eternidad; llamados a superar la muerte temporal, a la que tanto se teme y tanto miedo da a muchas personas. Para quien no cree en la otra vida, la muerte temporal es el final, la destrucción, la nada.

Para los creyentes en Cristo la muerte temporal es una puerta que se abre hacia la otra vida. Esa es la revelación que hace Jesucristo; estamos llamados a traspasar el umbral de la muerte temporal, abrir la puerta y entrar en otra dimensión.

San Pablo lo explica mediante el ejemplo de una planta. El trigo puede tener forma de grano o de planta. Si el grano lo enterramos en tierra y existen las condiciones adecuadas, se pudre; si no se pudriera, no se transformaría. Han encontrado granos de trigo en tumbas egipcias que estaba intacto y, al sembrarlo, ha germinado. Pero si el trigo muere, se transforma en una planta. Y llamamos trigo, tanto al grano como a la planta.

También nosotros somos los mismos en forma de grano (corporeidad), que en forma de planta (transformados). Pero si no atravesamos la muerte temporal, no podemos acceder a la otra vida. Esta imagen la pueden entender hasta los niños.

4.- La muerte temporal ha sido vencida

Una vez que Cristo ha vencido la muerte y ha sido capaz de abrir los sellos del libro nos ha revelado y explicado el sentido de nuestra vida. Ya no tenemos que temer ante la muerte, porque es una puerta que se abre para la otra vida.

La fe no elimina el dolor de la separación del ser querido; por eso existen razones humanas para “llorar”, pero no para “desesperar”. Los cristianos no huimos de la muerte temporal, sino que la aceptamos y la celebramos, como paso necesario para la salvación eterna.

Dios nos ha constituido, por la redención de Cristo, en un reino de sacerdotes: «Y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinarán sobre la tierra» (Ap 5, 10); somos ciudadanos de su reino.

5.- Los agoreros del final del mundo

Existe en el ser humano el deseo de conocer lo que sucederá al final de los tiempos y cómo puede acabar el mundo actual. Siempre ha habido agoreros y falsos profetas que han hablado del fin del mundo como algo inminente; pero nunca se han cumplido sus profecías.

Cuando se han cumplido los milenios, siempre ha habido corrientes “milenaristas”, que han anunciado el fin del mundo. Supongo que recordáis las teorías y las noticias de prensa publicadas poco antes del año dos mil, presagiando el final; pero podemos verificar que no se han cumplido.

6.- Cantar un cántico nuevo

El Señor nos invita a cantar un cántico nuevo, porque Cristo, león de la tribu de Judá, ha vencido la muerte. Los ancianos del Apocalipsis cantaban: «Eres digno de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación» (Ap 5, 9);

Y también el Salmo nos ha animado a cantar un cántico nuevo: «Aleluya. Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles» (Sal 149, 1); «alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras» (Sal 149, 3).

Estamos llamados a gozar de la vida; en primer lugar, de la vida terrena, temporal; y después, de la otra vida, la eterna. Estamos llamados a cantar un cántico nuevo: «Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca» (Sal 149, 5-6).

7.- Protagonistas de la paz

Según el Evangelio proclamado, al acercarse Jesús y ver la ciudad, lloró sobre ella mientras decía: «¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos» (Lc 19, 42).

El vocablo “Jerusalén” significa “Ciudad de la paz”. Y, precisamente, en la llamada “Ciudad de la paz” había conflictos y tensiones entre grupos; y, por desgracia, sigue habiendo hoy día entre palestinos e israelíes.

No vivimos en una sociedad de paz, sino de guerras, de odios, de divisiones. Eso ocurre en todos los niveles: dentro de las familias, en los pueblos, en nuestra nación y entre naciones.

La paz es un don de Dios, que hay que pedir y trabajar al mismo tiempo, empezando por cada uno de nosotros; puesto que dentro de mí mismo también hay tensiones, que tengo que armonizar. Y en mi relación con los demás también puedo tener tensiones. El Señor nos invita a ser protagonistas de la paz.

Siendo Jerusalén “Ciudad de la Paz” puede que tenga conflictos; siendo nosotros portadores de paz, puede que tengamos conflictos. Pero el Señor nos pide que perdonemos, que acortemos distancias, que nos acerquemos a los demás, que vivamos con mayor paz.

Jesús nos llama a ser portadores de paz; a enjugar las lágrimas de los pobres y desheredados de la tierra, a levantar del desprecio y del anonimato a los que la sociedad posterga.

8.- La Visita pastoral

Con motivo de esta Visita hemos de revisar cómo vivimos la fe, personal y comunitariamente, cómo la celebramos y cómo somos testigos de la misma.

Es preciso hacer esta revisión para no perder lozanía y vitalidad; de lo contrario, nuestra vida de fe se debilita y languidece.

Hemos de ser conscientes de nuestra misión y llevar a cabo lo que el Señor nos pide.

Os animo, pues, a dar gracias a Dios por vuestra fe y por vuestro testimonio de cristianos en la ciudad de Antequera.

Todo ello lo ponemos en manos de la Virgen María, nuestra Madre, bajo las diversas advocaciones con las que la honráis. Y que Ella nos acompañe hasta la otra vida, donde ya goza de la presencia de Dios. Amén.

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